Morgan Rice - Canalla, Prisionera, Princesa

Здесь есть возможность читать онлайн «Morgan Rice - Canalla, Prisionera, Princesa» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Canalla, Prisionera, Princesa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Canalla, Prisionera, Princesa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Morgan Rice ha concebido lo que promete ser otra brillante serie, que nos sumerge en una fantasía de valor, honor, coraje, magia y fe en el destino. Morgan ha conseguido de nuevo producir un fuerte conjunto de personajes que hará que los aclamemos a cada página… Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores a los que les gusta la fantasía bien escrita. Books and Movie Reviews, Roberto Mattos (sobre el Despertar de los dragones) CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA es el libro #2 en la serie de fantasía épica DE CORONAS Y GLORIA de la autora #1 en ventas Morgan Rice, que empieza con ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1) Ceres es una hermosa chica pobre de Delos, una ciudad del Imperio, que se ve obligada por real decreto a luchar en el Stade, la cruel arena donde vienen guerreros de todos los rincones del mundo para matarse los unos a los otros. Se enfrenta a feroces contrincantes y sus probabilidades de sobrevivir son escasas. Su única oportunidad está en recurrir a sus poderes más recónditos y hacer la transición, de una vez por todas, de esclava a guerrera. El príncipe Thanos, de 18 años, despierta en la isla de Haylon y descubre que su propia gente lo han apuñalado por la espalda y lo han dejado por muerto en la playa empapada de sangre. Capturado por los rebeldes, debe abrirse camino a la vida de nuevo poco a poco, descubrir quién intentó asesinarle y tratar de vengarse. Ceres y Thanos, separados por un mundo, no han perdido el amor que se tienen el uno al otro; pero en la corte del Imperio abundan las mentiras, la traición y la hipocresía y, mientras los envidiosos miembros de la realeza tejen complejas mentiras, a cada uno de ellos, por una trágica confusión, les hacen creer que el otro está muerto. Las decisiones que tomen determinarán sus destinos. ¿Sobrevivirá Ceres al Stade y se convertirá en la guerrera que debe ser? ¿Se recuperará Thanos y descubrirá el secreto que le han ocultado? Obligados a separarse, ¿volverán a encontrarse los dos? CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA cuenta una historia épica de amor trágico, venganza, ambición y destino. Llena de personajes inolvidables y una acción que hará palpitar a tu corazón, nos transporta a un mundo que nunca olvidaremos y hace que nos enamoremos de nuevo de la fantasía. Un libro de fantasía lleno de acción que seguro que satisfará a los admiradores de las anteriores novelas de Morgan Rice, junto con los admiradores de obras como El ciclo del legado de Christopher Paolini… Los admiradores de la Ficción para jóvenes adultos devorarán este último trabajo de Rice y pedirán más. The Wanderer, A Literary Journal (sobre El despertar de los dragones) ¡Pronto se publicará el libro#3 en DE CORONAS Y GLORIA!

Canalla, Prisionera, Princesa — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Canalla, Prisionera, Princesa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ahora era el momento de recuperarla.

A Berin le hubiera gustado traer noticias mejores. Caminaba por el sendero de gravilla que le llevaba de vuelta a casa con el ceño fruncido; todavía no era invierno, pero pronto llegaría. Él había planeado marcharse y encontrar trabajo. Los señores siempre necesitaban herreros que les proporcionaran armas para sus guardias, sus guerras, sus Matanzas. Pero resultó que a él no le necesitaban. Tenían a sus propios hombres. Hombres más jóvenes, más fuertes. Incluso el rey que había parecido que quería su trabajo había resultado querer al Berin de hacía diez años.

El pensamiento le dolía, sin embargo sabía que debía haber imaginado que no necesitaban un hombre con más pelos grises que negros en la barba.

Hubiera sido más doloroso si aquello no hubiera supuesto que tenía que volver a casa. Su hogar era lo que importaba a Berin, incluso aunque fuera poco más que un cuadrado de paredes de madera sin pulir, cubierto por un tejado de pasto. Su casa eran las personas que allí le esperaban y pensar en ellos era suficiente para acelerar sus pasos.

Sin embargo, cuando llegó a la cima de una colina y la vio por primera vez, Berin supo que algo iba mal. El estómago le dio un vuelco. Berin sabía lo que significaba estar en casa. A pesar de toda la aridez de la tierra que lo rodeaba, su hogar era un lugar lleno de vida. Allí siempre había ruido, ya fuera de alegría o a causa de las discusiones. En esta época del año siempre habría habido también al menos unos cuantos cultivos creciendo en el terreno que lo rodeaba, con verduras y pequeños arbustos con frutos del bosque, cosas resistentes que siempre producían al menos algo para alimentarlos.

Esto no era lo que veía ante él.

Berin rompió a correr tan rápido como pudo tras la larga caminata, la sensación de que algo iba mal le carcomía por dentro, sentía como si uno de sus tornillos le sujetara el corazón.

Agarró la puerta y la abrió de par en par. Pensó que quizás todo estaría en orden. Quizás lo habían divisado y todos estaban asegurándose de que su llegada fuera una sorpresa.

Dentro estaba sombrío, las ventanas tenían una capa de mugre. Y allí, una presencia.

Marita estaba en la habitación principal, removiendo una olla que olía demasiado agria para Berin. Se giró hacia él cuando entró y, al hacerlo, supo que no se había equivocado. Algo iba mal. Algo iba muy mal.

“¿Marita?” empezó él.

“Marido”. Incluso la manera llana en que lo dijo le decía que nada estaba como debería estar. En cualquier otra ocasión en la que él había estado fuera, Marita se había lanzado a sus brazos al entrar por la puerta. Siempre parecía estar llena de vida. Ahora parecía…vacía.

