David - AZKABAN.PDF

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—¿Alguien quiere que le ayude a interpretar los oscuros augurios de la bola mágica? —susurró con una voz que se elevaba por encima del tintineo de sus pulseras.

—Yo no necesito ayuda —susurró Ron—. Es obvio lo que esto quiere decir: que esta noche habrá mucha niebla.

Harry y Hermione estallaron en una carcajada.

—¡Venga! —les llamó la atención la profesora Trelawney, al mismo tiempo que todo el mundo se volvía hacia ellos. Parvati y Lavender los miraban escandalizadas—.

Estáis perjudicando nuestras vibraciones clarividentes. —Se aproximó a la mesa de los tres amigos y observó su bola de cristal. A Harry se le vino el mundo encima.

Imaginaba lo que pasaría a continuación—: ¡Aquí hay algo! —susurró la profesora Trelawney, acercando el rostro a la bola, que quedó doblemente reflejada en sus grandes gafas—. Algo que se mueve... pero ¿qué es?

Harry habría apostado todo cuanto poseía a que, fuera lo que fuese, no serían buenas noticias. En efecto:

—Muchacho... —La profesora Trelawney suspiró miran—do a Harry—. Está aquí, más claro que el agua. Sí, querido muchacho... está aquí acechándote, aproximándose...

el Gr ...

—¡Por Dios santo! —exclamó Hermione—. ¿Otra vez ese ridículo Grim ?

La profesora Trelawney levantó sus grandes ojos hasta la cara de Hermione.

Parvati susurró algo a Lavender y ambas miraron a la muchacha. La profesora Trelawney se incorporó y la contempló con ira.

—Siento decirte que desde el momento en que llegaste a esta clase ha resultado evidente que careces de lo que requiere el noble arte de la adivinación. En realidad, no recuerdo haber tenido nunca un alumno cuya mente fuera tan incorregiblemente vulgar.

Hubo un momento de silencio.

—Bien —dijo de repente Hermione, levantándose y metiendo en la mochila su ejemplar de Disipar las nieblas del futuro —. Bien —repitió, echándose la mochila al hombro y casi derribando a Ron de la silla—, abandono. ¡Me voy!

Y ante el asombro de toda la clase, Hermione se dirigió con paso firme hacia la trampilla, la abrió de un golpe y se perdió escaleras abajo.

La clase tardó unos minutos en volver a apaciguarse. Parecía que la profesora Trelawney se había olvidado por completo del Grim . Se volvió de repente desde la mesa de Harry y Ron, respirando hondo a la vez que se subía el chal transparente.

—¡Aaaaah! —exclamó de repente Lavender; sobresaltando a todo el mundo—.

¡Aaaah, profesora Trelawney, acabo de acordarme! Usted la ha visto salir; ¿no es así, profesora? «En torno a Semana Santa, uno de vosotros nos dejará para siempre.» Lo dijo usted hace milenios, profesora.

La profesora Trelawney le dirigió una amable sonrisa.

—Sí, querida. Ya sabía que nos dejaría la señorita Granger. Una siempre tiene la esperanza, sin embargo, de haber confundido los signos... El ojo interior puede ser una cruz, ¿sabéis?

Lavender y Parvati parecían muy impresionadas y se apartaron para que la profesora Trelawney pudiera ponerse en su mesa.

—Hermione se la está buscando, ¿verdad? —susurró Ron a Harry, con expresión sobrecogida.

—Sí...

Harry miró en la bola de cristal, pero no vio nada salvo niebla blanca formando remolinos. ¿De verdad había vuelto a ver al Grim la profesora Trelawney? ¿Lo vería él?

Lo que menos falta le hacía era otro accidente casi mortal con la final de quidditch cada vez más cerca.

Las vacaciones de Semana Santa no resultaron lo qué se dice relajantes. Los de tercero nunca habían tenido tantos deberes. Neville Longbottom parecía encontrarse al borde del colapso nervioso y no era el único.

—¿A esto lo llaman vacaciones? —gritó Seamus Finnigan una tarde, en la sala común—. Los exámenes están a mil años de distancia, ¿qué es lo que pretenden?

