"Del objeto específico que recuerdes, debes volver a tus manos, y luego a otro objeto y así sucesivamente.
"Pero ahora debes enfocar la atención en todo lo que existe encima de este cerro, porque éste es el sitio más importante de tu vida."
Me miró como sondeando el efecto de sus palabras.
– Éste es el sitio en que morirás -dijo con voz suave.
Me moví con nerviosismo, cambiando de postura, y él sonrió.
– Tendré que venir contigo una y otra vez a este cerro -dijo-. Y luego tú tendrás que venir solo hasta que estés saturado de él, hasta que el cerro te rezume. Sabrás la hora en que estés lleno de él. Este cerro, como es ahora, será entonces el sitio de tu última danza.
– ¿Qué quiere usted decir con mi última danza, don Juan?
– Ésta es tu última parada -dijo-. Morirás aquí, estés donde estés. Cada guerrero tiene un sitio para morir. Un sitio de su predilección, donde eventos poderosos dejaron su huella; un sitio donde ha presenciado maravillas, donde se le han revelado secretos; un sitio donde ha juntado su poder personal.
"Un guerrero tiene la obligación de regresar a ese sitio de su predilección cada vez que absorbe poder, para guardarlo allí. Va allí caminando o bien soñando.
"Y por fin, un día que su tiempo en la tierra ha terminado y siente el toque de la muerte en el hombro izquierdo, su espíritu, que siempre está listo, vuela al sitio de su predilección y allí el guerrero baila ante su muerte.
"Cada guerrero tiene una forma específica, una determinada postura de poder, que desarrolla a lo largo de su vida. Es una especie de danza. Un movimiento que él hace bajo la influencia de su poder personal."
"Si el guerrero moribundo tiene poder limitado, su danza es corta; si su poder es grandioso, su danza es magnífica. Pero ya sea su poder pequeño o magnifico, la muerte debe pararse a presenciar su última parada sobre la tierra. La muerte no puede llevarse al guerrero que cuenta por última vez la labor de su vida, hasta que haya acabado su danza."
Las palabras de don Juan me dieron un escalofrío. El silencio, el crepúsculo, el espléndido paisaje: todo parecía haber sido colocado allí como tramoya para la imagen de la última danza de poder de un guerrero.
– ¿Puede usted enseñarme esa danza aunque no sea yo guerrero? -pregunté.
– Todo hombre que caza poder tiene que aprender esa danza -repuso-. Pero no te la puedo enseñar ahora. Tal vez tengas pronto un adversario que valga la pena y entonces te enseñaré el primer movimiento de poder. Tú mismo debes añadir los otros conforme sigas viviendo. Cada movimiento debe adquirirse durante una lucha de poder. Así que, hablando con propiedad, la postura, la forma de un guerrero, es la historia de su vida, una danza que crece conforme él crece en poder personal.
– ¿De veras se para la muerte a ver bailar al guerrero?
– Un guerrero no es más que un hombre. Un hombre humilde. No puede cambiar los designios de su muerte. Pero su espíritu impecable, que ha juntado poder tras penalidades enormes, puede ciertamente detener a su muerte un momento, un momento lo bastante largo para permitirle regocijarse por última vez en el recuerdo de su poder. Podemos decir que ése es un gesto que la muerte tiene con quienes poseen un espíritu impecable.
Experimenté una angustia avasalladora y hablé sólo por aliviarla. Le pregunté si había conocido guerreros que murieron, y en qué forma su última danza había afectado su morir.
– Ya párale -dijo con sequedad-. Morir es algo monumental. Es algo mucho más que estirar la pata y ponerte tieso.
– ¿Bailaré yo también ante mi muerte, don Juan?
– Sin duda. Estás cazando poder personal aunque todavía no vivas como guerrero. Hoy el sol te dio una señal. Lo mejor que produzcas en el trabajo de tu vida se hará al final del día. Por lo visto no te gusta el joven resplandor de la luz temprana. Viajar en la mañana no te llama la atención. Pero tu gusto es el sol poniente, amarillo viejo, y maduro. No te gusta el calor, te gusta el resplandor.
