Lo último que sucedió, antes de la despedida, fue la llegada de una invitación a casa de Bradley. Kim estaba organizando una ceremonia en celebración a la formalización de su noviazgo con el pomposo. Y con formalizar me refería a «llevamos una semana, así que se lo contaré a toda la secundaria, ¡hagamos una fiesta y celebremos como unos locos hasta el amanecer!». A ese punto, no sabía yo si es que a mí me parecía un poco ridículo, o realmente lo era. Después de todo, no era experta en relaciones amorosas o siquiera sociales.
Pero era mi amiga, y si estaba feliz con eso, la apoyaría en la ridiculez. Tampoco le estaba haciendo daño a nadie.
Pasaron un par de días después de aquella invitación, las clases iban bien, sin contar a Elmer Butts; Theo y yo llevábamos una tregua tranquila, pero los rumores en la escuela corrían rápido.
—¡Ginger! —Kim llamó mi atención, estábamos en su casa, eligiendo el atuendo que llevaríamos.
—¿Sí, Kim? —Giré a verla, tenía una blusa rosa en las manos, el color era bonito, pero no me gustaba para mí.
—¡Por favor!
—Por favor, no, no usaré eso —me enfurruñé sentada con las piernas cruzadas en su cama. Me sentía como una de sus muñecas mientras ella elegía qué podía usar.
—¡Es que no quieres usar nada, niña! ¡Esta fiesta no es nudista, eh! —bromeó haciéndome reír, pero no duró mucho porque volví a poner cara de que estaba enojada.
—¡Pues no estoy feliz con ir a esa fiesta, eh! —imité su tono en forma burlona y ella me sacó la lengua de la forma más infantil.
—¿Y si vamos de compras?
—¿En qué clase de película adolescente crees que estamos? No tengo dinero y hay ropa.
—Bien, me rindo. No usarás nada de aquí. —Asintió sentándose a mi lado. —Tengo que hacer unas llamadas —habló levantándose como si tuviera un resorte pegado al trasero y sacó rápido el teléfono.
—Mini Kim, tengo una misión para ti.
—¿Una misión? —pregunté articulando con los labios y ella me empujó con su dedo sobre la frente haciendo que caiga para atrás. Mala idea estar sentada con las piernas cruzadas.
—Es la misión guacamayo, bebé —habló tan seria que me levanté y alcé una ceja.
—¿Guacamayo, Kim? —interrogué acercándome más, entonces mi mejor amiga asintió posando su mirada en mí.
—¡Los guacamayos son rojos! —se explicó. Entonces sí que me hizo soltar una carcajada y volví a echarme para atrás.
Sería un día largo.
***
—Tía Bonnie, ¡por favorcito! —se quejó Kim abrazando a mi mamá.
—Kim, ya he dicho que no —habló mi juiciosa e inteligente madre mientras Kim la perseguía.
Yo estaba sentada en el sofá con los pies sobre la mesita, cambiaba de canal buscando alguna película mientras mi mejor amiga intentaba pedir permiso por mí para una fiesta a la que no quería ir. Kim llegó a casa con la excusa de llevarme a la escuela, pero solo era un engaño.
—¡Es la presentación ante la sociedad estudiantil junto a mi novio! ¡Es algo primordial en este momento! —repetía tras ella y solté una risilla mientras seguía en mi búsqueda de películas. ¿Por qué había tantas con temática de muertos vivientes aquel día?
—Wow, no sabía que Kim podía utilizar la palabra «primordial» en una oración sin necesidad de quemar su cerebro —murmuré picándola un poco, pero solo me gané un golpe en la cabeza con el almohadón que estaba más cerca de ella.
—¡Tíííía! —Kim alargó esa última palabra, seguía tratando de convencerla.
—No pierdas el tiempo, K. Mamá dijo que no... ¿La hermandad de los muertos vivientes? Qué nombre de película, ¿no? —Me reí al leer el título que salía en la televisión. Me sentía confiada bajo la cobertura de mi madre.
—Está bien —aceptó socarrona, la traidora.