“¿Qué está pasando aquí?” preguntó Berin.

“No sé a qué te refieres”. De nuevo, había menos emoción de la que debería haber habido, como si algo se hubiera roto en su esposa, sacándole toda la alegría de su interior.

“¿Por qué está todo tan…tan tranquilo por aquí?” exigió Berin. “¿Dónde están nuestros hijos?”

“No están aquí ahora mismo”, dijo Marita. Se dirigió de nuevo a la olla como si todo fuera perfectamente normal.

“Entonces ¿dónde están?” Berin no iba a dejarlo correr. Él podía pensar que los chicos podrían haber ido corriendo hacia el arroyo más cercano o que tenían recados por hacer, pero por lo menos uno de sus hijos lo habría visto llegar a casa y habría estado allí para recibirlo. “¿Dónde está Ceres?”

“Oh sí”, dijo Marita y Berin pudo escuchar la amargura entonces. “Evidentemente tenías que preguntar por ella. No cómo me van las cosas a mí. No por nuestros hijos. Por ella”.

Berin nunca antes había escuchado ese tono en su mujer. Oh, siempre había sabido que había algo duro en Marita, más preocupada por ella misma que por el resto del mundo, pero ahora sonaba como si su corazón fuera cenizas.

Marita pareció calmarse entonces y la rapidez con que lo hizo hizo sospechar a Berin.

“¿Quieres saber lo que hizo tu adorada hija?” dijo ella. “Se marchó”.

El recelo de Berin aumentó. Él negó con la cabeza. “No me lo creo”.

Marita continuó. “Se marchó. No dijo a donde iba, solo nos robó lo que pudo al marchar”.

“No tenemos dinero para robarnos”, dijo Berin. “Y Ceres nunca haría esto”.

“Evidentemente te pondrás de su lado”, dijo Marita. “Pero se llevó… cosas que había por aquí, posesiones. Cualquier cosa que pensara que podría vender en el pueblo de al lado, conociéndola. Nos abandonó”.

Si aquello era lo que pensaba Marita, entonces Berin estaba seguro de que nunca había conocido realmente a su hija. O a él, si pensaba que se creería una mentira tan evidente. La agarró de los hombros con sus manos y, aunque no poseía toda la fuerza que una vez tuvo, Berin todavía era lo suficientemente fuerte para que su esposa pareciera frágil en comparación.

“¡Dime la verdad, Marita!” ¿Qué ha pasado aquí?” Berin la sacudió, como si de este modo su antigua versión volviera a la vida de un golpe y ella pudiera volver de repente a ser la Marita con la que se había casado años atrás. Lo único que consiguió con ello fue empujarla hacia atrás.

“¡Tus chicos están muertos!” exclamó Marita. Las palabras llenaron el pequeño espacio que había en su hogar, saliendo como un gruñido. Su voz cayó. “Esto es lo que ha sucedido. Nuestros hijos están muertos”.

Las palabras golpearon a Berin como la coz de un caballo que no quiere que le pongan la herradura. “No”, dijo él. “Es otra mentira. Tiene que serlo”.

No podía pensar en otra cosa que Marita pudiera haber dicho y que le hubiera dolido igual. Debía estar diciendo aquello para herirle.

“¿Cuándo decidiste que me odiabas tanto?” preguntó Berin, pues esta era la única razón en la que podía pensar para que su mujer le arrojara algo tan vil a él, usando la idea de la muerte de sus hijos como arma.

Ahora Berin vio lágrimas en los ojos de Marita. No había habido ninguna cuando ella había estado hablando de su hija, que supuestamente había huido.

“Cuando decidiste abandonarnos”, le respondió bruscamente su esposa. “¡Cuando tuve que ver morir a Nesos!”

“¿Solo a Nesos?” dijo Berin.

“¿No es suficiente?” le respondió gritando Marita. “¿O no te importan tus hijos?”

“Hace un momento dijiste que Sartes también estaba muerto”, dijo Berin. “¡Deja de mentirme, Marita!”

“Sartes también está muerto”, insistió su mujer. “Los soldados vinieron y se lo llevaron. Lo sacaron a rastras para formar parte del ejército del Imperio y es solo un chico. ¿Cuánto tiempo crees que sobrevivirá siendo parte de esto? No, mis dos hijos han desaparecido, mientras Ceres…”

“¿Qué?” exigió Berin.

Marita negó con la cabeza. “Si hubieras estado aquí, esto no hubiera sucedido probablemente”.

“Tú estabas aquí”, escupió Berin, temblando de pies a cabeza. “En eso quedamos. ¿Crees que me quería ir? Se suponía que tú ibas a cuidarlos mientras yo encontraba dinero para que pudiéramos comer”.

La desesperanza se apoderó de Berin entonces y sintió que empezaba a llorar, como no había llorado desde que era un niño. Su hijo mayor estaba muerto. De entre todas las otras mentiras que había dicho Marita, esta parecía ser cierta. La pérdida dejaba un agujero que parecía imposible de llenar, incluso con el dolor y la rabia que crecían en su interior. Se obligó a sí mismo a concentrarse en los demás porque parecía el único modo de frenar que aquello lo abrumara.

“¿Los soldados se llevaron a Sartes?” preguntó. “¿Los soldados Imperiales?”

“¿Piensas que te estoy mintiendo sobre esto?” preguntó Marita.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Canalla, Prisionera, Princesa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Canalla, Prisionera, Princesa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Canalla, Prisionera, Princesa»

Обсуждение, отзывы о книге «Canalla, Prisionera, Princesa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x