Quizás el asesino vino de otra manera, pensó Kate.
Entraron a la cocina, donde las manchas de sangre todavía destacaban de forma prominente en el piso laminado. Una sartén y una lata de aerosol para cocinar descansaban en el borde de la estufa.
Él se disponía a cocinar algo, pensó Kate. Así que fueron asesinados hacia la hora de la cena.
DeMarco puso el pie en el corredor, y Kate la siguió. Había una pequeña habitación inmediatamente a la izquierda. El vano de la puerta mostraba un abarrotado cuarto de lavado. Aquí, las salpicaduras de sangre habían sido mucho peores. Había manchas de sangre en la lavadora, la secadora, las paredes, el piso y sobre una carga de ropa limpia cuidadosamente doblada, colocada en un cesto.
Con los cuerpos ya levantados, parecía que era muy poco lo que la residencia Langley podía ofrecerles. Pero había una cosa más que Kate quería comprobar. Caminó de vuelta a la sala y miró las imágenes en las paredes y encima del centro de entretenimiento. Vio a los Langley sonrientes y felices. En una foto, vio a una pareja más vieja con los Langley posando al final de un embarcadero en la playa.
—¿Tenemos un análisis de la vida familiar de los Langley? —preguntó Kate.
DeMarco, todavía con el iPad en su diestra, buscó en pantalla la información y comenzó a leer los detalles que tenían. Con cada uno, Kate encontró que la corazonada que había tenido desde hacía minutos era probablemente cierta.
—Estuvieron casados por veinticinco años. Bethany Langley tenía una hermana que murió en un accidente de tráfico hace doce años, y a ninguno de ellos le sobreviven sus padres. El padre de Scott Langley falleció recientemente, hace seis meses, de una forma agresiva de cáncer de próstata.
—¿Alguna mención de hijos?
—No. No hay hijos —DeMarco hizo una pausa y pareció captar aquello sobre lo que Kate estaba especulando—. ¿Estás pensando en la tela, correcto? Esa que se ve como una especie de manta de bebé.
—Sí, eso es lo que estaba pensando. Pero si los Langley no tenían hijos no creo que haya ninguna conexión obvia.
—No sé si alguna vez he visto una conexión obvia con algo —dijo DeMarco riendo por lo bajo.
—Eso es cierto —dijo Kate, aunque sentía que debía haber una aquí. Incluso siendo víctimas aparentemente escogidas al azar, había unas cosas que tenían en común.
Ambas parejas estaban entre la mitad y finales de los cincuenta, y comienzos de los sesenta. Ambas eran casadas. La esposa de cada pareja tenía metido en su garganta un pedazo de lo que parecía una frazada.
Así que sí... había similitudes, pero no conducían a verdaderas conexiones. Todavía no, en todo caso
—Agente DeMarco, ¿crees que podrías hacer una o dos llamadas para asegurar que nos den algo de espacio de oficina en el departamento de policía?
—Ya está hecho —dijo—. Estoy casi segura de que Durán arregló todo eso incluso antes de que llegáramos aquí.
Se cree que me conoce muy bien, pensó Kate, un poco irritada. Pero, por otro lado, parecía que la conocía condenadamente bien.
Kate echó de nuevo un vistazo a la casa, a las fotos, a las manchas de sangre. Iba a tener que profundizar en los detalles de cada pareja si quería llegar a algún lado con esto. E iba a necesitar alguna clase de resultado forense con respecto a los pedazos de telas. Dadas las similitudes entre las dos escenas, presumió que una buena investigación a la antigua más que cualquier otra cosa descubriría algunas pistas e indicios.
Regresaron al auto, y Kate recordó de nuevo lo ridículamente temprano que habían comenzado este día. Cuando vio que solo eran un poco más de las diez de la mañana, se sintió llena de energía. Todavía tenían todo un día por delante. Quizás, si era afortunada y el caso se encarrilaba como ella sentía que podría ser, estaría de vuelta en Richmond con el cierre del fin de semana para ver a Michelle una vez más —si, claro está, Melissa lo permitía.
