“¿Mamá?”, preguntó Rose.
“Está bien”, dijo Avery mientras corría a la ventana rota. Su apartamento estaba en el segundo piso, así que era posible que alguien alcanzara su ventana.
No vio a nadie en la calle directamente debajo. Pensó en salir y bajar las escaleras, pero la persona que había tirado el ladrillo y el gato ya estaría muy adelantada. Y con el ajetreo del tráfico y los peatones de Boston a estas horas de la noche (solo eran las 9:35), de seguro ya había escapado.
Dio un paso hacia el gato, con cuidado de no pisar el vidrio con sus pies descalzos.
Había un pequeño pedazo de papel entre el gato y la correa de caucho. Se agachó para agarrar la nota, haciendo una mueca al sentir el cuerpo frío y rígido del gato.
“Mamá, ¿qué demonios?”, preguntó Rose.
“Hay una nota”.
“¿Quién haría algo así?”.
“No sé”, respondió ella mientras sacó la nota y la desenrolló. Había sido escrita en una hoja de papel para notas. La nota era muy simple, pero envió escalofríos por todo su cuerpo.
¡Soy LIBRE! ¡Y estoy LOCO por volverte a ver!
“Mierda”, pensó. “Howard. Tiene que ser él”.
Este fue el primer pensamiento que pasó por su cabeza y se encontró tratando de echarlo a un lado enseguida. Al igual que la brutalidad del asesinato con la pistola de clavos, algo sobre una declaración tan descarada como tirar un gato muerto por la ventana de un apartamento con una nota amenazadora no parecía algo que Howard Randall haría.
“¿Qué dice?”, preguntó Rose, acercándose un poco. Parecía estar al borde del llanto.
“Es solo una amenaza ridícula”.
“¿De quién?”.
En lugar de responderle a Rose, agarró su teléfono celular del sofá y llamó a O’Malley.
“¿De quién?”, le había preguntado Rose.
Y cuando el teléfono empezó a sonar en el oído de Avery, al parecer solo había una respuesta plausible.
Howard Randall.
Bastantes cosas sucedieron en los doce minutos que le tomó a O’Malley llegar a su casa. Para empezar, la patrulla de la A1 no fue el primer vehículo en llegar. Una furgoneta de noticias frenó bruscamente en frente del edificio de apartamentos de Avery. Vio a tres personas acercarse a su ventana rota: un reportero, un camarógrafo y un tipo que cargaba un cable que salía de la parte trasera de la furgoneta.
“Mierda”, dijo Avery.
El equipo de noticias estaba casi listo cuando O’Malley llegó. Otro auto se detuvo detrás del suyo, casi chocando contra la furgoneta de noticias. No le sorprendió cuando vio a Finley bajarse. Connelly aparentemente estaba posicionando a Finley para ascender, tal vez incluso para ocupar el lugar de Ramírez.
Ella frunció el ceño a la furgoneta de noticias mientras observaba a Finley pegarle gritos al reportero. Hubo una breve disputa entre ellos antes de que Finley y O’Malley se alejaran de la vista, caminando hacia las escaleras que los llevarían al apartamento de Avery.
Avery les abrió la puerta cuando tocaron y no les dio la oportunidad de decir nada antes de dejar escapar sus preocupaciones y frustraciones.
“O’Malley, ¿qué diablos? Te llamé directamente en lugar de llamar a la comisaría para evitar los equipos de noticias. ¿Qué diablos les pasa?”.
“Tienen la boca hecha agua con el escape de Howard Randall. Y saben que eres un rostro conocido en su historia. Así que te están vigilando. Supongo que este equipo en particular tiene un escáner”.
“¿De llamadas telefónicas?”, preguntó Avery.
“No. Mira, he tenido que informar de esto a la comisaría. Es demasiado importante. Supongo que se enteraron por eso”.
Avery quería estar furiosa, pero sabía lo difícil que era comunicarse de forma encubierta cuando medios de comunicación frenéticos estaban trabajando duro para anunciar una historia. Miró al equipo de noticias, quienes estaban filmando un segmento. Mientras miraba, otro vehículo de noticias se detuvo detrás de los demás autos, esta vez un pequeño VUD.
