1 ...6 7 8 10 11 12 ...15 Regreso a la casa con el pescado, cerrando la puerta detrás de mí, y se siente bien entrar en un lugar mucho más cálido, con la suave luz del fuego reflejando todo. Bree se ha ocupado bien del fuego, como siempre lo hace, agregando leños de manera experta, y ahora llega a una altura mayor. Ella está poniendo los cubiertos en el suelo, junto a la chimenea, con cuchillos y tenedores de la cocina. Sasha se sienta a su lado con atención, observando cada movimiento.
Yo acerco el pescado al fuego. Realmente no sé cómo cocinarlo, así que me imagino que voy a ponerlo en el fuego durante un rato, dejarlo asar, darle la vuelta un par de veces, y espero que eso funcione. Bree lee mi mente: ella se dirige inmediatamente a la cocina y vuelve con un cuchillo afilado y dos pinchos largos. Ella ensarta cada trozo de pescado, luego toma su porción y la sostiene sobre la llama. Yo sigo su ejemplo. El instinto doméstico de Bree siempre ha sido superior al mío, y estoy agradecida por su ayuda. Siempre hemos sido un buen equipo.
Las dos nos quedamos ahí, mirando las llamas, paralizadas, sosteniendo nuestro pescado en el fuego hasta que nuestros brazos se tornan pesados. El olor a pescado llena la habitación, y después de unos diez minutos siento dolor en el estómago y me impaciento de hambre. Decido que mi pescado ya está cocido, después de todo, supongo que la gente come pescado crudo a veces, así que no podría ser tan malo. Bree parece estar de acuerdo, así que cada una puso su parte en el plato y nos sentamos en el suelo, una al lado de la otra, de espaldas al sofá y con los pies hacia la hoguera.
"Ten cuidado", le advierto. “Todavía hay un montón de espinas en su interior".
Saco las espinas, y Bree hace lo mismo. Una vez que se las quito, tomo un pequeño trozo de la carne de pescado de color rosa, que está caliente al tacto, y me alisto para comerlo.
En realidad, tiene buen sabor. No estaría mal ponerle un poco de sal o algún condimento, pero al menos su sabor es de algo frito y es de lo más fresco posible. Puedo sentir que la proteína que tanto necesito entra en mi cuerpo. Bree también devora el suyo, y noto el alivio en su rostro. Sasha se sienta a su lado, mirando fijamente, lamiéndose el hocico, y Bree elige un pedazo grande, cuidadosamente le quita las espinas y se lo da de comer a Sasha. Sasha lo mastica y se lo traga, entonces lame sus morros y vuelve a mirar, deseando comer más.
"Ven, Sasha", le digo.
Viene corriendo y tomo un pedazo de mi pescado, le quito las espinas, y se lo doy; ella lo traga en segundos. Sin darme cuenta, mi pescado se acabó – también el de Bree -- y me sorprende sentir que mi estómago gruñe de nuevo. Desearía haber atrapado otros más. Aun así, esta fue una cena con más comida de la que habíamos tenido en semanas, y trato de esforzarme para estar conforme con lo que tenemos.
Entonces recuerdo la savia. Me levanto de un salto, retiro el termo de su escondite y se lo doy a Bree.
"Anda", le sonrío, "dale el primer sorbo".
"¿Qué es?" pregunta, desenroscándolo y acercándolo a su nariz. "No huele a nada".
"Es la savia del arce", le digo. "Es como agua con azúcar. Pero mejor".
Ella sorbe vacilantemente, y luego me mira, con los ojos bien abiertos de alegría. "¡Es deliciosa!”, dice alborotada. Toma varios sorbos grandes, luego se detiene y me lo da. No me resisto a tomar varios sorbos grandes. Siento el subidón de azúcar. Me inclino y con cuidado, vierto un poco en el tazón de Sasha, ella lame todo y parece que también le gusta.
Pero todavía me estoy muriendo de hambre. En un raro momento de debilidad, pienso en el tarro de mermelada y digo: ¿por qué no? Después de todo, supongo que hay muchos más en esa cabaña en la cima de la montaña, y si esta noche no es motivo para celebrar, ¿entonces cuándo?