"Y así bailarás ante tu muerte, aquí, en la cima de este cerro, al acabar el día. Y en tu última danza dirás de tu lucha, de las batallas que has ganado y de las que has perdido; dirás de tus alegrías y desconciertos al encontrarte con el poder personal. Tu danza hablará de los secretos y las maravillas que has atesorado. Y tu muerte se sentará aquí a observarte.
"El sol poniente brillará sobre ti sin quemar, como lo hizo hoy. El viento será suave y dulce y tu cerro temblará. Al llegar al final de tu danza mirarás el sol, porque nunca volverás a verlo ni despierto ni soñando, y entonces tu muerte apuntará hacia el sur. Hacia la inmensidad."
Sábado, abril 8, 1962
– ¿Es la muerte un personaje, don Juan? -pregunté al tomar asiento en el pórtico.
Hubo un aire de desconcierto en la mirada de don Juan. Estaba sosteniendo una bolsa de provisiones que yo le había traído. La dejó cuidadosamente en el suelo y se sentó frente a mí. Me sentí animado y expliqué que deseaba saber si la muerte era una persona, o semejante a una persona, cuando observaba la última danza de un guerrero.
– ¿Es importante saber esto? -preguntó don Juan.
Le dije que la imagen me resultaba fascinante y deseaba saber cómo llegó a ella. Cómo sabía que así era.
– Es muy sencillo -dijo-. Un hombre de conocimiento sabe que la muerte es el último testigo porque la ve.
– ¿Quiere decir que usted mismo ha presenciado la última danza de un guerrero?
– No. No se puede ser testigo de eso. Sólo la muerte puede. Pero he visto a mi propia muerte observarme, y he bailado ante ella como si me estuviera muriendo. Al final de mi danza, la muerte no apuntó. en ninguna dirección, ni el sitio de mi predilección se estremeció diciéndome adiós. De modo que mi tiempo sobre la tierra no se había acabado todavía, y no morí. Cuando todo eso tuvo lugar, yo tenía poder limitado y no entendía los designios de mi propia muerte; por eso creía estarme muriendo.
– ¿Era su muerte como una persona?
– Ya te estás haciendo el loco otra vez. Piensas que todo lo vas a entender haciendo preguntas. Yo no creo que lo logres, pero ¿quién soy para decir?
"La muerte no es como una persona. Es más bien una presencia. Pero también podría uno decir que no es nada y sin embargo es todo. Uno tendría razón en todos aspectos. La muerte es cualquier cosa que uno desee.
"Yo me siento a gusto con la gente, de modo que la muerte es para mí una persona. También soy dado a los misterios, de modo que la muerte tiene para mí ojos huecos. Puedo mirar a través de ellos. Son como dos ventanas, pero se mueven como ojos. Así puedo decir que la muerte, con sus ojos huecos, mira a un guerrero mientras él baila por última vez en la tierra."
– ¿Pero es, así sólo para usted, don Juan, o es lo mismo para otros guerreros?
– Es lo mismo para cada guerrero que tiene una danza de poder, y sin embargo no lo es. La muerte presencia la última danza del guerrero, pero la manera en que el guerrero ve a su muerte es asunto personal. Puede ser cualquier cosa: un pájaro, una luz, una persona, una mata, una piedrita, un trozo de niebla, o una presencia desconocida.
Esas imágenes de la muerte me inquietaron. No pude hallar palabras adecuadas para dar voz a mis preguntas, y tartamudeé. Don Juan me miró con fijeza, sonriendo, y me animó a hablar.
Le pregunté si la forma en que un guerrero veía a su muerte dependía de cómo lo hubieran educado. Usé como ejemplos a los indios yumas y yaquis. Mi propia idea era que la cultura determinaba el modo en que uno se representaba a la muerte.
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