ESPIANDO A MI CANALLA
Agradecimientos Agradecimientos Aquí es donde agradezco inmensamente a mi editora y artista de portada, Victoria Miller. Ella me ayuda más de lo que puedo decir. Aprecio todo lo que hace y que me motiva a ser mejor... a hacerlo mejor. Mil gracias. También agradezco a Elizabeth Evans. Gracias por estar siempre ahí para mí y por ser mi amiga. Significas mucho para mí. Darte las gracias no es suficiente, pero es todo lo que puedo darte, así que gracias amiga mía por ser como eres.
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
Epílogo
SOBRE LA AUTORA
TAMBIÉN DE DAWN BROWER
EXTRACTO: Eternamente mi duque
Prólogo
CAPÍTULO UNO
EXTRACTO: Todas las damas aman a Coventry
Prólogo
CAPÍTULO UNO
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y situaciones son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de manera ficticia y no deben interpretarse como reales. Cualquier parecido con locales, organizaciones o personas reales, vivas o muertas, es mera casualidad.
Espiando a mi canalla Copyright © 2020 Dawn Brower
Arte de portada y Edición por Victoria Miller Todos los derechos reservados. Este libro no puede ser reproducido de ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico, incluyendo sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin permiso escrito del autor, excepto para el uso de breves citas en una reseña del libro.
Para mi familia, sin ustedes, probablemente me habría quedado sin ideas hace mucho tiempo. Puede que a veces me sienta un poco... malhumorada de vez en cuando, pero los quiero. Soy afortunada de tenerlos en mi vida, especialmente en los días más oscuros cuando no parece haber esperanza de encontrar ninguna luz. Gracias por apoyarme. No hay palabras para decirte cuánto aprecio todo lo que haces por mí.
Aquí es donde agradezco inmensamente a mi editora y artista de portada, Victoria Miller. Ella me ayuda más de lo que puedo decir. Aprecio todo lo que hace y que me motiva a ser mejor... a hacerlo mejor. Mil gracias.
También agradezco a Elizabeth Evans. Gracias por estar siempre ahí para mí y por ser mi amiga. Significas mucho para mí. Darte las gracias no es suficiente, pero es todo lo que puedo darte, así que gracias amiga mía por ser como eres.
Verano de 1835
Lady Hyacinth Barrington preferiría haberse quedado en su casa de Havenwood, pero aquí estaba mirando por la ventana del carruaje de su familia. Se dirigían a Weston Manor para una fiesta, ya que su madre pensó que sería bueno para Hyacinth y su hermano Elijah que asistieran. A ninguno de ellos les gustaba salir de casa, pero al menos la fiesta no duraría más de quince días. Luego podrían regresar a casa y disfrutar del resto del verano sin inconvenientes. Eso si su madre dejaba de aceptar más invitaciones.
"¿Cuánto tiempo más tenemos que estar en el carruaje?”, preguntó Elijah en tono irritado. Hyacinth no podía culparlo, aunque, a los diez y seis años era un adolescente en la cúspide de la hombría, todavía actuaba como un niño mimado. Ella también quería escapar del faetón, pero se abstuvo de emitir cualquier comentario. Parecía como si hubieran estado viajando por meses.
"Ya casi llegamos", respondió su madre.
"¿El tío Killian también asistirá a esta fiesta?", preguntó Elijah mientras pasaba sus dedos por su rebelde cabello marrón. Su intento de arreglar su cabello fue en vano, pues sus mechones se desordenaron aún más.
Elijah adoraba a su tío, era su héroe y trataba de pasar todo el tiempo posible con él. Hyacinth jamás permitiría algo así, pues su hermano le parecía un fastidio y odiaba que la siguiera a todas partes. Esta era otra de las razones por la que no deseaba asistir a esta fiesta.
"El tío Killian no va a asistir", respondió su madre, Odessa, la condesa de Havenwood, a Elijah mientras se pasaba un mechón de cabello oscuro detrás de la oreja. Su peinado se había desordenado un poco gracias a una brisa traviesa que azotó el carruaje. "Creo que Scarlett estará allí con tu tía Aubriella."
Hyacinth frunció la nariz. Le agradaba su prima, pero había algo raro en ella. Scarlett podía ser un poco criptica a veces. Decía cosas muy extrañas que Hyacinth no entendía del todo. La tía Aubriella también era así. No parecían tener ningún parentesco con ella, pero en efecto eran familia.
"No mencionaste que iban a asistir a la fiesta", dijo Hyacinth. "¿Por qué no viajan con nosotros?".
¿Qué razón podría haber tenido su madre para ocultar esa información? Hyacinth la miró fijamente y esperó su respuesta, pero su madre permaneció en silencio. Sin embargo, Hyacinth se quedó con la duda y más adelante intentaría indagar en el tema.
Una casa solariega apareció a la vista y todos se fijaron en ella. "¿Es Weston?", preguntó Elijah.
"Creo que sí", le respondió su madre.
Era una gran propiedad situada cerca de grandes acantilados que se encontraban con el océano. Hyacinth estaba intrigada. Nunca había estado en esta parte del país, y aunque jamás lo admitiría en voz alta, estaba ansiosa por explorar la playa cercana a los acantilados. Había oído que había cuevas que conducían a la orilla. Cuando tuviera la oportunidad, vería por sí misma si existían. Primero, tendría que asegurarse de que Elijah no la siguiera. No le gustaría tener que cargar con él.
"Madre", dijo Hyacinth. "Sobre la tía Aubriella y Scarlett...".
"Se nos unirán a finales de esta semana", interrumpió su madre. "Hubo una emergencia en Kingsbridge, y no pudieron venir con nosotros".
Hyacinth miró a su madre con expresión inquisitiva. Todavía pensaba que ella le estaba ocultando algo, pero lo dejaría pasar. "Está bien".
Su carruaje se dirigió a la entrada principal de Weston Manor. Hyacinth miraba hacia los acantilados. Tres jóvenes caballeros caminaban juntos hacia el borde. Dos eran gemelos idénticos, Christian Kendall, el marqués de Blackthorn, y el heredero del ducado de Weston; y Lord Nicholas Kendall, el de repuesto. Hyacinth no podía estar segura, pero asumió que el otro caballero que estaba con ellos era su primo menor, Rhys Rossington, el Conde de Carrick, y heredero del Marqués de Seabrook. Los gemelos tenían el cabello oscuro, pero el joven conde tenía el cabello dorado y brillaba a la luz del sol. Ella quería verlo más de cerca. Había algo en él que le había llamado la atención.
Ella suspiró. Hyacinth había cumplido catorce años hace un par de semanas. La celebración de su cumpleaños había sido maravillosa. A su padre le gustaba celebrar por todo lo alto las ocasiones especiales y los cumpleaños siempre eran las más fastuosas. Esta era una de las razones por las que adoraba a su padre. No se imaginaba su vida sin él, y esperaba el estuviera a su lado muchos años más. A ella le hubiese gustado mucho que él los hubiera acompañado en este viaje.
Pese a esto, quizás podría explorar un poco el lugar y descubrir cosas interesantes. Tal vez debería seguir a los gemelos y al conde. Seguramente conocerían todos los rincones de la propiedad, y los chicos siempre hacían cosas arriesgadas. Esos eran los lugares que Hyacinth quería descubrir. Las zonas secretas... Quería experimentar algo emocionante y tal vez un poco peligroso que le ayudara a olvidar que su padre se había quedado en casa y el tedio de estar en una fiesta durante quince días.
El carruaje se detuvo frente a la casa. "¡Por fin!", exclamó Elías. "Pensé que nunca llegaríamos. El viaje se me hizo eterno".
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