Javier Marías - Tu rostro mañana - 3 Veneno y sombra y adiós

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Marías - Tu rostro mañana - 3 Veneno y sombra y adiós» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Tu rostro mañana: 3 Veneno y sombra y adiós: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tu rostro mañana: 3 Veneno y sombra y adiós»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

«Uno no lo desea, pero prefiere siempre que muera el que está a su lado, en una misión o una batalla, en una escuadrilla aérea o bajo un bombardeo o en la trinchera cuando las había, en un asalto callejero o en un atraco a una tienda o en un secuestro de turistas, en un terremoto, una explosión, un atentado, un incendio, da lo mismo: el compañero, el hermano, el padre o incluso el hijo, aunque sea niño. Y también la amada, también la amada, antes que uno mismo.»
Así arranca `Veneno y sombra y adiós`, el tercer y último volumen de `Tu rostro mañana`, la grandiosa novela de Javier Marías que, por fin completa, y como ya ha anticipado la crítica extranjera, se revela como una de las cumbres literarias de nuestro tiempo. El narrador y protagonista, Jacques o Jaime o Jacobo Deza, acaba por conocer aquí los inesperados rostros de quienes lo rodean y también el suyo propio, y descubre que, bajo el mundo más o menos apaciguado en que vivimos los occidentales, siempre late una necesidad de traición y violencia que se nos inocula como un veneno. Con sus nuevos y cruciales episodios en Londres, Madrid y Oxford, con su desenlace sobrecogedor, se cierra aquí una historia que es mucho más que una historia apasionante, contada con la maestría de uno de los mejores novelistas contemporáneos, y tal vez el más profundo y arriesgado.

Tu rostro mañana: 3 Veneno y sombra y adiós — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tu rostro mañana: 3 Veneno y sombra y adiós», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Y por qué no le has pedido a él la cita? -me preguntó el vil Garralde, más por cotillería que por ponerme trabas-. Te la habría dado seguro.

– No lo creo. Está resentido conmigo, por un par de tonterías. Quiero arreglarlo, ha habido un malentendido. Pero no debe saber que estoy aquí. Me señalas su despacho y ya me presento yo allí solo.

– Pero, ¿no es mejor que yo te anuncie? Él tiene más jerarquía.

Era como sí no me hubiera oído. Hábil para sus relaciones, pero en sí mismo lerdo. Me irritó, estuve a punto de abalanzarme sobre su nutrido cabello, resultaba inverosímil que se pareciera tantísimo al legendario gorro de Crockett, rey de la salvaje frontera (aunque se lo vi más apelmazado que otras veces, quizá empezaba a asemejarse a un gorro ruso de invierno). Me contuve una vez más, al fin y al cabo iba a hacerme un pequeño favor que intentaría cobrarme pronto, no era de los que aguardaban.

– Qué te acabo de decir, Garralde. Si me anuncias no querrá recibirme, y además puedes tú cargártela, ¿no lo entiendes?

Como era un hombre rastrero, este último argumento agilizó un poco su mente. Por nada del mundo quería enemistarse nunca con un superior, ni contrariarlo, aunque no lo fuera suyo en escala directa. Sentí conmiseración por él un instante: cómo se podía tener por encima a Ratita de la Garza. Nuestro mundo está mal ordenado y es injusto y es corrupto, puesto que permite eso, que haya gente a las órdenes de un tan gran capullo. Era lo más patético concebible. Claro que también era tremendo que alguien pudiera tener por encima a Garralde y hubiera de obedecerle.

– Está bien, como digas -contestó-. Déjame mirar al menos si está solo. Si tuviera una reunión, te serviría de poco entrar por sorpresa. No podrías deshacer el malentendido, ya me contarás, con testigos.

– Te acompaño. Así ya me guías y me indicas la puerta. Esperaré fuera, descuida, y antes de entrar te daré tiempo a alejarte. No se enterará de que has tenido que ver con mi visita.

– ¿Y cuándo quedamos tú y yo para ese almuerzo? -me preguntó antes de ponernos en marcha. Tenía que asegurar su pago, el menor, el inmediato al menos. Ya trataría de sacarme algo mejor más adelante, bien de intereses. Pero yo pensaba pasármelos por el forro, y a lo mejor también el almuerzo. Se cabrearía momentáneamente, pero le aumentarían el respeto por mí y la intriga, al verme tan despreocupado de mis compromisos-. Me encantaría conocer ese sirio que dices.

