Jack Kerouac - En el camino

Здесь есть возможность читать онлайн «Jack Kerouac - En el camino» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

En el camino: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «En el camino»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

"On the Road", la novela que el célebre escritor norteamericano Jack Kerouac (1922-1969) publicó en 1957, narra cuatro viajes que él mismo realizó entre 1947 y 1949. El enorme éxito que la obra tuvo entre los desarropados miembros de su generación contribuyó enormemente a popularizar la Ruta 66, a pesar de no tratarla sino de pasada.
El amor a los viajes, mejor cuanto más locos e imprevisibles, que su autor compartía con gran parte de sus contemporáneos, queda perfectamente definido en las narraciones que contiene. De esta forma resulta lógico el hecho de que no se conceda una especial atención al camino seguido en los viajes, ya que lo realmente importante es la forma en que suceden y las experiencias que aportan al viajero.
Toda una generación, llamada Beat Generation, tuvo en el libro su Biblia y en el viaje su camino. La Ruta 66 jugó un papel importante en este planteamiento, llenándose de "hipsters", como eran conocidos los jóvenes de la época, haciendo autostop o conduciendo enloquecidamente en coches destartalados.
Algunos años después, esta generación que llamaron "Beat" (perdida) y muchos de sus miembros, evolucionaría hasta lo que ahora conocemos como Epoca Hippie.
Sin embargo, esa pasión por viajar que reflejó "On The Road" queda mejor expresada en el primero de los viajes, que condujo a Kerouac desde Nueva York hasta San Francisco, y de allí a Los Angeles, siguiendo la Ruta 6 llamada Ruta del Noroeste, en verano de 1947.
Después de haber estado varios meses planeando su descubrimiento del Oeste, Kerouac decidió hacer gran parte del viaje en autostop para "charlar con el país además de verlo".
En Chicago extrajo una primera conclusión de su viaje, al darse cuenta de que la ciudad era en esencia igual que cualquier otra que ya conociera: comprendió que estaba buscando algo, "lo que fuera", del mismo modo que otros muchos miembros de su generación.
Al despertar en un sucio hotel de Iowa se descubrió diferente, nuevo, y tomó conciencia de la misión de su futura obra literaria: descubrir quién era aquel nuevo Jack Kerouac, buscador de América y de su propia identidad.
Todo el viaje supuso para Kerouac un aprendizaje continuo, un observarlo todo y extasiarse ante pequeños detalles, donde encontraba el verdadero significado de las cosas y de las personas. El aspecto de un vaquero, la risa de un hombre en un bar, las historias de los vagabundos con los que compartía en autostop la caja de algún camión.
Estudiando la naturaleza de su país, de las diferencias y los parecidos que unían a sus pobladores, avanzó, casi siempre solo y combinando el autostop con trayectos en autobús, por Nebraska y Wyoming hasta Denver, donde pasó diez días con varios de sus amigos.
Continuó en autobús hasta San Francisco donde trabajó como guarda de seguridad una temporada y luego continuó viaje hacia Los Angeles, primero en autostop y luego en autobús. Pasó dos semanas con una joven mexicana a la que conoció en la estación, y con la que incluso planeó regresar por la ruta 66. Pero al final regresó solo.
Después de pasar por Hollywood, Jack preparó diez bocadillos de salami en un aparcamiento y tomó un autobús que seguía la Ruta 66. A lo largo de todo el sudoeste, continuó su contemplación de la vida americana y los cambios de su continente. Llegó a Pensilvania con veinticinco centavos y continuó en autostop de regreso a Nueva York.

En el camino — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «En el camino», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Esa Beverly es una chica guapísima, se reunirá conmigo en Nueva York, nos casaremos en cuanto tenga los documentos para divorciarme de Camille. Todo funciona, Sal, y estamos en marcha. ¡Sí, sí!

