Julian pensó exactamente lo mismo, a juzgar por su expresión retorcida. Pero discutir con Jessamine era tan infructuoso como los árboles del huerto viejo y podrido.
—Desde luego, prima —respondió con una voz más propia de un funeral.
Su mirada era de disculpa, en tanto que la de Coriane era de resentimiento. Ella vio con poco velado desdén que Julian le ofrecía un brazo a Sara y que recogía con el otro su indecoroso regalo. Ambos ansiaban escapar del dominio de la anciana, pero se resistían a dejar a Coriane. Lo hicieron de cualquier forma, y se alejaron del salón a toda prisa.
De acuerdo, déjame aquí. Así lo haces siempre . Coriane fue abandonada de este modo a Jessamine, quien se había propuesto convertirla en una verdadera hija de la Casa de Jacos. Para decirlo llanamente, en una hija muda .
Y siempre la dejaba a su padre cuando él regresaba de la corte, después de largos días a la espera de que el tío Jared falleciese. El jefe de la Casa de Jacos, gobernador de la región de Aderonack, no tenía hijos, así que sus títulos pasarían a su hermano, y después a Julian. Cuando menos, no tenía hijos ya. Los gemelos, Jenna y Caspian, habían muerto en la guerra contra los Lacustres, y dejado a su progenitor sin un heredero de su sangre, para no hablar de su deseo de vivir. El padre de Coriane ocuparía ese sitio ancestral de un momento a otro, y no quería perder tiempo en hacerlo. Ella consideraba perversa esa conducta, en el mejor de los casos. No imaginaba que pudiera hacerle algo así a Julian, verlo consumirse de dolor sin hacer nada, por más enfados que él le infligiera. Aquél era un acto horrible, sin amor, y sólo pensar en ello le revolvía el estómago . Pero yo no tengo la intención de encabezar a nuestra familia, y papá es un hombre ambicioso, aunque falto de tacto .
No sabía lo que él pensaba hacer con su eventual ascenso. La de Jacos era una Casa pequeña, poco importante, de gobernadores de un área atrasada con poco más que la sangre de una de las Grandes Casas para mantenerlos calientes durante la noche. Y con Jessamine, desde luego, para asegurarse de que todos fingieran que no se estaban ahogando.
Ésta tomó asiento con la gracia de una dama de la mitad de su edad y golpeó con su bastón el suelo sucio.
—¡Ridículo! —murmuró mientras sacudía una nube de motas de polvo que giraban en un rayo de sol—. ¡Qué difícil es hallar buenos ayudantes en estos tiempos!
Sobre todo cuando no puedes pagarlos , se mofó Coriane en su mente.
—Así es, prima. Muy difícil.
—Bueno, acerca ya esas cosas. Veamos lo que Jared envió —dijo.
Alargó una mano ganchuda que abría y cerraba agitadamente, y como este gesto le enchinó la piel a Coriane, se mordió el labio para no decir algo inoportuno. Tomó en cambio los dos vestidos regalo de su tío y los tendió en el sofá donde Jessamine se había sentado.
La prima los olfateó y examinó como hacía Julian con sus textos antiguos: entrecerró los ojos ante el bordado y el encaje, frotó la tela y tiró de invisibles hilos sueltos en ambos vestidos dorados.
—Parecen aceptables —dijo después de un largo momento—. Aunque son anticuados. Ninguno de ellos está a la última moda.
—¡Qué raro! —exclamó Coriane sin poder reprimirse, con palabras arrastradas.
¡Zas! El bastón volvió a golpear en el suelo.
—¡Sin sarcasmos! Son impropios de una dama.
Todas las que yo conozco parecen muy versadas en ellos, tú incluso, si es que puedo llamarte una dama . La verdad es que Jessamine no había asistido a la corte durante al menos una década. No tenía idea de cuál era la última moda y, cuando ingería demasiada ginebra, ni siquiera recordaba qué rey estaba en el trono.
—¿Es Tiberias VI o V? No, todavía es el IV; la antigua llama no morirá .
Coriane le recordaba amablemente que quien los gobernaba entonces era Tiberias V.