– El sábado si te va bien. Luego tengo que irme a Madrid unos días. Te llamo mañana y quedamos. Yo reservo.

– Oro!

No soportaba que exclamara eso. La verdad es que de él no soportaba nada. Reservaría su madre, lo llamaría su padre, eso decidí entonces, ya encontraría luego pretextos.

Me condujo por unos pasillos alfombrados y llevaderamente laberínticos, por lo menos torcimos seis veces. Por fin se detuvo a prudente distancia de una puerta entornada o casi abierta, oímos voces declamatorias, o era una sola, sonaba como si recitara unos versos de ritmo machacón y raro, no resultaba muy audible, o quizá una letanía.

– ¿Está solo? -le pregunté en un cuchicheo.

– No estoy seguro. Podría estarlo, aunque hable. Espera, no, ahora me acuerdo: hoy ha venido el Profesor Rico. Tiene una charla magistral esta tarde en el Cervantes. Lo mismo están ensayándola. -Y a continuación consideró necesario ilustrarme-: El Profesor Francisco Rico, nada menos. No sé si lo sabes, pero es una gran eminencia, un primer espada, y muy severo. Al parecer trata a patadas a la gente que le parece idiota o que lo importuna. Es muy temido, muy impertinente, muy cáustico. Ni loco debes interrumpirlos, Deza. Es académico de la Española.

– Será mejor que el Profesor no te vea, entonces. Esperaré aquí a que terminen. Tú sí lárgate, no te vaya a caer una bronca. Gracias por todo y no te preocupes, ya me apaño.

Garralde dudó un momento. No se fiaba de mí, con razón. Pero debió de pensar que, pasara lo que pasara o hiciera lo que yo hiciera, más le valía no estar presente. Se alejó por los pasillos, volviéndose cada pocos pasos y repitiéndome sin articular sonido hasta que desapareció de mi vista (se le leían bien los labios):

– No entres, no se te ocurra interrumpirlos. Es académico.

Había aprendido de Tupra y de Rendel a moverme sin hacer casi ruido, lo mismo que a abrir puertas cerradas, si no tenían complicaciones, y a atrancarlas, como la del lavabo de los minusválidos. Así que avancé hasta la altura del despacho de De la Garza, pero manteniéndome lo más alejado de él que podía, por la orilla opuesta del pasillo. Desde allí vi la habitación casi entera, en todo caso los vi a los dos, al mameluco y a Rico, la cara de éste la conocía bien de la televisión y los diarios y no era apenas confundible, un hombre calvo que curiosa y audazmente no se comportaba como calvo, con mirada displicente o incluso hastiada a menudo, debía de vivir muy harto de la ignorancia circundante, debía de maldecir sin pausa haber nacido en esta época iletrada por la que sentiría un desprecio enorme; en sus declaraciones a la prensa y en sus escritos (le había leído alguno suelto) daba la impresión de estarse dirigiendo no a unos futuros lectores más cultos, en los que sin duda no confiaba, sino a otros del pasado, bien muertos, como si creyera que en los libros -a ambos lados de los libros: hablan en mitad de la noche como habla el río, con sosiego o desgana, y su rumor también es tranquilo o paciente o lánguido- estar vivo o estar muerto sólo fuera una cuestión azarosa y secundaria. Quizá pensaba, como su compatriota y mío, que 'es el tiempo la única dimensión en que pueden hablarse y comunicarse los vivos y los muertos, la única que tienen en común y los une', y que por eso todo tiempo es indiferente y compartido por fuerza (en él hemos estado y estaremos todos), y que se coincida en él físicamente resulta tan sólo algo accesorio, como que se llegue tarde o pronto a una cita. Le vi su característica boca grande, bien trazada y como esponjosa, recordaba un poco a la de Tupra, pero en menos húmeda y salvaje. La mantenía cerrada, casi apretada, no era de ella de donde provenían los primitivos ritmos, sino de la de Rafita, quien al parecer no sólo se sentía rapero negro de noche y en los locales chic idióticos, sino también hip-hopper blanco a la luz del día y en su mismísimo despacho de la Embajada, aunque ahora vistiera convencionalmente y no llevara chaqueta rígida y grande, ni aro de adivina en la oreja, ni redecilla pseudotaurina ni sombrero ni bandana ni gorro frigio ni nada puesto sobre su cabeza hueca. Terminó su recitado con soniquete y le dijo con satisfacción a Francisco Rico, hombre de gran saber:

– Qué, ¿qué le ha parecido esto, Profesor?

