Morgan Rice - Solo los Valientes

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"¡Morgan Rice lo hizo de nuevo! Construyendo un fuerte conjunto de personajes, la autora nos ofrece otro mundo mágico. SOLO LOS DIGNOS está lleno de intrigas, traiciones, amistades inesperadas y todos los buenos ingredientes que te harán saborear cada una de las páginas. Lleno de acción, leerás este libro en el borde de tu asiento".--Books and Movie Reviews, Roberto MattosDe Morgan Rice, la autora número uno en ventas de LA SENDA DE LOS HÉROES (una descarga gratuita con más de 1.000 críticas de cinco estrellas), llega una fascinante nueva serie de fantasía.En SOLO LOS VALIENTES (El Camino del Acero—Libro 2), Royce, de 17 años, huye en busca de su libertad. Se reúne con los campesinos mientras intenta rescatar a sus hermanos y huir para siempre.Genevieve, mientras tanto, aprende un secreto espantoso, uno que afectará el resto de su vida. Ella debe decidir si arriesgar su propia vida para salvar la de Royce, aunque él piense que ella lo traicionó.La aristocracia se prepara para la guerra contra el campesinado, y sólo Royce puede salvarlos. Pero la única esperanza de Royce reside en sus poderes secretos, poderes que ni siquiera está seguro de que tenga.SOLO LOS VALIENTES teje un cuento épico de amigos y amantes, de caballeros y honor, de traición, destino y amor. Una historia de valor, que nos lleva a un mundo de fantasía del que nos enamoraremos, y que atrae a todas las edades y géneros. El libro #3 de la serie - SOLO LOS DESTINADOS- ya está disponible para reservar.

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“¡Hey tú!,” gritó el chico cuando vio a Royce pasar, agitando su brazo y deteniendo el sonido. “No vengas cabalgando así de rápido por aquí. Los cerdos son tranquilos, pero sí los asustas, son grandes cómo pa’ tumbar tu caballo.”

“Hay hombres que vienen hacia acá,” dijo Royce, pensando que la mejor manera de hacer esto era ser directo. Un joven como este no apreciaría que alguien tratara de engañarlo. “Hombres que me quieren capturar, o matar.”

El porquero se mostró preocupado al escuchar eso. “¿Y eso qué tiene que ver conmigo?” preguntó. “Yo solo estoy aquí pastoreando a mis cerdos.”

“¿Crees que a ellos les importará eso?” Royce preguntó. Todo campesino sabía cómo eran los hombres del duque, y lo peligroso qué era el atravesarse en su camino mientras cazaban.

“No,” dijo el porquero. Volteó la mirada hacia Royce. “¿Y por qué te están cazando?”

Royce sospechó qué sí le decía la verdad al chico, sería demasiado para él. Pero ¿qué otra opción tenía? Difícilmente podría decir que era un ladrón.

“Soy… Yo maté al duque,” contestó Royce, sin saber qué otra cosa decir. No le podía preguntar al chico lo qué le iba a preguntar sin haberle dicho antes la verdad. “Sus hombres me están persiguiendo, y si me atrapan, me matarán.”

“Entonces, ¿planeas traerlos hacia mis cerdos?” dijo el porquero. “Y ¿qué pasará conmigo si estoy aquí cuando lleguen?”

“Tengo una idea para eso,” contestó Royce. Saltó de su caballo, sosteniendo las riendas y dándoselas al chico. “Toma mi caballo. Cabalga lejos de aquí. Es nuestra mejor opción”

“¿Quieres qué pretenda ser tú?” reclamó el porquero. “¿Después de lo que hiciste? La mitad del reino estará buscándome.”

Royce asintió. Los dos no se parecían en nada; Royce era mucho más grande y musculoso, y aunque ambos tenían el cabello rubio hasta los hombros, no se veían como el mismo. Sus características eran diferentes también; las del porquero eran redondas y hogareñas, y Royce tenía la mandíbula cuadrada y afilada por la violencia.

“No por mucho. Puedes cabalgar, ¿cierto?”

“Sí, mí pa’ insistió. Solía galopar el caballo de carga por los campos.”

“Este caballo irá mucho más rápido que un galope,” le prometió Royce, aún con las riendas en sus manos. “Toma el caballo, cabalga al frente de ellos por un rato, y luego déjalo ir cuando no te puedan ver. No sabrán que eras tú en el caballo, y ellos aún me seguirán buscando.”

Royce estaba seguro de que esto funcionaría. Si el porquero se podía quedar delante del enemigo, entonces estaría a salvo cuando lo perdieran de su vista.

“¿Y eso es todo lo que tengo que hacer?” preguntó el porquero. Royce podía ver que lo estaba considerando.

“Solo aléjalos de cualquier aldea,” dijo. “Necesito regresar a la mía, y tú podrás regresar a la tuya en cuanto los pierdas.”

“¿Así que solo buscas una manera para salirte con la tuya?” preguntó el chico.

Royce lo entendía. El porquero no quería ayudar con algo tan despiadado como eso. Pero no era solo eso. No lo era, ni siquiera en el momento en que lanzó la lanza.

