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Mientras los demás se perdían en conversaciones, Kylie se escabulló y fue a sentarse bajo su árbol favorito. Abrió el sobre y pasó despacio las fotografías, prestando atención a todos los pequeños detalles de Daniel. La forma en que sus ojos azules se iluminaban al sonreír, la manera en que las puntas del pelo se le rizaban un poco cuando lo llevaba largo. Vio tanto de ella en él que su corazón se aceleró, dolorido por extrañarlo.
Cuando llegó a la foto en la que aparecía junto a su madre, Kylie no pudo evitar sonreír al ver que Daniel sonreía a su madre, y que ella lo miraba a él. Amor. Una parte de Kylie quería llamar a su madre en ese instante y preguntarle por la foto, pero teniendo en cuenta lo que Holiday y los otros pensaban, sería mejor quedarse callada. Con suerte, no por mucho tiempo.
—Hola.
La voz de Lucas llamó su atención, y Kylie sonrió.
—Hola.
—¿Te importa que te haga compañía?
—Compartiré mi árbol contigo. —Se apartó hacia un lado para hacerle sitio.
Él se dejó caer a su lado y le estudió la cara. Su hombro, tan cálido, rozó el suyo, y ella saboreó lo cerca que estaba de él.
—Pareces feliz y triste, y confundida. —Le apartó unos cuantos mechones de pelo de la cara.
—Estoy confundida —respondió—. Han sido tan buenos y… ya no sé qué pensar. ¿Cómo podrían tener estas fotos si no fueran los Brighten?
—Podrían haberlas robado.
Sus palabras le hicieron daño, sin embargo Kylie sabía que tenía razón. Pero, ¿por qué alguien iría tan lejos para convencerla de que eran los padres de Daniel? ¿Qué podrían ganar con ello?
Lucas bajó la vista hacia las fotos que ella seguía sujetando.
—¿Puedo verlas?
Asintió y le pasó el montón de fotos.
Él las fue pasando lentamente.
—Debe de resultar extraño mirar a la cara de alguien al que te pareces mucho y no conocerlo.
Kylie levantó la mirada hacia Lucas.
—Pero yo sí lo conozco.
—Quiero decir… en persona —contestó Lucas, con las cejas arqueadas. Ella asintió, al comprender su torpeza para entender todo lo relacionado con los fantasmas, aunque deseaba que no le resultara tan difícil.
—Burnett llegará al fondo del asunto. —Lucas bajó la mirada y la posó en su boca. Por un segundo, ella pensó que iba a besarla, pero de repente se enderezó y miró hacia las ramas.
Fredericka salió de los arbustos, refunfuñando.
—La manada te busca.
—Voy enseguida —contestó, con el ceño fruncido. Ella no se movió. Continuó mirándolo fijamente y añadió—: No deberían tener que esperar a su líder.
—He dicho que voy enseguida —gruñó Lucas.
Fredericka se alejó, y Lucas se giró hacia Kylie.
—Lo siento, tengo que irme.
—¿Algo va mal? —preguntó Kylie al ver la preocupación que reflejaban sus ojos.
—Nada de lo que no pueda hacerme cargo —contestó. Le dio un beso rápido en los labios y deslizó las fotos en sus manos.
***
—¿Estarás bien? —le preguntó Holiday a Kylie cuando volvió al porche de la oficina.
Kylie se tiró sobre una de las grandes mecedoras blancas. El calor pegajoso parecía adherirse a su piel.
—Sobreviviré. —Apoyó el sobre en la pequeña mesa del patio que había entre las sillas y se apartó el pelo hacia atrás, sosteniéndolo por detrás del cuello.
—¿De verdad crees que eran unos impostores?
Holiday se sentó en la otra mecedora. Llevaba el pelo suelto, sobre los hombros.
—No lo sé. Pero Burnett no descansará hasta llegar al fondo de todo esto. Se siente culpable por no estar más encima de las cosas y dejar que Mario llegara hasta ti. Me imagino que después de esto no dejará que te alejes de su radar.
—No tenía forma de saber lo que ese miserable estaba tramando.
—Lo sé. Y tú también. Pero Burnett tiende a ser un poco duro consigo mismo.
