El
Asesor
Vidente
Juan Moisés de la Serna
Editorial Tektime
2020
“El Asesor Vidente”
Escrito por Juan Moisés de la Serna
1ª edición: noviembre 2020
© Juan Moisés de la Serna, 2020
© Ediciones Tektime, 2020
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Prólogo
Nadie me lo podía haber dicho, y si lo hubiesen hecho no le habría creído, que yo fuese escritor, con lo que me costaba a mí leer de pequeño.
A pesar de ello las circunstancias me habían obligado a esta profesión, ya que con tanto tiempo como ahora tenía, encerrado de por vida, no tenía mucho más que hacer.
Es cierto que algunos presos se dedicaban a realizar ejercicios en el patio, e incluso a estudiar en la biblioteca, los menos realizan cursos de capacitación, pero todos ellos tienen algo que yo no tengo, un ideal por el que luchar y seguir adelante.
Con una condena de unos pocos meses o incluso años, es fácil pensar que la preparación le servirá para algo, y que será más fácil buscarse la vida fuera de esta prisión, pero en mi caso, con la certeza de que nunca volveré a pisar la calle, ¿qué sentido tiene prepararse?
Dedicado a mis padres
Contenido
Capítulo 1. Sueños de Libertad
Capítulo 2. Nada tiene sentido
Capítulo 3. Viaje a Johannesburgo
Capítulo 4. El valor de una vida
Capítulo 5. El acuerdo
Capítulo 6. El doctor Brain
Capítulo 7. Vuelo a Johannesburgo
Capítulo 8. La entrevista
Capítulo 9. La Sentencia
Capítulo 10. El secuestro
Capítulo 11. El nuevo futuro
Capítulo 1. Sueños de Libertad
La vida siempre comienza
cada mañana al salir el sol
y sean cuales sean tus circunstancias
puedes aprovechar su calor.
Día tras día transcurre
y sin sentido se ve
para algunos la mañana
un castigo se le ve.
Todo depende del enfoque
eso algunos dicen
el sentido de la vida
y como quieras vivir esta.
Nadie me lo podía haber dicho, y si lo hubiesen hecho no le habría creído, que yo fuese escritor, con lo que me costaba a mí leer de pequeño.
A pesar de ello las circunstancias me habían obligado a esta profesión, ya que con tanto tiempo como ahora tenía, encerrado de por vida, no tenía mucho más que hacer.
Es cierto que algunos presos se dedicaban a realizar ejercicios en el patio, e incluso a estudiar en la biblioteca, los menos, realizan cursos de capacitación para el desarrollo de una profesión, pero todos ellos tienen algo que yo no tengo, un ideal por el que luchar y seguir adelante.
Con una condena de unos pocos meses o incluso años, es fácil pensar que la preparación le servirá para algo, y que será más fácil buscarse la vida fuera de esta prisión, pero en mi caso, con la certeza de que nunca volveré a pisar la calle, ¿qué sentido tiene prepararse?
Tanto se ha escrito sobre mí, vertiendo todo tipo de conjeturas sobre mi ideología y las motivaciones políticas que me llevaron a aquello, e incluso argumentaban y opinaban sobre mi salud mental, que he decidido escribir mi propia versión, quizás no sea la verdad que algunos pudiesen esperar, muy alejado de las teorías conspiranoides que a tantos gusta, pero es mi verdad, es tal y como yo lo viví y fue lo que me condujo a la triste situación que estoy ahora, condenado de por vida, recluido y alejado de todo y de todos, sin más que un pequeño habitáculo con unas pocas pertenencias.
Menos mal que en este Estado no hay pena de muerte, por lo que me he librado de una muerte segura, ya que habría sido condenado a perecer de forma dolorosa, quizás mediante una inyección letal, pero a veces hasta deseo ese fin antes de seguir de por vida encerrado.
El jurado popular me sentenció a la cadena perpetua, como si eso pudiese resarcir de algún modo lo que hice, quizás esperarían que con el tiempo reflexionase y me arrepintiese de mis actos, pero estos no fueron cometidos en un momento de arrebato, ni llevado por ningún tipo de ideología o fanatismo.
Si bien nunca he dudado de mi salud mental, después de meses llevando la misma vida, acá encerrado, sabiendo que el resto de mi vida va a ser exactamente igual, con el mismo horario día tras día, ya no estoy tan seguro de mi fortaleza mental ya que esto haría mella en la salud de cualquiera.
Además, mis vecinos, si es que se pueden llamar así, no son lo que se dice un ejemplo de civismo, por lo que no puedo entablar ningún tipo de amistad con estos reclusos, asesinos en serie, violadores o terroristas. Son lo peor de lo peor, condenados de por vida en esta institución de máxima seguridad en donde no hay ningún tipo de intimidad.
Si, aunque solo me hubiesen asignado a una cárcel normal, al menos allí podría tener algo de vida e intimidad.
Aquí todo se veía, y nunca dejábamos de estar escudriñados por parte de los guardias, los cuales parecían estar empeñados en saber todo sobre nosotros, como si no hubiesen sido suficientes los innumerables interrogatorios a los que me habían sometido en su momento para que les dijese todo lo que sabía.
Ahora con tiempo, tengo dudas de algunas fechas, o eventos que sucedieron, por eso me he decidido a contar mi historia desde el principio.
No es que quiera justificarme ni nada por el estilo, sé que lo que he hecho es, cuanto menos, imperdonable, y estoy seguro de que la condena que tengo es justa, únicamente que se me hace insoportable todos los días la misma rutina.
No sé cómo lo hacen los demás, se ha escuchado mucho de aquellos que tratan de huir, o de los que se acaban refugiando en una religión, pero en mi caso no tengo ninguna esperanza de salvación de mi alma.
Cuando uno atropella a alguien mientras se está en estado de embriaguez, o tiene un accidente al volcar el vehículo que conduce llevando a una veintena de pasajeros, provocando la muerte a algunos de ellos, uno puede llegar a arrepentirse y pedir perdón a las víctimas, incluso puede llegar uno a justificarse a sí mismo sobre que aquello no fue intencionado, y que, si hubiesen sido otras las circunstancias, nada de ello hubiese pasado, pero no es mi caso, nunca lo fue.
Tampoco es que me considere ni me compare con uno de esos psicópatas, asesinos en serie o terroristas, capaces de matar a sangre fría, sin sentir ningún tipo de remordimiento, ni con aquellos que parecen disfrutar haciendo daño a otros.
Únicamente soy un hombre normal que ha tomado una decisión, no sé cómo denominarla, quizás la palabra adecuada sea “drástica”, pero que estoy seguro de que cualquier otro en mi lugar hubiese tomado.
Puede que algunos me vean como una especie de justiciero, tal y como me han calificado en algunos periódicos, o quizás como un iluminado, como me han calificado otros, pero no me siento ni lo uno ni lo otro.
Si me preguntasen diría que soy un hombre normal haciendo lo que me dictaba la conciencia, es cierto que puede que aquello no sea lo mejor, ni lo más adecuado, pero era lo único que pude hacer.
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