Mi marqués eternamente
Agradecimientos Agradecimientos Como siempre, gracias a mi artista de portada, Victoria Miller. Eres fabulosa, como siempre. También gracias a Elizabeth Evans, que haces que la escritura sea divertida. Gracias por ayudarme y leer todos mis borradores.
Prólogo
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
Epílogo
ACERCA DE LA AUTORA
TAMBIÉN DE DAWN BROWER
EXTRACTO: El Conde De Harrington
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
Sin título
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes, son producto de la imaginación del autor o son utilizados de manera ficticia y no deben interpretarse como reales. Cualquier semejanza con lugares, organizaciones o personas reales, vivas o muertas, es meramente una coincidencia.
Infinitely My Marquess Derechos de autor © 2019 Dawn Brower
Published by Tektime
Arte de portada y ediciones por Victoria Miller
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser utilizada o reproducida electrónicamente o impresa sin permiso escrito, excepto en el caso de citas breves incorporadas en las revisiones.
Este libro es para todo los que creen en el amor y esperan encontrarlo algún día. En ocasiones solo tiene que tener fe y a veces ha estado allí todo el tiempo. Siga creyendo y algún día el amor puede encontrarle.
Como siempre, gracias a mi artista de portada, Victoria Miller. Eres fabulosa, como siempre. También gracias a Elizabeth Evans, que haces que la escritura sea divertida. Gracias por ayudarme y leer todos mis borradores.
Inglaterra 1795
Campanas de boda resonaron por la campiña, anunciando la inminente boda de lord Victor Simms, el segundo hijo del duque de Ashthrone y de lady Penelope Everly. No era el primer matrimonio de ninguno de los dos. El pequeño Ryan Simms estaba emocionado de tener finalmente una madre. Desde que podía recordarlo, solo habían sido su padre y él. Pronto, tendría una madre y también dos hermanas: Delilah y Mirabella. Delilah era dos años más grande que Ryan y tenía el cabello más negro que había visto en su vida. Mirabella era pelirroja y era un año más joven que él. Ryan había celebrado su cumpleaños número siete, un mes antes de la boda.
“¿Cómo estás, mi niño?”. Su padre se inclinó y revolvió su cabello. “¿Estás feliz?”.
“Sí, papá”, respondió. Quería decir a su padre que nunca había sido tan feliz, pero no sabía si podía hacerlo. Su padre parecía tener un estado de animo más ligero y no quiso recordarle momentos más tristes. Su trato siempre había sido gentil, pero había estado muy deprimido la mayor parte del tiempo. Incluso un niño de siete años reconocía la aflicción, y aunque nunca había conocido a su madre, Ryan seguía extrañándola todos los días. Lady Penelope no podría reemplazar ese hueco, pero podía cubrirlo parcialmente.
“Me alegro”, dijo su padre. “Se siente maravilloso tener alegría en nuestras vidas. Ahora corre a sentarte con la niñera. Sé un buen niño”.
Ryan hizo lo que su padre le dijo y corrió a sentarse con su niñera en su lugar en la iglesia. Delilah y Mirabella ya se encontraban allí. Se sentaron con su espalda recta y expresiones sombrías en sus rostros. ¿No estaban contentas de volver a ser parte de una familia completa? ¿Por qué se veían tan...infelices?
Lady Penelope caminó por el pasillo de la iglesia y se unió al padre de Ryan. El vicario dijo muchas cosas que Ryan no entendió por completo, pero en realidad no le importaba. Todo lo que importaba era que finalmente tendría una familia. Una que siempre estaría allí para él, que lo colmaría de amor, de atención y muchos abrazos. Realmente deseaba tener a alguien que lo abrazara más a menudo. Una vez había visto a una madre y a su hijo. La mujer había atraído al niño a sus brazos, lo abrazaba y besaba como si fuera lo más preciado para ella.
El vicario pidió a su padre que repitiera algunas palabras y después lo hizo lady Penelope. Ambos habían hecho lo que les había pedido. Al concluir, los declaró casados. Todos en la iglesia aplaudieron. Una sonrisa llenaba el rostro de Ryan, y él aplaudió junto con ellos.