Pero nadie tenía tanto trabajo como Hermione. Aun sin Adivinación, cursaba más asignaturas que ningún otro. Normalmente era la última en abandonar por la noche la sala común y la primera en llegar al día siguiente a la biblioteca. Tenía ojeras como Lupin y parecía en todo momento estar a punto de echarse a llorar.

Ron se estaba encargando de la apelación en el caso de Buckbeak . Cuando no hacía sus propios deberes estaba enfrascado en enormes volúmenes que tenían títulos como Manual de psicología hipogrífica o ¿Ave o monstruo? Un estudió de la brutalidad del hipogrifo . Estaba tan absorto en el trabajo que incluso se olvidó de tratar mal a Crookshanks .

Harry, mientras tanto, tenía que combinar sus deberes con el diario entrenamiento de quidditch, por no mencionar las interminables discusiones de tácticas con Wood. El partido entre Gryffindor y Slytherin tendría lugar el primer sábado después de las vacaciones de Semana Santa. Slytherin iba en cabeza y sacaba a Gryffindor doscientos puntos exactos.

Esto significaba, como Wood recordaba a su equipo constantemente, que necesitaban ganar el partido con una ventaja mayor; si querían ganar la copa. También significaba que la responsabilidad de ganar caía sobre Harry en gran medida, porque capturar la snitch se recompensaba con ciento cincuenta puntos.

—Así, si les sacamos una ventaja de cincuenta puntos, no tienes más que cogerla

—decía Wood a Harry todo el tiempo—. Sólo si les llevamos más de cincuenta puntos, Harry, porque de lo contrario ganaremos el partido pero perderemos la copa. Lo has comprendido, ¿verdad? Tienes que atrapar la snitch sólo si estamos...

—¡YA LO SÉ, OLIVER! —gritó Harry.

Toda la casa de Gryffindor estaba obsesionada por el partido. Gryffindor no había ganado la copa de quidditch desde que el legendario Charlie Weasley (el segundo de los hermanos de Ron) había sido buscador. Pero Harry dudaba de que alguien de Gryffindor; incluido Wood, tuviera tantas ganas de ganar como él. Harry y Malfoy se odiaban más que nunca. A Malfoy aún le dolía el barro que había recibido en Hogsmeade, y le había puesto furioso que Harry se hubiera librado del castigo. Harry no había olvidado el intento de Malfoy de sabotearle en el partido contra Ravenclaw, pero era el asunto de Buckbeak lo que le daba más ganas de vencer a Malfoy delante de todo el colegio.

Nadie recordaba un partido precedido de una atmósfera tan cargada. Cuando las vacaciones terminaron, la tensión entre los equipos y entre sus respectivas casas estaba al rojo. En los corredores estallaban pequeñas peleas que culminaron en un desagradable incidente en el que un alumno de cuarto de Gryffindor y otro de sexto de Slytherin terminaron en la enfermería con puerros brotándoles de las orejas.

Harry lo pasaba especialmente mal. No podía ir a las aulas sin que algún Slytherin sacara la pierna y le pusiera la zancadilla. Crabbe y Goyle aparecían continuamente donde estaba él, y se alejaban arrastrando los pies, decepcionados, al verlo rodeado de gente. Wood había dado instrucciones para que Harry fuera acompañado a todas partes, por si los de Slytherin trataban de quitarlo de en medio. Toda la casa de Gryffindor aceptó la misión con entusiasmo, de forma que a Harry le resultaba imposible llegar a tiempo a las clases porque estaba rodeado de una inmensa y locuaz multitud. Estaba más preocupado por la seguridad de su Saeta de Fuego que por la suya propia. Cuando no volaba en ella, la tenía guardada con llave en su baúl, y a menudo volvía corriendo a la torre de Gryffindor para comprobar que seguía allí.

La víspera del partido por la noche, en la sala común de Gryffindor, se abandonaron todas las actividades habituales. Incluso Hermione dejó sus libros.

—No puedo trabajar; no me puedo concentrar —dijo nerviosa.

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