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EL ESCÁNDALO LEMOINE
Página de créditos
El escándalo Lemoine
V.1: mayo de 2020
Título original: L'affaire Lemoine
© de la traducción, Laura Naranjo y Carmen Torres, 2010
© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2020
Todos los derechos reservados.
Diseño de cubierta: Idee
Publicado por Ático de los Libros
C/ Aragó, 287, 2.º 1.ª
08009 Barcelona
info@aticodeloslibros.com
www.aticodeloslibros.com
ISBN: 978-84-18217-03-6
THEMA: FBC
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
Portada
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Sobre este libro
Nota sobre el escándalo Lemoine Lemoine fue un ingeniero eléctrico francés que estafó la suma de 64 000 libras esterlinas a sir Julius Werner, presidente de la compañía de diamantes De Beers, mediante una serie de experimentos trucados destinados a convencer al magnate de que podía fabricar auténticos diamantes. La verdadera intención de Lemoine era hacer bajar el precio de las acciones de De Beers y adquirirlas. Cuando finalmente se descubrió el pastel, sir Julius hizo perseguir, detener y enjuiciar a Lemoine, en 1908. Proust, que poseía acciones de De Beers, no se preocupó demasiado cuando se publicaron las primeras noticias de la estafa. Pero, al ver el giro de los acontecimientos, el aspecto «balzaquiano» del asunto lo sedujo y decidió tomarlo como el tema de un serie de «ejercicios» o pastiches, donde describe con variantes estilísticas el mismo episodio. El resultado, como verá el lector, es cercano en espíritu a los ejercicios de estilo de Raymond Queneau.
Al señor Walter Berry Al señor Walter Berry Abogado y hombre de letras que, desde el primer día de la guerra, y ante una América aún indecisa, defendió la causa de Francia con una energía y un talento incomparables, y la ganó. Su amigo, Marcel Proust
1. El escándalo Lemoine en una novela de Balzac
2. El escándalo Lemoine por Gustave Flaubert
3. Crítica de la novela del señor Gustave Flaubert sobre el «Escándalo Lemoine», por Sainte-Beuve, en su folletín del Constitutionnel
4. Por Henri de Régnier
5. En el «Diario de los Goncourt»
6. «El escándalo Lemoine« por Michelet
7. En un folletín dramático del señor Émile Faguet
8. Por Ernest Renan
9. En las memorias de Saint-Simon
Notas
Sobre el autor
El escándalo Lemoine cuenta la historia real de Henri Lemoine, un ingeniero que afirmó que podía fabricar diamantes a partir de carbón y convenció a numerosas personalidades —entre ellas a altos cargos de la empresa de minería De Beers y al propio Proust— para que invirtieran en su método. Cuando se descubrió el engaño, las acciones de De Beers se desplomaron y Lemoine aprovechó para comprar una gran cantidad con la certeza de que, pasado el escándalo, subirían de precio otra vez y él se haría rico. Por supuesto, su acción fue descubierta y Lemoine acabó en la cárcel. Mientras tanto, Proust, que pronto vio el potencial literario de la historia, dio con una magistral forma de contarla: una serie de relatos, cada uno de ellos escrito imitando el estilo de algunos de los autores más célebres de Francia. De este modo, no sólo vemos la vergüenza que pasó la alta sociedad parisina al descubrirse el timo, sino que podemos disfrutar de Proust escribiendo al estilo de Flaubert, Balzac o Saint-Simon.
El resultado son unos relatos rebosantes de ingenio y de asombrosos guiños literarios, en los que aparecen tanto los amigos del autor como personajes de ficción creados por los escritores que Proust imita. Proust, además, escribió El escándalo Lemoine poco después de tomar la decisión de renunciar a la vida social de París y se considera que esta es la obra en la que despuntó su magistral estilo.
«Un bombón literario.»
Víctor Fernández, La Razón
«Lo mejor de Proust es la forma en que combina sensibilidad y tenacidad.»
Virginia Woolf
«Después de Proust hay cosas que, sencillamente, no podrán repetirse.»
Françoise Sagan
Lemoine fue un ingeniero eléctrico francés que estafó la suma de 64 000 libras esterlinas a sir Julius Werner, presidente de la compañía de diamantes De Beers, mediante una serie de experimentos trucados destinados a convencer al magnate de que podía fabricar auténticos diamantes. La verdadera intención de Lemoine era hacer bajar el precio de las acciones de De Beers y adquirirlas. Cuando finalmente se descubrió el pastel, sir Julius hizo perseguir, detener y enjuiciar a Lemoine, en 1908. Proust, que poseía acciones de De Beers, no se preocupó demasiado cuando se publicaron las primeras noticias de la estafa. Pero, al ver el giro de los acontecimientos, el aspecto «balzaquiano» del asunto lo sedujo y decidió tomarlo como el tema de un serie de «ejercicios» o pastiches, donde describe con variantes estilísticas el mismo episodio. El resultado, como verá el lector, es cercano en espíritu a los ejercicios de estilo de Raymond Queneau.
Abogado y hombre de letras que, desde el primer día de la guerra, y ante una América aún indecisa, defendió la causa de Francia con una energía y un talento incomparables, y la ganó.
Su amigo,
Marcel Proust
1. El escándalo Lemoine 1en una novela de Balzac
En uno de los últimos meses del año 1907, durante una de las veladas organizadas por la marquesa de Espard, donde se reunía entonces la élite de la aristocracia parisina (la más elegante de Europa, según el señor de Tayllerand, ese Roger Bacon de la naturaleza social, que fue obispo y príncipe de Benevento), el señor de Marsay y Rastignac, el conde Félix de Vandenesse, los duques de Rhétoré y de Grandlieu, el conde Adam Laginski, el letrado Octave de Camps y lord Dudley 2hacían corro alrededor de la princesa de Cadignan, sin provocar, no obstante, los celos de la marquesa. ¿Acaso no es una de las grandezas de la anfitriona —esa carmelita de la gloria mundana— que inmole su coquetería, su orgullo, incluso su amor, por la necesidad de procurarse un salón donde el ornamento más llamativo lo encarnen tal vez sus rivales? ¿Acaso no la convierte esto en una santa? ¿No se merece esa parte, que tanto le ha costado, de paraíso social? La marquesa —una Blamont-Chauvry, emparentada con los Navarreins, los Lenoncourt y los Chaulieu— iba tendiendo a todos los recién llegados esa mano que Desplein, el mayor sabio de nuestra época, sin exceptuar a Claude Bernard, y que había sido discípulo de Lavater, calificaba como la más profundamente calculada que había tenido la oportunidad de examinar. De pronto, la puerta se abrió ante el ilustre novelista Daniel de Arthez. Sólo un físico del mundo moral poseedor a la vez del genio de Lavoisier y de Bichat —el padre de la química orgánica— sería capaz de aislar los elementos que componen la sonoridad especial de los pasos de los hombres superiores. Si hubieran oído ustedes resonar los de Arthez, se habrían estremecido, pues sólo un genio sublime o un gran criminal podía caminar así. Pero ¿no es el genio una especie de crimen contra la rutina del pasado que nuestro tiempo castiga más severamente que el crimen en sí, puesto que los hospitales donde mueren los sabios son más tristes que cualquier presidio?
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