El Profesor llevaba gafas grandes, posiblemente gruesas y con cristales sin antirreflejo, pero aun así pude distinguirle una mirada gélida, de estupefacción mohína, como si, más que enfadarse, en verdad no diera crédito a las pretensiones o sometimientos de De la Garza.

– No me emociona. Ps. Tah. Ni por asomo. -Así lo dijo, 'Ps'. Ni siquiera le salió el 'Pse' más clásico, que quiere decir 'Regular' o 'Ni fu ni fa' (nadie sabe qué significa esto último, pero sin cesar se emplea). 'Ps', sobre todo seguido de 'Tah', era mucho más descorazonador, muy disuasorio.

– Déjeme que le suelte otro, Profesor. Está mucho más elaborado y tiene más mala hostia, más puña.

Ya estaba con sus semijergas y sus semigroserías, y a Rafita no lo disuadía nadie. Me sentí más tranquilo al comprobar que no había cambiado apenas desde la última vez que lo había visto, tirado en el suelo y palízado, con un susto de muerte literal en el cuerpo, tembloroso y suplicante en silencio, los ojos desviados y turbios sin ni siquiera atreverse a mirarnos, al castigador y a su acompañante, que era yo, estaba asociado. Lo veía recuperado, la cosa no habría sido muy grave si seguía dispuesto a importunar a cualquiera doquiera. Debía de ser de los que nunca aprendían, un sujeto sin remedio. Claro que no era previsible que el Profesor Rico le sacara una espada ni una daga, ni que lo agarrara de la nuca y le golpeara la frente contra la mesa, varias veces. A lo sumo le soltaría un gran bufido, o lo pondría a caldo con crudeza, en efecto tenía fama de mordaz e hiriente, como había comentado el vil Garralde, y de no guardarse sus opiniones rudas ni sus ofensas, cuando las consideraba justificadas. Estaba indolentemente sentado en una butaca, la cabeza echada hacia atrás como la de un juez desinteresado y escéptico, las piernas cruzadas con garbo, el antebrazo derecho apoyado en el respaldo, en la mano un cigarrillo cuya ceniza dejaba caer al suelo dándole golpecitos tenues con la uña del pulgar al filtro. Era obvio que si alguien no le ponía un cenicero justo debajo, él no iba a molestarse en buscarlo. Despedía el humo por la nariz a veces, algo un poco anticuado hoy en día, por eso todavía elegante. La prohibición de fumar en dependencias oficiales le traía sin duda al fresco. Iba bien vestido y calzado, la camisa y el traje me parecieron de Zegna o de Corneliani o por ahí, pero los zapatos no eran de Hlustik, eso seguro, debían de ser también meridionales. Rafita estaba de pie frente a él, se lo notaba excitado, como si le importara el juicio de Rico, que por lo demás no escuchaba al no ser benévolo por el momento. Cada vez hay más personas así en todo el mundo, que sólo se enteran de lo que les gusta o halaga, y lo que no, como si no lo oyeran directamente. Empezó siendo un fenómeno propio de los políticos y de los artistas mediocres afanosos de éxito, pero se lo han contagiado a las poblaciones enteras. Yo los veía a los dos como desde la fila cinco de un teatro, y si me centraba bien frente a la puerta entreabierta, ambos aparecían en mi campo visual sin cortes.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tu rostro mañana: 3 Veneno y sombra y adiós»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tu rostro mañana: 3 Veneno y sombra y adiós» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Tu rostro mañana: 3 Veneno y sombra y adiós»

Обсуждение, отзывы о книге «Tu rostro mañana: 3 Veneno y sombra y adiós» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x