O’Malley y Finley miraron el ladrillo, el gato y los vidrios rotos. Avery había dejado la nota en el suelo ya que no quiso colocar un papel que había estado en el cadáver de un gato sobre su mesa de cocina o mesa de centro.
“No me gusta decirlo”, dijo Finley, “pero esto se ve académico. Digo... ¿soy libre? ¿Quién más podría ser, Avery?”.
“No lo sé. Pero... sé que es posible que les cueste creer esto, pero simplemente no me parece algo que Howard haría”.
“El viejo Howard Randall, tal vez”, dijo O’Malley. “Pero, ¿quién sabe cómo cambió en la cárcel?”.
“Espera”, dijo Rose. “No entiendo. Mamá hizo que este tipo saliera en libertad. ¿Por qué vendría por ella? ¿No debería estar agradecido?”.
“Debería”, dijo O’Malley. “Pero así no funciona una mente criminal”.
“Tiene razón”, dijo Avery. “Alguien como Howard consideraría a todas las personas que estuvieron involucradas en el proceso amenazas, incluso a mí, la abogada que logró ponerlo en libertad. Pero Howard... él no es así. En las pocas veces que fui a pedirle ayuda fue... no sé... sociable. Si albergaba rabia en mi contra, lo ocultaba excepcionalmente bien”.
“Por supuesto que lo hizo”, dijo O’Malley. “¿Crees que su escape fue un accidente? Te apuesto a que este asqueroso llevaba meses planeándolo. Tal vez incluso desde su primer día allí. Y si planeó escaparse y venir tras de ti o por lo menos involucrarte en un plan desquiciado, ¿por qué diablos te lo haría saber?”.
Avery quería discutir, pero entendía su punto. Tenía muchas razones para pensar que esta nota era de Howard. Y también sabía que el miedo inherente de la ciudad a su fuga le hacía fácil a él y a Connelly culpar a Howard por el asesinato con la pistola de clavos.
“Mira, pongamos a Howard Randall de lado por un momento”, dijo. “Alguien tiró esto por mi ventana. Solo pensé que sería mejor acudir a los canales apropiados, ya que está claro que Connelly me quiere tan lejos de cualquier cosa que pueda estar relacionada con Howard como sea posible”.
“Entiendo eso”, dijo Finley. “Hablé con él antes de venir. Está ocupado con el alcalde y la prensa en este momento”.
“¿Por Howard Randall?”.
Finley asintió.
“Dios mío”, dijo Avery. “Esto se está poniendo ridículo”.
“Bueno, entonces no te gustará lo que me ordenó hacer”, dijo O’Malley.
Ella esperó a que O’Malley se lo dijera. Veía que se sentía incómodo, que preferiría tener a Connelly aquí para que él mismo diera la orden. Finalmente suspiró y dijo: “Él quiere que te reubiquemos durante unos días. Incluso si Randall no lanzó este ladrillo, es evidente que eres el blanco de alguien, y que esa persona te está amenazando. Y sí... es probablemente porque él se escapó. Odio decirte eso, pero esto no pinta bien. Lo pusiste en libertad... y luego él comenzó a matar a gente como loco. Muchas personas...”.
“Eso es muy ridículo”, espetó Rose. “¿La gente cree que mi madre tuvo algo que ver con su fuga?”.
“Hay algunos que lo han llevado a esos extremos, sí”, admitió O’Malley. “Afortunadamente, solo ha habido rumores de eso en las noticias. ¿No los has escuchado?”, preguntó, mirando a Avery.
Pensó en los momentos que pasó en las nubes en la habitación de Ramírez. La televisión había estado encendida y había visto la cara de Howard. Pero nunca había visto su nombre, no había esperado hacerlo. Finalmente negó con la cabeza en respuesta a la pregunta de O’Malley.
“Bueno, no sé cómo te parezca a ti, pero creo que tiene toda la razón. Es necesario que te reubiques hasta que esto se esfume. Digamos que la persona que arrojó este ladrillo no es Howard. Eso significa que algún ciudadano desconocido lo arrojó. Algún idiota descontento que piensa que eres responsable de que un asesino esté prófugo. ¿Adónde quieres ir? Piénsalo mientras empacas. Finley y yo estaremos encantados de llevarte”.
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