Míralo de esta forma: una persona que esté acostumbrada a ver su vida de telenovela, que viva en un rol de víctima, abrazando el dolor y el sufrimiento, trabajo forzado, puros «golpes de la vida». Alguien le dice que eso puede cambiar, pero no lo va a creer. Quizás en un pequeño momento lo haga, pero va a volver a lo mismo. Está acostumbrada a esa vida, lleva muchos años viviendo en el lodo del victimismo, esa es su zona de confort. La única forma de salir de ahí es practicando, creando nuevos hábitos, siguiendo hasta que ya sean patrones conscientes y sean parte de ti.
Los cambios sí se pueden dar
Los hábitos son nuevas creencias
Hacer las cosas que te gustan ayuda mucho, pero también hacer que te guste lo que haces. Eso te lo puede hacer el hábito. Todo es el enfoque.
Los pensamientos nos la juegan mucho, nos quedamos pegados en cosas que ni valen la pena. Es como cuando te pasa algo desagradable y dices con seguridad: «¡Sabía que me pasaría!». Pero cuando te pasa algo agradable dices: «¡No me lo puedo creer!».
Dejamos de abrazar las cosas buenas y lo positivo y preferimos el confort, pasarnos al lado del pesimismo, a lo que ahora llaman «ser realista». Todo el que piensa mal o todo el que sea pesimista es quien posee la verdad. ¿Desde cuándo?
Si nacieras pesimista, al primer intento de querer caminar y caerte ya no lo volverías a intentar. Total, ¿para qué intentar levantarte si te vas a caer de nuevo?
«Maneja tus pensamientos como si fuesen una película que puedes editar. Puedes verte realizar todas la tareas con tranquilidad».
Arthur Rowshan
En las clases de metafísica a las que me llevaban cuando era niño recuerdo que hablaban del poder mental, del poder de los pensamientos. Recuerdo que me decían: «Pide lo que quieras, que el universo te lo da…».
Para mí, sin entender mucho, fue algo contradictorio. Pedía cosas (era un niño) y si mis padres no tenían y no me las podían dar me sentía mal. No entendía. Me decían que pidiera lo que quisiera, que somos nacidos para la abundancia, que somos lo que pensamos, pero cuando pedía cosas no me llegaban.
Era algo complejo para un niño; sin embargo, me llegaban cosas. Solo tenía que esperar. Aceptaba lo que decían, llegué a abrazar las cosas que aprendí en aquellas reuniones en las que me aburría y hasta me quedaba dormido en un sillón. En ese momento no había teléfonos celulares, mucho menos internet, pero tenía un subconsciente que estaba gozando de todo lo que absorbía sin yo darme cuenta.
No solo tienes el poder del pensamiento: tienes el poder de decidir.
A medida que fui creciendo oculté esas cosas que conocía de alguna manera, pero que no sabía explicar. Ya el chalequeo (bromas pesadas) era suficiente por las meditaciones o cosas que veía o conversaba para ahora hablar del poder mental y de metafísica… Me quedé con los juegos y la adaptación a los grupos. ¡Adaptación! Sí, la mente trabaja siempre en modo supervivencia. Zona de confort.
«Cuando me dejo llevar por lo que soy, me convierto en lo que podría ser».
Lao Tzu
Todo es mente, pues todo es información. Todo lo que percibimos a nuestro alrededor, ya sea con ojos abiertos o cerrados, está compuesto de energía, de luz, sonido o vibración expresada en diferentes formas. Lo que conocemos por «realidad» sería una especie de información codificada, proyectada a nivel individual y colectivo.
La mente proyecta una realidad a través de un sistema de creencias impuestas, relacionadas con el círculo en el que nos encontramos (amigos, familiares, entre otros), sin ser consciente. Hay unos filtros diseñados para liberar al SER en un tiempo determinado de pasado a futuro lleno de reglas, decretos y ritos ideados para limitar de alguna forma la experiencia. Son las llamadas creencias. Se cree en lo que se quiere creer, sin haberse detenido a darse cuenta del porqué y para qué de lo que se cree. Aunque es un trabalenguas, es maravilloso saber que la creencia es adquirida, sin entrar en juicios.
