Blake Pierce - Una Razón para Huir

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Una dinámica historia que atrapa desde el primer capítulo y no deja ir. Midwest Book Review, Diane Donovan (sobre Una Vez Desaparecido) Del autor de misterio #1 mejor vendido Blake Pierce llega una nueva obra maestra del suspenso psicológico. En UNA RAZÓN PARA HUIR (Un misterio de Avery Black – Libro 2), un nuevo asesino serial acecha a Boston, matando a sus víctimas de maneras extrañas, provocando a la policía con misteriosos rompecabezas que hacen referencia a las estrellas. A medida que las apuestas suben y la presión aumenta, el Departamento de Policía de Boston es forzado a llamar a su más brillante, y más controversial, detective de homicidios: Avery Black. Avery, aún conmovida por su último caso, se encuentra enfrentada a una comisaría rival y un brillante e ingenioso asesino que siempre está un paso delante de ella. Se ve forzada a entrar a su oscura y retorcida mente a medida que él deja pistas para su siguiente asesinato, y forzada a buscar en lugares en su propia mente adonde preferiría no entrar. Se encuentra obligada a buscar el consejo de Howard Randall, el retorcido asesino serial al que puso tras las rejas años atrás, todo mientras su nueva y floreciente vida con Rose y Ramírez se derrumba. Y justo cuando las cosas no podrían ser peores, descubre algo más: ella misma puede ser una víctima. En un juego psicológico del gato y el rato, una frenética carrera contra el tiempo lleva a Avery a través de una serie de sorprendentes e inesperados giros, culminando en un clímax que ni siquiera Avery podría haber imaginado. Un oscuro thriller psicológico con suspenso que acelera el corazón, UNA RAZÓN PARA HUIR es el libro #2 de una fascinante nueva serie, con un querido nuevo personaje, que te dejará dando vuelta las páginas hasta tarde en la noche. El libro #3 de la serie Avery Black estará disponible pronto. Una obra maestra del thriller y el misterio. Pierce hizo un magnífico trabajo desarrollando personajes con un lado psicológico, tan bien descritos que nos sentimos dentro de sus mentes, seguimos sus miedos y los alentamos en sus éxitos. La trama es muy inteligente y te mantendrá entretenido a través del libro. Lleno de giros, este libro te mantendrá despierto hasta dar vuelta la última página. Books and Movie Reviews, Roberto Mattos (sobre Once Gone)

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En el resplandor del sol, en la superficie blanca de la proa del barco, justo encima de la cabeza de la mujer entre su cuerpo y su sombra, Avery vio una estrella. Alguien había utilizado su dedo para dibujar una estrella, ya sea con saliva o agua salada.

Ramírez llamó a O’Malley.

“¿Qué dijeron los forenses?”.

“Encontraron algunos pelos en el cuerpo. Podrían ser de una alfombra. El otro equipo aún está en el apartamento”.

“¿Qué apartamento?”.

“El apartamento de la mujer”, dijo O’Malley. “Creemos que fue secuestrada allí. No hay huellas por ninguna parte. El tipo pudo haber usado guantes. No sabemos cómo la trasladó aquí, a un muelle muy visible, sin que nadie lo viera. Se metió con unas de las cámaras del puerto deportivo. Debió haberlo hecho justo antes del asesinato. Posiblemente fue asesinada anoche. Parece que el cuerpo no fue molestado, pero el forense tiene la última palabra”.

Holt hizo un ruido.

“Esta es una pérdida de tiempo”, le espetó a O’Malley. “¿Qué puede ofrecer esta mujer que mis hombres ya no hayan descubierto? No me importa su último caso ni su personaje público. En lo que a mí respecta, solo es una abogada fracasada que tuvo suerte en su primer caso importante porque un asesino en serie, a quien ella defendió en los tribunales, la ayudó”.

Avery se levantó, se apoyó en la barandilla y observó a Holt, O’Malley y a los otros dos detectives en el muelle. El viento seguía moviendo su chaqueta y pantalón.

“¿Vieron la estrella?”, preguntó.

“¿Qué estrella?”, dijo Holt.

“Su cuerpo está inclinado hacia un lado y hacia arriba. En la luz del sol, crea una imagen sombreada de su silueta. Muy marcada. Casi parecen ser dos personas, espalda con espalda. Entre su cuerpo y esa sombra, alguien dibujó una estrella. Podría ser una coincidencia, pero la colocación es perfecta. Tal vez podamos tener suerte si el asesino la dibujó con saliva”.

Holt consultó con uno de sus hombres.

“¿Vieron una estrella?”.

“No, señor”, respondió un detective delgado y rubio con ojos marrones.

“¿Y los forenses?”.

El detective negó con la cabeza.

“Ridículo”, murmuró Holt. “¿Una estrella dibujada? Un niño pudo haber hecho eso. ¿Una sombra? La luz crea las sombras. Eso no tiene nada de especial, detective Black”.

“¿Quién es el dueño del yate?”, preguntó Avery.

“Un callejón sin salida”, dijo O’Malley, encogiéndose de hombros. “Un promotor inmobiliario importante. Está en Brasil en un viaje de negocios. Lleva casi un mes allá”.