“Nos oprimen de todas las maneras posibles,” dijo Royce. “Toman y toman, y nunca nos dan nada a cambio. El duque tomó a la mujer que yo amaba y se la dio a su hijo. Me encarceló en una isla donde vi cómo masacraban a muchachos de mi edad. ¡Tuve que luchar hasta la muerte en un pozo! Es hora de que cambiemos las cosas. Es hora de que mejoremos las cosas,”

Podía ver al chico considerándolo.

“Si no regreso a mi aldea, mucha gente morirá,” dijo Royce. “Pero si yo voy y ellos me siguen, aún más lo harán. Necesito tu ayuda,”

El porquero dio un paso adelante. “¿Me pagarán por esto?”

Royce extendió sus manos. No tenía nada. “Si puedo encontrarte de nuevo, encontraré la manera de pagarte. ¿Cómo te encuentro?”

“Soy Berwick, de Upper Lesham.”

Royce asintió, y eso pareció ser suficiente para el porquero. Tomó el caballo de Royce y lo montó, lo guio hacia adelante y se puso en marcha a través de los árboles en una dirección que no tenía nada que ver con ninguno de los pueblos que Royce conocía. Royce dio un suspiro de alivio.

No duró mucho tiempo. Todavía tenía que desaparecer. Regresó entre los árboles, buscando un lugar entre el follaje donde pudiera agacharse a la sombra de un tronco, rodeado de hojas de acebo.

Se agachó ahí, perfectamente quieto, apenas atreviéndose a respirar mientras esperaba. A su alrededor, los cerdos seguían buscando comida y uno de ellos se acercó a él, acariciando con el hocico el follaje donde se escondía. “Vete,” susurró Royce, esperando que la criatura siguiera su camino. Se quedó en silencio al escuchar el sonido de cascos de caballo acercándose.

Hombres aparecieron a la vista, todos con armas y armadura, todos con un aspecto incluso más enfadado que el que habían tenido en la primera parte de la persecución. Royce esperaba de verdad no haber puesto al porquero en demasiado peligro haciéndole partícipe de su huida.

El cerdo siguió acercándose demasiado a él. Royce creyó ver a uno de los hombres que lo observaba y se quedó tan quieto que ni siquiera se arriesgó a parpadear. Si el cerdo reaccionaba a su presencia, estaba seguro de que los hombres caerían sobre él y lo matarían.

Entonces el hombre miró hacia otro lado, y los soldados volvieron a avanzar.

“¡Rápido!,” exclamó uno de ellos. “¡No puede haber llegado muy lejos!”

Los soldados salieron disparados, siguiendo el camino que el porquero había tomado, presumiblemente siguiendo sus huellas. Incluso cuando se fueron, Royce se mantuvo quieto, sosteniendo la empuñadura de su espada, asegurándose de que no era una especie de trampa diseñada para atraerlo.

Finalmente, se atrevió a moverse, emergiendo al claro y empujando a los cerdos lejos de él. Se tomó un momento para mirar a su alrededor, intentando saber en qué dirección estaba su aldea. El engaño le había dado algo de tiempo, pero, aun así, tenía que actuar rápido.

Necesitaba llegar a casa antes de que los hombres del duque mataran a todos los que estaban ahí.

CAPÍTULO DOS

Genevieve solo podía permanecer de pie y callada en el gran salón del castillo mientras su esposo se enfurecía. En los momentos en los que no estaba enfadado, Altfor era en realidad bastante atractivo, con cabello castaño largo y ondulado, rasgos aguileños y ojos profundos y oscuros. Genevieve siempre se encontraba imaginándolo así, aunque con la cara roja y furiosa, como si este fuera el verdadero él y no el otro.

No se atrevía a moverse, no se atrevía a atraer su ira, y claramente no era la única. Alrededor de ella, los sirvientes y ayudantes del entonces duque se quedaron quietos, sin querer ser los primeros en atraer su atención. Hasta Moira parecía estar rezagada, aunque seguía estando justo donde Genevieve podía verla, más cerca de su marido que ella, en todos los sentidos.

“¡Mi padre está muerto!” Altfor gritó, como si existiera alguien que no supiera a estas alturas lo que había sucedido en el pozo. “Primero mi hermano, y ahora mi padre es asesinado por un traidor, y nadie parece tener respuestas para mí.”

Esta ira se sentía peligrosa para Genevieve, demasiado salvaje y sin dirección, arremetiendo en ausencia de Royce, tratando de encontrar a alguien a quien culpar. Se encontró deseando que Royce estuviera ahí y agradecida de que no lo estuviera, todo al mismo tiempo.

Peor aún, sentía que su corazón sufría por su ausencia, y deseaba haber podido hacer algo más que estar al lado de su esposo y observarlo desde el otro lado del pozo. Una parte de ella anhelaba estar con Royce en ese momento, y Genevieve sabía que no podía dejar que Altfor lo notara. Altfor ya estaba bastante enfadado, y había sentido con demasiada claridad la facilidad con la que esa rabia podía ser dirigida hacia ella.

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