1 A la manera de una presentación
2 Algunas cosas sobre Andrew y su obra
3 La cronología
4 PARTE I
5 DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO A CASEROS (1810 - 1852)
6 PARTE II
7 LA NUEVA NACIÓN (1852 - 1900)
8 APÉNDICE I
9 SIGLO XX (1900 - 1946)
10 APÉNDICE II
11 PRIMERA PRESIDENCIA DE JUAN DOMINGO PERÓN (1946 - 1952)
12 APÉNDICE III
13 SEGUNDA PRESIDENCIA DE JUAN DOMINGO PERÓN (1952 - 1955)
14 Agradecimientos
15 Notas del lector
16 Cronologías y otros libros del autor
1 Cover
Graham-Yooll, Andrew
Los días contados : una cronología argentina del siglo XIX / Andrew Graham-Yooll ; prólogo de Víctor Oscar García Costa ; Daniel Divinsky. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Marea, 2020.
Libro digital, EPUB - (Pasado imperfecto ; 11)
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-8303-34-5
1. Historia Argentina. I. García Costa, Víctor Oscar, prolog. II. Divinsky, Daniel, prolog. III. Título.
CDD 982
Edición: Víctor Sabanes
Coordinación: Ana María Makar
Diseño de tapa e interior: Hugo Pérez
Corrección: Marisa Corgatelli
© 2020 Andrew Graham-Yooll
© 2020 Editorial Marea S.R.L.
Pasaje Rivarola 115 – Ciudad de Buenos Aires – Argentina
Tel.: (5411) 4371-1511
marea@editorialmarea.com.ar
www.editorialmarea.com.ar
ISBN 978-987-8303-34-5
Impreso en Argentina
Depositado de acuerdo a la Ley 11.723
Todos los derechos reservados.
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin permiso escrito de la editorial.
A la manera de una presentación
Andrew Graham-Yooll se ha embarcado, otra vez, en la elaboración de una nueva cronología histórica, complementaria de otras suyas. Aunque él lo niegue, y seguramente lo hará con todo convencimiento, lo volverá a hacer por la simple razón de que este tipo de trabajos constituye una suerte de adicción de la que no solo es difícil liberarse, sino que, como toda adicción, convierte a los que la padecen en permanentes reincidentes en potencia. Y así será hasta el final de sus días. Debemos regocijarnos por ello.
Existen dos clases de ordenamientos en el registro pormenorizado de los hechos históricos. Una clase es la de las Cronologías. La otra es la de las Efemérides. En tanto no se caiga en la manía de juzgar, señalada por el historiador francés, fusilado por los nazis en un campo de Lyon, Marc Bloch (1886-1944), en su breve, pero densa Introducción a la Historia (México, Fondo de Cultura Económica, 1952), las distintas denominaciones no deberían implicar una diferencia en la interpretación, ni en la valoración de la significación de los hechos históricos, sino una forma particular de enumerarlos. En este punto, no estará de más tratar de determinar cuál de ellas fue primero y señalar en qué consiste esa forma distinta de enumerar los sucesos históricos.
“Cronología” proviene de la voz “crónica”, del latín chrónicaorum, que significa “libros de cronología”, “crónicas”, plural neutro del adjetivo chronicus, “cronológico”, que se tomó del griego khronikós, derivado de khrónos, “tiempo”. “Crónica” es una voz acuñada hacia 1275 como Crónica General y que hacia 1705 aparece como Cronología.
“Efemérides” es un derivado de “efímero”, tomado del griego ephémeros, que solo dura un día, porque heméra significa día. La voz “efemérides” aparece hacia 1610 tomada del griego ephemerísídos, que significa “memorial diario”. Tiene el mismo origen la voz “hemeroteca”, voz compuesta, culta, formada por hemerológion, que significa “periódico”, “diario”, a su vez, voz compuesta de heméra y théke, que significa “depósito”.
