Victory Storm - Te Tengo

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Podrá sobrevivir un amor que desafía las normas de dos familias separadas por un viejo rencor?
Ginebra Rinaldi no sabe lo que es la libertad.
Vive dentro de una jaula dorada, sofocante y llena de normas dadas por su padre, está acostumbrada a obedecer y a sufrir los castigos de su familia ante cualquier rebeldía.
Lorenzo Orlando renunció su lugar como heredero del patrimonio de la familia Orlando para poder tener la libertad de ser y hacer lo que quiere, poniendo en peligro su propia vida. Sin embargo, hoy es un hombre respetado y es el propietario del local más prestigioso de Rockart City, el Bridge.
Decidida a romper las normas y reglas, Ginebra ira a parar a la boca del lobo.
Qué pasará cuando quede cautivada por la mirada penetrante de Lorenzo y descubra que ya no podrá escapar de él? Cuánto tiempo tendrá Ginebra antes que quedar bajo la mira de Lorenzo?

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Con mi hermano Fernando, nunca había tenido una buena relación y nunca había sufrido la distancia que había puesto entre nosotros dos. Por el hecho que era el primogénito, tenía diez años más que yo y era el heredero directo del imperio de papá, se permitía ser un déspota con cualquiera.

“Escucha, me ha llamado Lucky. Tiene tu pase. Según parece intentó ir al Bridge con sus amigos, pero le dijeron que la tarjeta es nominativa y que sin ti no podía entrar. Me ha pedido si esta noche nos gustaría volver con él y un amigo suyo que querría presentarte. Me hizo ver una foto suya. Es un hermoso muchacho! Quizás podría surgir algo, no te parece?”

Pensé en Lorenzo.

Nunca lo hubiera admitido, pero tenía unas ganas locas de volverlo a ver.

“Ok”, respondí dejando consternada a Maya.

“De verdad? Es decir, me alegra, pero estaba convencida que no quisieras saber más nada con el Bridge o con los Orlando, después de lo que sucedió el sábado pasado.”

“Necesito cambiar un poco el aire.”

“Una vez, cuando querías cambiar aire me pedias que fuéramos a la cabaña de mi abuelo en la montaña. Mientras ahora, me estás diciendo que quieres volver a la boca del lobo. Me parece que te he contagiado con mi locura de hacer cosas prohibidas.”

“Puede ser”, sonreí alegre.

6

LORENZO

No pude contener una pequeña sonrisa de triunfo cuando vi a Mia Madison atravesar la puerta del Bridge.

Sabía que había rechazado mi pase y que sólo por la intervención de uno de sus amigos lo había aceptado. Nadie era tan loco como para insultar a un Orlando, declinando su regalo, incluso si a Mia no le parecía importar mucho mi apellido y el rol que tenía en esta ciudad.

La sonrisa fue más grande cuando la vi quitarse la campera liviana de lino blanco y mostrar un vestido celeste escotado, que además tenía un escote profundo en la espalda, y con la falda que le llegaba a las rodillas.

Su look casto, resultaba todavía más simple por el maquillaje liviano y por los colores tenues, era una señal clara que no quería ser confundida nuevamente con una acompañante.

Por un instante, su mirada se cruzó con la mía.

Ambos hicimos un leve saludo con la ceja en dirección del otro, pero sus ojos quedaron pegados a los míos por una fracción de segundo de más, intentando no darme a entender que ella también había pensado en mí toda la semana, como me había pasado a mí.

Había sido difícil sacar de mi mente a una mujer que me había dicho que parecía un ex convicto y que me había desafiado tan abiertamente, a pesar de que la atemorizaba.

La recorrí con la mirada, buscando a la muchacha transgresiva y desinhibida, pero parecía que no quedaba rastro.

Era simple y bellísima.

Sus ojos azules con algún tinte violeta resaltaban gracias a la sombra lila y los labios estaban apenas cubiertos por un labial rosado.

A diferencia de la vez anterior, ahora parecía mucho más joven. No le daba más de veinticinco años y sus modales siempre agraciados y refinados con los que se movía, se sentaba y se llevaba a la boca el Bellini que había ordenado… tenía algo sensual y fascinante.