Su hijo, el príncipe heredero, sería Tiberias VI cuando su padre falleciera. Aunque con su sedicente gusto por la guerra, ella se preguntaba si el príncipe viviría tanto como para portar una corona. La historia de Norta estaba llena de incendiarios Calore que morían en batalla, especialmente príncipes segundos y primos. Coriane deseaba en secreto que el príncipe muriera, así fuese sólo para ver qué pasaba. Hasta donde sabía, si las lecciones de Jessamine eran de dar crédito, él carecía de hermanos, y los primos Calore eran pocos, por no decir débiles. Norta había combatido durante un siglo a los Lacustres, pero una guerra interna se cernía en el horizonte, una guerra entre las Grandes Casas para llevar al trono a otra familia. La Casa de Jacos no estaba involucrada en ello en absoluto. Su insignificancia era una constante, lo mismo que la prima Jessamine.
—Bueno, si los mensajes de tu padre son de fiar, estos vestidos deberán ser útiles muy pronto —continuó, al tiempo que dejaba los presentes.
Sin consideración de la hora ni de la presencia de Coriane, sacó de su vestido una botella de ginebra y tomó un buen sorbo. El aroma del enebro se esparció por el aire.
Coriane frunció el ceño y apartó la mirada de sus manos, que ya se ocupaban en estrujar los guantes nuevos.
—¿El tío se encuentra bien?
¡Zas!
—¡Qué pregunta tan tonta! No ha estado bien desde hace años, como bien lo sabes.
El rostro de Coriane ardió en color plata, con un bochorno metálico.
—Quise decir mal, peor. ¿Se encuentra peor ?
—Harrus lo cree así. Jared ya no abandona sus aposentos en la corte y es raro que asista a banquetes, menos aún a reuniones administrativas o al consejo de gobernadores. Tu padre lo sustituye cada vez más. Por no mencionar el hecho de que tu tío parece decidido a beberse hasta la última gota de las arcas de la Casa de Jacos —dijo la anciana antes de tomar otro trago de ginebra, ironía que casi hizo reír a Coriane—. ¡Qué egoísta!
—Sí, qué egoísta —balbuceó la joven.
No me has deseado feliz cumpleaños, prima . Pero no insistió en ese asunto. Duele ser llamado ingrato incluso por una sanguijuela.
—Otro libro de Julian, ya veo. ¡Ah!, y guantes. Magnífico, Harrus aceptó mi sugerencia. ¿Y de Skonos?
—Nada.
Por lo menos todavía . Sara le había pedido esperar, porque su regalo no era algo que pudiese apilarse con los otros.
—¿Nada? ¡Pero si viene aquí a consumir nuestra comida, a ocupar espacio…!
Coriane hizo cuanto pudo para que las palabras de Jessamine flotaran y se alejaran de ella como nubes en un cielo despejado por el viento. Se concentró en el manual que había leído la noche anterior. Baterías. Cátodos y ánodos, los de uso primario se desechan, los secundarios pueden recargarse …
¡Zas!
—¿Sí, Jessamine?
Una mujer muy vieja y de ojos saltones sostenía la mirada de Coriane, con la irritación inscrita en cada arruga.
—No hago esto para beneficiarme, Coriane.
—Ni a mí tampoco —siseó ella, sin poder evitarlo.
Jessamine cacareó en respuesta, con una risa tan crispada que habría podido escupir polvo.
—Eso es lo que querrías, ¿verdad? Creer que sufro por diversión tu mala cara y tu amargura. ¡Piensa menos en ti, Coriane! No hago esto más que por la Casa de Jacos, por nosotros. Sé mejor que ustedes lo que somos. Y recuerdo lo que fuimos cuando vivíamos en la corte, negociábamos tratados y éramos para los reyes Calore tan indispensables como su flama. Recuerdo . No hay peor castigo ni dolor que la memoria.
Revolvió el bastón en su mano y comenzó a contar con un dedo las joyas que pulía cada noche: zafiros, rubíes, esmeraldas, un diamante. Pese a que Coriane no sabía si eran obsequios de pretendientes, amigos o familiares, componían el tesoro de Jessamine, cuyos ojos destellaban como las gemas mismas.
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