Dentro del campo de la Cronología se encuentran las denominadas “Tablas cronológicas”, cuyas enumeraciones no se refieren a hechos históricos sino al ordenamiento cronológico de las diversas sucesiones de Papas, dinastías, reyes, virreyes, presidentes, etcétera. La voz “tabla” proviene del latín tabula, pieza de madera más larga que ancha, con lo que simboliza que es posible escribir sobre ella, de arriba hacia abajo, la enumeración de la sucesión de que se trate, colocando cada sucesor debajo del anterior. Así debe haber sido en el más remoto origen arqueológico de esas tablas, inscriptas sobre los materiales más diversos.
De acuerdo con la aparición de las voces, efemérides (1610) sería anterior a cronología (1705), según lo afirma el filólogo, romanista y lexicólogo barcelonés Joan Corominas (1905-1997) en su Breve diccionario etimológico de la lengua castellana (Madrid, Gredos, 1961).
Sin embargo, obran en nuestro poder las Tablas Chronológicas en que se contienen los sucesos eclesiásticos y seculares de España, África, Indias Orientales, y Occidentales, desde su principio, hasta el año 1642 de la reparación humana, compuestas por el sacerdote borgoñés Claudio Clemente (1597-1642) de la Compañía de Jesús, añadidas desde 1642 hasta 1689 por el licenciado valenciano Vicente Joseph Miguel (1670-1700) (Valencia, Imprenta de Jayme de Bordazar, 1689), lo que indica que, en este caso, la palabra “cronología” apareció dieciséis años antes que la citada por Corominas y, seguramente, habrá otras anteriores.
Sea como sea, la cronología, esto es, el ordenamiento de sucesos diarios siguiendo un orden cronológico, y la efemeridología, esto es, el ordenamiento de los sucesos ocurridos en un mismo día de distintos años, al final, a pesar de sus caracteres meramente enunciativos, han configurado un importante aporte para los estudios históricos, inclusive para hallar esas relaciones de causa y efecto que fijan un rumbo a los acontecimientos y marcan un sentido en la marcha del hombre como verdadero hacedor de la historia.
Por otra parte, hay Antiguas Cronologías y Cronologías Antiguas. Las primeras son cronologías elaboradas durante las primeras civilizaciones. Las segundas son cronologías referidas a la Edad Antigua, aunque elaboradas muchos años después. También hay Cronologías Medias, Modernas y hasta Contemporáneas. En el marco de las Antiguas Cronologías, no estará demás señalar, como curiosidad, que se encuentran las llamadas Cronologías imposibles, es decir las cronologías que se refieren a hechos históricos que, aunque anotadas minuciosamente a partir de muy antiguos registros arqueológicos, por ejemplo, las tablillas de Nippur, han sido de imposible comprobación, al menos con las herramientas históricas que están a nuestro alcance. Entre ellas se podrían señalar las registradas en los libros del historiador, astrónomo y sacerdote caldeo Beroso o Berosio o Berossus (siglo iii a. C), que abarcaron cientos de miles de años, y que están basadas en los archivos de los templos de Babilonia.
En la práctica argentina, las Efemérides fueron el punto de partida, debiéndose recordar, en primer lugar, los Fastos de la América española, serie mixta, entre cronológica y efemeridológica, del abogado y político porteño Miguel Navarro Viola (1830-1890), aparecida a partir del número 1 de La Revista de Buenos Aires (Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1863), que dirigía junto al abogado y escritor, también porteño, Vicente G. Quesada (1830-1913), y de la que hubo una reimpresión exacta realizada por la Biblioteca Americana en 1911. “Fasto” es voz que aparece en 1615 por la pluma de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), en El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha (1605), más precisamente en la segunda parte El ingenioso caballero don Quixote de la Mancha (1615), tomada del latín fastus, que significa “día”, y que hacía referencia al día en que en la antigua Roma era lícito tratar negocios. El plural “fasti” significaba “calendario” y, también, los “anales” donde se registraban los hechos notables.
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