Cuanto más nos alejábamos de Denver nos sentíamos mejor, y nos estábamos alejando muy de prisa. Se hizo de noche cuando dejamos la autopista en Junction y cogimos una estrecha carretera que nos llevó a través de las lúgubres llanuras del este de Colorado hasta el rancho de Ed Wall, en medio de Coyote Alto. Pero seguía lloviendo y el barro era muy resbaladizo y Dean redujo la marcha a cien por hora, pero le dije que fuera aún más despacio o patinaríamos, y él me respondió:

– No te preocupes, tío, ya me conoces.

– No esta vez -respondí-. Vas demasiado rápido. -Y nada más decir esto, nos encontramos con una curva muy pronunciada hacia la izquierda y Dean se agarró con fuerza al volante e intentó tomarla bien, pero el coche resbaló sobre el barro y osciló peligrosamente.

– ¡Cuidado! -gritó Dean, a quien todo le daba lo mismo, luchando contra su buena estrella durante un momento, y terminamos con la parte trasera en la cuneta y la delantera en la carretera. Se hizo un impresionante silencio. Oíamos gemir el viento. Estábamos en mitad de una pradera desierta. Había una granja a unos quinientos metros carretera adelante. Yo lanzaba juramentos y estaba muy enfadado con Dean. Él no decía nada y salió camino de la granja, cubierto con un impermeable, a buscar ayuda.

– ¿Es hermano suyo? -preguntaron los chicos del asiento de atrás-. Es un demonio con el coche… y según lo que cuenta, también debe serlo con las mujeres.

– Está loco, sí -les respondí-, pero es mi hermano. -Y vi que Dean volvía con el granjero y su tractor. Engancharon unas cadenas al parachoques y el coche salió de la cuneta. Estaba cubierto de barro y el parachoques quedó destrozado. El granjero nos cobró cinco dólares. Sus hijas observaban bajo la lluvia. La más guapa y tímida se escondía en el campo y hacía bien porque era indudablemente la chica más guapa que Dean y yo habíamos visto en nuestra vida. Tenía unos dieciséis años, un aspecto de la llanura maravilloso con una piel como las rosas, y ojos azules, el cabello adorable y la timidez y agilidad de una gacela. Cada vez que la mirábamos retrocedía asustada. Allí estaba de pie con los inmensos vientos que soplaban desde Saskatchevan jugando con su cabello que formaba maravillosos bucles en torno a su cabeza. Y se ruborizaba y se ruborizaba.

Terminamos nuestros asuntos con el granjero, echamos una última mirada al ángel de la pradera, y nos alejamos, ahora más despacio, hasta que cayó la noche por completo y Dean dijo que el rancho de Ed Wall estaba allí mismo, delante de nosotros.

– Las chicas como ésa me asustan -dije-. Lo abandonaría todo por ella y me arrojaría a sus pies; quedaría a su merced y si me rechazara me iría para siempre de este mundo.

Los chicos del colegio de jesuitas se reían. Sólo sabían de bromas colegiales y en sus cabezas de chorlito sólo tenían mucho Aquino mal digerido. Dean y yo no les hicimos ningún caso. Mientras cruzábamos la praderas cubiertas de barro me contaba cosas de sus días de vaquero y me enseñó un trecho de la carretera donde pasó una mañana entera cabalgando; y dónde había estado arreglando la alambrada nada más llegar a los terrenos de Wall, de una extensión tremenda; y donde el viejo Wall, el padre de Ed, solía alborotar persiguiendo una ternera en su coche por la yerba alta y gritando:

– ¡Cógela, cógela, cagoendiós!

– Tenía que comprar un coche nuevo cada seis meses -me explicó Dean-. No le importaba. Cuando se nos escapaba un animal corría en su persecución hasta que el coche se atascaba en un pantano y luego seguía a pie. Contaba hasta el último centavo que ganaba y lo guardaba en un puchero. Era un viejo ranchero loco. Ya te enseñaré algunos de los coches que destrozó, están cerca del granero. Estuve aquí en libertad condicional después de mi último lío. Y aquí vivía cuando le escribí aquellas cartas a Chad King.