Mira, habló una parte más sabia de ella mientras volvía a colocarse al volante del auto. Incluso en medio de unos sangrientos asesinatos múltiples, estás pensando en tu nieta, en tu familia. ¿Eso no te dice algo?
Ella suponía que sí. Pero incluso al poner el pie en el último cuarto de su vida, todavía era difícil admitir que había algo más en la vida que el trabajo. Era especialmente difícil cuando estaba siguiendo el rastro de un asesino, y sabía que en cualquier momento podría estar matando de nuevo.
Una pequeña sala de conferencias al fondo del edificio de la Policía de la Ciudad de Roanoke había sido apartada para Kate y DeMarco. En cuanto arribaron a la estación, una mujer, gruesa y pequeña, que estaba en la recepción, las condujo a través del edificio hasta la sala. Tan pronto como tomaron asiento y comenzaron a montar una estación de trabajo provisional, tocaron a la puerta.
—Pase —dijo Kate.
Cuando la puerta se abrió, vieron una cara familiar —Palmetto del Departamento de Policía Estatal, el viejo cascarrabias que se había reunido con ellas delante de la residencia Nash temprano en la mañana.
—Vi que venían por aquí mientras estaba firmando todo mi papeleo —dijo Palmetto—. Estoy de salida, de regreso a Chesterfield en unas horas. Pensé que debía venir a ver si había algo más en que pudiera ayudar.
—Nada importante —dijo Kate—. ¿Sabía que había también un retazo de esa misma tela en la garganta de Bethany Langley?
—No lo supe hasta hace media hora. Aparentemente, una de ustedes llamó al laboratorio para pedirles que le enviaran una foto.
—Sí —dijo DeMarco—. Y parece ser idéntico al que nos dio.
A la mención del retal de tela, Kate puso en la mesa la bolsa plástica que Palmetto le había dado —Hasta ahora, es la única evidencia sólida que tenemos que conecta los asesinatos de una manera concreta.
—Y los forenses no encontraron casi nada en ese —dijo Palmetto—. Aparte del ADN de la Sra. Nash.
—El informe forense que estoy viendo del retazo de los Langley no brinda nada, tampoco —dijo DeMarco.
—Aún así valdría la pena un viaje al laboratorio forense —dijo Kate.
—Buena suerte con eso —dijo Palmetto—. Cuando hablé con ellos acerca del retal de los Nash, no tenían ninguna pista.
—¿Estuvo usted involucrado en la escena del hogar Langley? —preguntó Kate.
—No. Yo llegué inmediatamente después que sucedió. Vi los cuerpos y revisé el lugar, pero no había nada. Cuando hablé con los forenses, sin embargo, les pregunté acerca del cabello encontrado sobre la ropa lavada. No parecía pertenecer a la Sra. Langley, así que le van a hacer algunas pruebas.
—Antes de que se vaya —dijo Kate, —¿quiere compartir alguna teoría?
—No tengo ninguna —dijo Palmetto secamente—. De la indagación que he hecho, no parece haber ningún lazo entre los Nash y los Langley. La tela en las gargantas, sin embargo, ... algo así de personal y explícito para el asesino tiene que enlazarlos de alguna manera, ¿correcto?
—Ese es mi parecer—dijo Kate.
Palmetto le dio una juguetona palmada a la puerta y entonces Kate le vio sonreír por primera vez. —Estoy seguro de que lo resolverá. He escuchado acerca de usted, ¿sabe? Muchos de nosotros en el Departamento de Policía Estatal han escuchado.
—Estoy segura —dijo, con una sonrisa de complicidad.
—Mayormente cosas buenas. Y que luego, abandonó su retiro hace unos meses para atrapar a alguien, ¿correcto?
—Podría decirlo así.
Palmetto, viendo que Kate no iba simplemente a quedarse sentada para recibir un baño de elogios, se encogió de hombros. —Llame a los chicos de la estatal si necesita algo en relación con esto, Agente Wise.
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