Bajo el frasco de conservas, lo desenrosco, meto mi dedo, y saco un gran montón. Lo pongo en mi lengua y lo dejo reposar en la boca todo el tiempo que puedo antes de tragarlo. Es celestial. Extiendo la mano con el resto del frasco, todavía medio lleno, y se lo doy a Bree. "Adelante", le digo, termínatelo. "Hay más en nuestra nueva casa".
Bree abre bien los ojos y extiende la mano. "¿Estás segura?" pregunta. "¿No deberíamos guardarlo?".
Niego con la cabeza. "Es hora de darnos un gusto".
Bree no necesita mucho convencimiento. En cuestión de minutos se lo come todo, dejando solo un poco más para Sasha.
Nos tumbamos allí, apoyadas en el sofá, con los pies en dirección al fuego, y finalmente, siento que mi cuerpo empieza a relajarse. Entre el pescado, la savia y la mermelada, por fin, poco a poco, siento que regresa mi fuerza. Miro a Bree, que está dormitando; la cabeza de Sasha está en su regazo, y aunque todavía se ve enferma, por primera vez en mucho tiempo, detecto esperanza en sus ojos.
"Te amo, Brooke", dice en voz baja.
"Yo también te amo", le respondo.
Pero cuando echo un vistazo me doy cuenta que ya está profundamente dormida.
Bree está acostada en el sofá, frente al fuego, mientras que yo me siento en la silla al lado de ella; es un hábito al que nos hemos acostumbrado a lo largo de los meses. Todas las noches antes de acostarnos, se acurruca en el sofá, pues le da mucho miedo dormir sola en su cuarto. Yo le hago compañía, a la espera de que se quede dormida, después de lo cual la llevo cargando a la cama. La mayoría de las noches no tenemos una hoguera, pero nos sentamos allí de todos modos.
Bree siempre tiene pesadillas. Antes no las tenía; recuerdo que, antes de la guerra, se quedaba dormida fácilmente. De hecho, incluso me burlaba de ella por eso, la llamaba Bree, "hora de dormir", ya que se quedaba dormida en el coche, en un sofá, leyendo un libro en una silla -- en cualquier lugar. Pero ya no, ahora se queda despierta durante horas, y cuando duerme, está intranquila. La mayoría de las noches oigo sus gemidos o gritos a través de las delgadas paredes. ¿Quién puede culparla? Con el horror que hemos visto, es increíble que no haya enloquecido por completo. Hay demasiadas noches en las que apenas puedo dormir.
Lo único que le ayuda es cuando le leo. Afortunadamente, cuando escapamos, Bree tuvo la entereza de tomar su libro favorito. The Giving Tree (El Árbol Generoso). Todas las noches se lo leo. Ya me lo sé de memoria, y cuando estoy cansada, a veces cierro los ojos y lo recito de memoria. Por suerte, es corto.
Me recuesto en la silla, sintiéndome también con sueño, volteo la cubierta gastada y empiezo a leer. Sasha está acostada en el sofá junto a Bree, con las orejas hacia arriba, y a veces me pregunto si también estará escuchando.
"Había una vez un árbol que amaba a un pequeño niño. Y todos los días el niño iba y recogía sus hojas y las convertía en coronas y jugaba al Rey de la Selva".
Echo un vistazo y Bree está en el sofá, profundamente dormida. Me siento aliviada. Quizá fue gracias al fuego, o tal vez por la comida. Dormir es lo que más necesita ahora para recuperarse. Me quito mi nueva bufanda, envuelta de manera ceñida alrededor de mi cuello, y suavemente la extiendo sobre su pecho. Finalmente, su pequeño cuerpo deja de temblar.
Pongo un último leño en el fuego, me siento en mi silla, y giro, mirando las llamas. Veo cómo se consume lentamente y desearía haber transportado más troncos. Es mejor así. Será más seguro de esta manera.
Un leño chisporrotea mientras me pongo cómoda, sintiéndome más relajada de lo que he estado en años. A veces, después de que Bree se queda dormida, traigo mi libro y lo leo. Lo veo ahí, en el suelo: El Señor de las Moscas. Es el único libro que me queda y está tan gastado por el uso, que parece que tuviera cien años de antigüedad. Es una experiencia extraña, que quede sólo un libro en el mundo. Hace que me dé cuenta de todo lo que subestimé, me hace extrañar la época en que había bibliotecas.
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