“Es un niño tonto”, dijo Delilah, levantando su nariz al aire. “No puedo creer que tengamos que lidiar con él todos los días”
Mirabella asintió con la cabeza, pero Ryan creía ni siquiera haber entendido a Delilah. Las chicas eran un enigma, que no podía evitar preguntarse si alguna vez podría descubrir. Especialmente porque nunca antes había tenido que lidiar con ninguna de ellas. “¿Qué es ser tonto?”.
“Ni siquiera se da cuenta de lo que es un insulto”, se burló Delilah. “Supongo que eso podría hacer las cosas más interesantes”.
Ryan no lo creía, pero al momento no le importaba descifrar a qué se refería. Se encogió de hombros y tiró de la manga a la niñera. “¿Ya es hora de partir? Tengo sueño”. Tenía siete años y ya había hecho más de lo que solía hacer. Su padre no lo dejaba salir mucho de casa. Era como si al dejarlo de ver, temiera perderlo. La niñera lo mimaba por petición de su padre.
“Tan pronto como la feliz pareja parta, podemos seguirlos”.
Ryan asintió y esperó a que su padre y su nueva madre salieran de la iglesia. La niñera podía llevarlo a casa. Tal vez podía jugar con sus soldados de juguete en su habitación. Le gustaba más la paz y la tranquilidad. Últimamente había habido demasiado ruido en su casa. Todos tenían que venir para visitarlos, por la boda. Incluso tenía una nueva prima, lady Estella. Ella era una pequeña bebé y no podía jugar con él, pero a él le gustaba mirarla. La niñera ayudó a cuidarla mientras estaban de visita, así que él la veía a menudo.
Finalmente, su padre y lady Penelope se dirigieron hacia el pasillo. Al salir de la iglesia, todos se pusieron de pie para seguirlos. La niñera tomó su mano y se volvió hacia Delilah y Mirabella. “Vengan conmigo, chicas”.
“No tenemos por qué escucharte”, dijo Delilah con arrogancia.
“Sí, no la escuches”, repitió Mirabella.
La niñera dejó escapar un suspiro exasperado. “No tengo tiempo para un berrinche. Ustedes dos vengan conmigo ahora, o les retorceré las orejas”.
Delilah se levantó y volteó la cara desafiándola. “Voy a salir, pero no porque me lo hayas dicho. Quiero ir a casa y lo haré”. Mirabella corrió tras ella y salieron de la iglesia.
Ryan dio la mano a la niñera. “¿Conocen el camino?”.
“No lo sé tesoro”, dijo ella. “Mejor las seguimos. Esas dos me van a volver loca. Muy pronto echaremos de menos la tranquilidad y tendremos problemas para recordar cómo era”.
Él asintió con la cabeza a la niñera, a pesar de que no entendía. ¿Por qué no habría más tranquilidad? ¿No debía tenerla siempre en su habitación? Ese era su espacio seguro. Supuso que más tarde lo averiguaría. Este era un día feliz. Su padre se lo había dicho, y decidió creerlo así.
Inglaterra 1800
“Ryan”, gritó su madrastra. Su aguda voz atravesó sus tímpanos incluso con la distancia que los separaba. Aún no podía creer haberse emocionado por tener a esa mujer como madre. “Ven aquí ahora mismo, niño tonto”.
Miraba fijamente las paredes desnudas del ático donde ella lo obligaba a dormir. Su bonita habitación se la habían quitado para darla a Delilah. Bueno, no había sucedido al principio, pero cuando su padre murió, lady Penelope obtuvo el control completo sobre él. Debía estar preparándose para ir a Eton, pero seguía atrapado haciendo trabajo no remunerado para lady Penelope. Ella alegaba que no tenían los fondos para enviarlo a la escuela y dar a sus hijas la adecuada educación que se merecían. Por lo que había contratado tutores para todos ellos. Él recibió su educación por casualidad. Ella no hubiera permitido que se encontrara con el tutor si hubiera podido evitarlo; sin embargo, su abuelo, el duque de Ashthrone insistía en recibir sus reportes trimestralmente. Si no tenía noticias de lady Penelope, entonces no recibía los fondos.
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