Había entendido de inmediato que había estudiado y no era una simple acompañante, cuando le hablé y ahora, viéndola en toda su simplicidad, me di cuenta que era más de lo que dejaba ver. Sin embargo, la timidez y reserva que mostraba cuando un muchacho con el que hablaba la tocaba, me hacía intuir que había algo extraño en ella. Era como si tuviera miedo del contacto físico, casi como si le molestara…

Incluso conmigo, había sido introvertida, había visto miedo en su mirada, mientras ahora veía irritación y antipatía, aunque si estuvieran escondidas detrás de sonrisas y gestos medidos pero no lo suficientemente incisivos para mantener en su lugar las manos de ese muchacho.

Disfruté viendo su esfuerzo por contener el nerviosismo y de mostrar siempre una máscara de muchacha buena, aunque si dentro, muy dentro, era evidente que habría querido abofetear a su acompañante.

Desde el lugar donde me encontraba, disfrutaba todo el espectáculo, preguntándome cuánto faltaba para que perdiera los estribos.

Además, su amiga Chelsea no parecía darse cuenta de nada, estaba impresionada por el muchacho con quien también había estado la semana anterior.

A un cierto punto, el acompañante de Mia se puso a jugar con sus largos cabellos rubios.

Parecía que ese gesto la molestaba mucho, porque se puso de pie y con una excusa se dirigió al baño.

Estaba por volver a mi trago, cuando vi al muchacho seguirla al baño.

Conocía esa sonrisa arrogante y sabía qué habría sucedido.

Normalmente habría llamado a un camarero para decirle que interviniera, pero esta vez tenía curiosidad y, si hubiera sucedido lo que me temía, no hubiera dudado en golpear al maldito.

Con cierta indiferencia, me dirigí hacia el baño de mujeres.

Lo encontré cerrado.

Golpee y todo lo que obtuve por respuesta fue un grito que fue sofocado de inmediato y algo que caía al piso.

No quería hacer un escándalo o asustar a mis clientes dado que la reputación de local se basaba, precisamente en la discreción, por lo que evité golpear la puerta o gritar para que abrieran.

De inmediato llamé a Jacob, mi vice, y me hice alcanzar las llaves del baño.

En un instante, mi amigo abrió la puerta.

Entré en el baño, mientas Jacob volvía a cerrar la puerta a nuestras espaldas.

Mia estaba tirada en el piso y tenía una mejilla roja, mientras el muchacho tenía el pantalón abierto y estaba sobre ella, agarrándola por las muñecas.

Saqué a ese bastardo lejos y me incliné al lado de ella.

Le corrí el cabello del rostro pero, apenas mis dedos tocaron sus mejillas, ella hizo una mueca y se alejó de mí, aterrorizada.

Para mi sorpresa, vi una pequeña hebilla que asomaba de la sien y comprendí que lo rubio, era una peluca.

“Mia, soy yo, Lorenzo Orlando”, le dije lentamente, tomándola por los hombros que se sacudían por los sollozos. “Ven, te ayudo a levantarte.”

Miró mi mano, como si fuese algo prohibido y peligroso, pero finalmente aceptó mi ayuda.

Con delicadeza la ayudé a ponerse de pie pero me di cuenta que debía haberse golpeado, porque rengueaba y la correa de su zapato derecho se había roto.

Antes de que cayera de nuevo, la tomé y la llevé en brazos.

Estaba tan desorientada y asustada por lo que le había pasado, que no opuso resistencia y se acurrucó temblando contra mi pecho.

Mientras tanto, Jacob se ocupó del muchacho.

“Si te vuelvo a ver en mi local, te hago pedazos”, lo amenazó antes de que Jacob lo echara del local.

Salí del baño y noté que algunos clientes se miraban curiosos. Sólo la amiga de Mia parecía perturbada y corrió hacia nosotros.

“Oh mi Dios… Qué te sucedió?”, gritó desesperada, viendo el rostro enrojecido de la muchacha.

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