En la mente no hay pregunta que confronte una creencia. Simplemente, se vive el efecto. Se cree y se crea a partir de una obediencia heredada. Se cree y se crea a través de un acondicionamiento o hábito por pensamientos repetidos que se hacen realidad. Aquí es donde se instala la programación de supervivencia y la búsqueda de culpables por eventualidades a los factores externos. Hay una naturaleza de defensa ante los programas nuevos cuando se sale de la zona de confort. En ese momento hay que ser fuerte y seguir.
«Lo que pensamos determina lo que nos pasa. Por eso, si queremos cambiar nuestras vidas debemos ampliar nuestra mente».
Wayne Dyer
Una mente consciente va a comprender su trascendencia en el juego individual y colectivo desde la responsabilidad del SER. Se sabe la individualidad conectada a la unidad, donde cada pensamiento debe ser observado antes de darle importancia o atención, de enfocarlo para la posible manifestación. El cambio del mundo solo tiene un principio y un final y es en el encuentro con uno mismo.
El Sistema de Activación Reticular (SAR)
Es un filtro que se compone de varios circuitos de neuronas que generan millones de bits de información subconscientemente en nuestro cerebro. En otras palabras, elimina el ruido blanco, localizado en la base del cerebro. Se conecta con la médula espinal.
Entonces ¿qué pasa ahí? Podemos verlo de esta forma: si estás enfocado en preparar un examen, una presentación o algo importante, tu SAR es el encargado de filtrar los pensamientos que van a hacer de tu presentación un éxito o no. Piensa bien y acertarás. Es por eso que se recomienda escribir metas cada día, visualizar resultados, mantener afirmaciones poderosas y creíbles para que la mente no entre en conflicto. Más adelante se tocará el tema de las afirmaciones. La cuestión es que hacer estas «actividades» ayuda a enfocar tu mente subconsciente en lo que es importante para ti o en la creencia que deseas incluir.
Te ha pasado que cuando deseas algo piensas y sientes cosas buenas sobre eso. Le llamas certeza. Todo está en coherencia y alineado. Se vuelve realidad. Esa misma realidad puede ser «negativa», otra forma de ver la experiencia. Eso que tanto dicen, «piensa mal y acertarás», es solo una creencia. ¿Ves? Por eso te digo que hay que cuidar a los pensamientos.
El feng shui mental o el arte de ordenar la mente
El humano, para evitar cualquier cosa, se remonta a técnicas antiguas para la armonización del ambiente, donde se encuentra tratando de equilibrar el área de forma armónica. Sin embargo, todo es estructural.
Ordenar la mente de un adulto es algo tedioso debido a las creencias, pero se puede lograr volviendo al estado infantil y puro, lleno de deseos y nuevos hábitos que te permitan volver al estado de felicidad. Es lo que ahora los científicos llaman neuroplasticidad.
Organizar nuestra mente es vivir del presente, es crear lo que queramos que nos suceda en el futuro, sentir la armonía. Puedes contratar al mejor maestro en energías del universo y puedes mover por toda la casa el sofá, quitar o colocar el enchufe, romper todas las paredes, pero si no reorganizas y te reconcilias con tu mente, jamás estarás en armonía con tus deseos. Posiblemente mejores ciertas cosas, sí, pero seguirás en fases de «evitador» y no de buscador.
En vez de dedicarte a buscar lo que te hace feliz, a enfocarte en las cosas que te llenan, vas por la vida evitando las cosas, esquivando lo que más temes o no quieres. Es enfocarte en lo que no te gusta.
«Cada vez que te ocurra un sufrimiento, no lo guardes. Deja que suceda, pero no lo nutras. ¿Para qué ir hablando sobre él? Recuerda una de las leyes: que a todo lo que le das tu atención crece. La atención es un elemento que ayuda al crecimiento. Si le prestas atención a algo, crece más».
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