—¡¿Qué?! —pregunté soltando el control remoto de pronto mientras mi mejor amiga chillaba de la emoción.
—Puedes ir a la fiesta. —Me guiñó el ojo y subió la escaleras luego de sacudirse a Kim de encima. Ella estaba en plena celebración, danzaba y movía los brazos en alto.
Yo me escudaba con la frecuente negatividad de mi madre ante las fiestas (que tampoco me gustaban tanto, así que no me molestaba), ella era la primera y última excusa que usaba. Pensé que haber estado una hora en detención añadiría un poco de resistencia al asunto. ¡Me traicionó!
Lo que venía, sería historia. Por más que me negase, no me iba a dejar tranquila. Cometí el error de decirle que iría si mi madre decía que sí y en esos momentos estaba pagando la equivocación.
—Vamos, ¡por favor! —Mi amiga me perseguía por los pasillos de la escuela. Estuvo todo el camino insistiendo, iría, pero quería molestarla un rato más.
—¡Lo voy a pensar! Ahora tenemos clases de lenguas extranjeras. —Fue lo último que dije, luego la jalé conmigo al salón donde la maestra ya nos esperaba.
—«¡Buenos días, clase!» —saludó la maestra Carmen. La mayoría del tiempo no entendía lo que decía, y en su clase no podíamos hablar en nuestro idioma. Así que generalmente solo se oían pequeños murmuros. Eso sí, el español sonaba muy gracioso en ella, me gustaba como se expresaba.
—«¡Buenos días!» —contestamos todos a coro.
—Bien, vamos a parar un momento con el español. Tengo un par de anuncios para ustedes. No soy la profesora encargada del grupo, pero como su tutora tiene descanso médico, me encargaron reemplazarla estos días. Ya que se acerca el día de la madre, estaba pensando en que podrían hacer una coreografía. ¿Qué dicen ustedes?
Ella y sus raras costumbres de querernos hacer participar en cada ceremonia que la escuela organizaba. En ese caso, el día de la madre.
»O tal vez podríamos beneficiarnos un poco al tener al alumno predilecto del equipo de teatro aquí, ¿verdad, Derek? —Sonrió la maestra hacia el chico que asintió orgulloso, traté de no suspirar, pero lo hice.
¿Por qué tenía que gustarme tanto? ¡Dolía!
—Claro que sí, yo puedo hablar con Kaleb para organizar una pequeña obra —comentó Derek golpeando con suavidad la goma de su lápiz con nuestra mesa.
«Nuestra mesa» porque no estaba conforme con hacer que suspire por él de lejos, también se sentaba a mi lado en la mayoría de clases que nos tocaban juntos.
—Pskdjdesdms hsvscer qjdbd Ginger y Theo sejdhn lodjds psaosdj —oí de lejos a nada más y nada menos que a Camila.
Una latina residente en Counterville que disfrutaba de hablar en español con la maestra. Entendí que nos nombró a mí y a Theo, hasta ahí había llegado mi conocimiento.
—Es una buena idea, Cami.
—¿Qué es una buena idea? —preguntó Theo desde el otro lado de la fila robando las palabras de mi boca.
—Al hacer la obra, Camila los nominó como padres.
—¿Padres? —pregunté alarmada.
—Por supuesto, ya se ven como una pareja de casados peleando por todo —bromeó la profesora haciéndome rodar los ojos. Ella presenció varios altercados en todos esos años escolares de lejos porque ella siempre se encargaba de la otra sección hasta que llegó a nosotros un año atrás.
¡Estaba loca si pensaba que haría eso! Theo pareció entender lo que estaba pensando, y me dijo con señas que solucionaría el problema.
—Profesora Carmen, sucede que... —Theo empezó a hablar, pero fue interrumpido por nuestra maestra.
—Todos los participantes tendrán tres puntos asegurados en el promedio final.
—¿Quién hará el guion? —preguntó Theo haciéndome girar a verlo.
«¿Qué? ¡Yo no podía! Solo necesitaba decir dos palabras: Pánico escénico».
—No puedo, no cuenten conmigo —me negué bajando la cabeza.
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