“Si el barco ha sido limpiado en el último mes, entonces la estrella fue puesta allí por el asesino y, como está perfectamente colocada entre el cuerpo y la sombra, tiene que significar algo. No estoy segura de qué, pero sé que tiene un significado”, dijo Avery.

O’Malley ojeó a Holt.

Holt suspiró.

“Simms, llama a los forenses para que regresen”, le dijo al oficial rubio. “Diles lo de la estrella y la sombra. Te llamaré cuando terminemos”.

Holt miró a Avery miserablemente, y finalmente negó con la cabeza.

“Deja que vea el apartamento”.

CAPÍTULO TRES

Avery caminaba lentamente por el pasillo del edificio de apartamentos mal iluminado, flanqueada por Ramírez. Su corazón latía con anticipación como siempre lo hacía cuando estaba a punto de entrar en una escena del crimen. En este momento, quisiera estar en cualquier otro lado.

Logró recuperarse. Se armó de valor y se obligó a observar cada detalle, sin importar lo mínimo que fuera.

La puerta del apartamento de la víctima estaba abierta. Un oficial estacionado afuera se apartó y les permitió a Avery y los otros pasar por debajo de la cinta de la escena del crimen y entrar.

Un estrecho pasillo daba a una sala de estar. La cocina estaba separada de la sala. Nada parecía estar fuera de lugar, solo era el apartamento bonito de alguien. Las paredes estaban pintadas de un color gris claro. Había estanterías en todas partes. Había pilas de libros en el suelo. Algunas plantas colgaban de las ventanas. Un sofá verde estaba en frente de un televisor. En la única habitación, la cama estaba hecha y cubierta con una manta blanca de encaje.

La única alteración era en la sala de estar, donde era evidente que faltaba una alfombra. Un contorno polvoriento, junto con un espacio oscuro, había sido marcado con numerosas etiquetas policiales amarillas.

“¿Qué encontraron los forenses aquí?”, preguntó Avery.

“Nada”, dijo O’Malley. “No hay huellas. No hay nada. Estamos a oscuras en este momento”.

“¿Algo fue tomado del apartamento?”.

“No creo. El frasco de las monedas está lleno. Su ropa fue colocada cuidadosamente en la cesta de la ropa sucia. Su dinero e identificación todavía estaban en sus bolsillos”.

Avery se tomó su tiempo en el apartamento.

Como de costumbre, se movió en pequeñas secciones y revisó cada una completamente; las paredes, los pisos y las tablas de madera, las chucherías en los estantes. Una foto de la víctima con dos amigas se destacaba. Tomó nota de aprender sus nombres y comunicarse con ellas. Analizó las estanterías y pilas. Había montones de novelas románticas femeninas. El resto eran de temas espirituales, autoayuda y religión.

“Religión”, pensó Avery. “La víctima tenía una estrella sobre su cabeza. ¿La estrella de David?”.

Después de haber observado el cadáver en el barco y el apartamento, Avery comenzó a formar una imagen del asesino en su mente. Él habría atacado desde el pasillo. La matanza fue rápida y no dejó marcas, no cometió errores. La ropa y las pertenencias de la víctima habían sido dejadas en un lugar limpio, a fin de no perturbar el apartamento. Solo la alfombra fue movida, y había polvo en esa zona y en los bordes. Eso referenciaba la ira en el asesino. “Si fue tan meticuloso en todos los otros aspectos, ¿por qué no limpiar el polvo de los lados de la alfombra?”, pensó Avery. “¿Por qué siquiera llevarse la alfombra? ¿Por qué no dejar todo en perfecto estado?”. Comenzó a reproducir todo en su mente. Le rompió el cuello, la desnudó, guardó la ropa y dejó todo en orden, pero luego la enrolló en una alfombra y la sacó como un salvaje.

Se dirigió a la ventana y miró la calle. Había pocos lugares donde alguien podría esconderse y observar el apartamento sin que nadie lo notara. Un punto en particular le llamó la atención, un callejón estrecho y oscuro detrás de una valla. “¿Estuviste allí?”, se preguntó. “¿Acechando? ¿Esperando el momento perfecto?”.

“¿Entonces?”, dijo O’Malley. “¿Qué piensas?”.

“Tenemos un asesino en serie en nuestras manos”.

CAPÍTULO CUATRO

“El asesino es hombre, y es fuerte”, continuó Avery. “Obviamente superó a la víctima y luego la llevó al muelle. Parece que fue personal”.

“¿Cómo sabes eso?”, preguntó Holt.

“¿Por qué pasar por tantas cosas con una víctima al azar? Parece que nada fue robado, así que ese no fue el motivo. Fue preciso con todo excepto esa alfombra. Si pasas tanto tiempo planeando un asesinato, desnudando a la víctima y poniendo su ropa en la cesta de la ropa sucia, ¿por qué llevarte algo suyo? Parece que eso fue planeado. Quería llevarse algo. ¿Tal vez para demostrar que era poderoso? ¿Que podía hacerlo? No lo sé. ¿Y dejarla en un barco? ¿Desnuda y a la vista del puerto? Este tipo quiere ser visto. Quiere que todos sepan que él lo hizo. Es posible que tengas otro asesino en serie en tus manos. Lo mejor es que no tardes en tomar una decisión respecto a quién se encargará de este caso”, dijo.

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