—¿No son así todos los vampiros? —Kylie pensó en Della y en el bagaje emocional que arrastraba.
—La verdad es que no. Te sorprendería saber cuántos vampiros se niegan a asumir ninguna responsabilidad sobre sus actos. Siempre es culpa de otro.
Kylie estuvo a punto de preguntar si se refería a cierto vampiro que le había roto el corazón en el pasado, pero sus pensamientos volvieron a centrarse de nuevo en los Brighten.
—Tú estabas ahí. ¿No has leído sus emociones? ¿No eran sinceras? Yo he sentido como si de alguna manera… estuviera conectada con ellos.
Holiday inclinó la cabeza, como si estuviera pensando.
—Han sido muy precavidos, quizá demasiado, pero… sí, parecían sinceros. Especialmente la señora Brighten.
—Entonces, ¿cómo es posible que…?
—La lectura de las emociones nunca es fiable al cien por cien —dijo Holiday—. Las emociones se pueden disfrazar, esconder e incluso falsificar.
—¿Los humanos pueden hacer eso?
—Los humanos son expertos. Se les da mejor que a los seres sobrenaturales. A menudo, he pensado que aquellas especies que carecen de superpoderes para controlar sus mundos son capaces de controlar mejor sus emociones.
Kylie escuchaba con el corazón encogido por la preocupación que sentía por los Brighten.
—Narcisismo, indiferencia, personalidad esquizoide, sociopatía, todo esto está presente en la raza humana en diferentes grados. Luego están también los actores que pueden crear una emoción propia simplemente tomándola prestada de un acontecimiento anterior. He ido a ver espectáculos y obras de teatro en los que las emociones que manaban de los actores eran tan reales como cualquiera que yo haya sentido.
Kylie se recostó en su silla y contestó:
—Yo soy mitad humana y no parezco ser capaz de controlar nada.
Holiday le dirigió una mirada comprensiva.
—Siento haber tenido que hacer que se fueran. Sé que esperabas descubrir algo, pero no me podía arriesgar a que Derek tuviera razón.
—Lo entiendo. —Y lo hacía, simplemente no le había gustado—. La señora Brighten —si es que de verdad era la señora Brighten— me recordaba a mi abuela.
—Nana —dijo Holiday, y Kylie se acordó de que el espíritu de Nana se le había aparecido.
—Sí.
Holiday suspiró.
—Sé lo difícil que es esto para ti.
El teléfono de la directora del campamento sonó, y Kylie contuvo la respiración; esperaba que fueran noticias sobre los Brighten, Derek o el detective.
La supervisora del campamento se quedó mirando la pantalla.
—Es mi madre. La llamaré luego.
Kylie elevó una rodilla hasta el pecho y la rodeó con los brazos. El silencio que siguió a la llamada la llevó a sincerarse.
—Siento que nada en mi vida tiene ya sentido. Todo está cambiando.
Holiday se recogió el pelo en una coleta.
—Los cambios no son tan malos, Kylie. Si las cosas no cambian es cuando de verdad tienes que preocuparte.
—Discrepo. —Kylie apoyó el mentón sobre la rodilla —. Quiero decir, sé que los cambios son necesarios para alcanzar la madurez y todo eso. Pero me gustaría sentir que al menos hay algo en mi vida que es… sólido. Necesito una piedra de toque. Algo que sea real.
Holiday alzó las cejas.
—Shadow Falls es real, Kylie. Esto es tu piedra de toque.
—Lo sé, sé que pertenezco a este lugar, es solo que todavía no sé de qué manera. Y por favor, no me digas que esto debería convertirse en la razón de ser de mi búsqueda, porque lo ha sido desde que llegué aquí y no estoy más cerca de averiguarlo que entonces.
—Eso no es cierto. —Holiday recogió las rodillas. En la enorme mecedora, su cuerpo parecía incluso más pequeño—. Mira lo lejos que has llegado. Como has dicho, sabes que perteneces a este lugar. Eso ya es un gran paso, y estás recibiendo dones de todas partes. —Soltó una risa. Kylie levantó la mirada y dijo—: Soy patética, ¿verdad?
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