Dejamos la carretera y nos metimos por un sendero sinuoso que atravesaba los pastos de invierno. Apareció de pronto ante nuestros faros un melancólico grupo de vacas con la cara blanca.

– ¡Aquí están! ¡Las vacas de Wall! ¡No podremos pasar a través de ellas! Tendremos que bajarnos y espantarlas. ¡En!¡Eh!¡Eh!

Pero no necesitamos hacerlo y avanzamos lentamente entre ellas, a veces golpeándolas suavemente, mientras se movían lentamente y mugían como un mar rodeando las puertas del coche. Más allá vimos la luz de la casa de Ed Wall. Alrededor de esa luz se extendían cientos de kilómetros de pastos.

La clase de oscuridad absoluta que cae sobre una pradera como ésta resulta inconcebible para alguien del Este. No había luna, ni estrellas, ni luz, excepto la de la cocina de la señora Wall. Lo que existía pasadas las sombras del porche era una interminable visión del mundo que no se conseguiría ver hasta el amanecer. Después de llamar a la puerta y de preguntar allí en la oscuridad por Ed Wall, que estaba ordeñando las vacas en el establo, di un breve y cauteloso paseo por aquella oscuridad, fueron sólo unos veinte pasos, ni uno más. Me pareció oír coyotes. Wall dijo que probablemente era uno de los caballos salvajes de su padre que relinchaba a lo lejos. Ed Wall tenía más o menos nuestra edad, era alto, ágil, de dientes en punta, y lacónico. Él y Dean habían pasado muchas tardes en las esquinas de la calle Curtís silbando a las chicas que andaban por allí. Ahora nos hizo entrar amablemente en la oscura, parda y poco utilizada sala de estar y anduvo en la oscuridad hasta que encontró unas mortecinas lámparas y las encendió y dijo a Dean:

– ¿Qué coño te ha pasado en ese dedo?

– Pegué a Marylou y se me infectó y tuvieron que amputarme un pedazo.

– ¿Adónde hostias vas y por qué? -me di cuenta que se comportaba como el hermano mayor de Dean. Meneó la cabeza; todavía tenía el cubo de leche a sus pies-. Bueno, de todos modos siempre has sido un hijoputa sin pizca de seso.

Entretanto su joven esposa preparó un magnifico banquete en la enorme cocina del rancho. Se disculpó por el helado de melocotón:

– No lleva más que nata y melocotones congelados -pero, claro está, fue el único helado auténtico que había tomado en toda mi vida. Empezó poco a poco y terminó en la abundancia; a medida que íbamos comiendo aparecían nuevas cosas en la mesa. Era una rubia bastante guapa, pero como todas las mujeres que viven en los grandes espacios abiertos se quejaba de que se aburría un poco. Habló de los programas de radio que solía escuchar a esta hora de la noche. Ed Wall estaba sentado y se limitaba a mirarse las manos. Dean comió vorazmente. Quería que yo siguiera su historia de que el Cadillac era mío. Según él, yo era un hombre muy rico y él era mi amigo y mi chófer. Aquello no impresionó en absoluto a Ed Wall. Cada vez que el ganado hacía ruido en el establo levantaba la cabeza y escuchaba.

– Bueno, espero que lleguéis bien a Nueva York -dijo, pero lejos de creer la historia de que el Cadillac era mío, estaba seguro de que Dean lo había robado. Estuvimos en el rancho aproximadamente una hora. Ed Wall había perdido toda su confianza en Dean, lo mismo que Sam Brady… lo miraba con desconfianza siempre que lo miraba. Habían pasado días muy agitados cuando, terminada la recolección del heno, andaban por la calles de Laramie, Wyoming; pero todo aquello estaba muerto e ido.

Dean saltaba convulsivamente en su silla.

– Muy bien, sí, sí, muy bien, y ahora creo que lo mejor será que nos larguemos porque tenemos que estar en Chicago mañana por la noche y ya hemos perdido varias horas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «En el camino»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «En el camino» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «En el camino»

Обсуждение, отзывы о книге «En el camino» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x