Jesús González Herrera - Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70

Здесь есть возможность читать онлайн «Jesús González Herrera - Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un niño va describiendo diversas situaciones de la vida cotidiana de los años setenta en las que se ve inmerso, dándonos un retrato realista de la sociedad de aquel momento lleno de descripciones minuciosas de personas, objetos y escenarios.El protagonista siempre es sorprendido por hechos inesperados y por vivencias nuevas para él, muchas de las cuales no colman las expectativas que tenía formadas o le resultan simplemente incomprensibles. Las sensaciones que afloran para el testigo de estas situaciones (en su mayor parte ilógicas para una mente infantil) van desde la risa incontenible a la decepción, y así lo plasma en sus reflexiones.En todo caso, se trata de vivencias y experiencias que, cuando les ocurren a otros, a los demás nos hacen sonreír o directamente reír a mandíbula batiente.

Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70 — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—¿Dónde coloco yo este chochín ? —dijo una dando vueltas a la jarrita. «Por lo menos tú tienes regalo», pensé yo.

Para finalizar el banquete y después de otro vocerío pidiendo que se besasen todos los de la mesa principal, sirvieron café y unas copas a los señores y a las señoras. Nuevamente, los niños estábamos siendo ignorados y no nos dieron nada más. Vino el camarero expresionista cargado con una bandeja en la que venían varias y coloridas botellas: una de Soberano, otra de anís La Castellana, y otra de Ponche Caballero, que era la más chula porque era plateada o niquelada. Cuando pasó a mi lado, le pedí que me sirviera.

—¡Yo quiero de eso!

—¡Vete a jugar, niño —me dijo seco y malencarado—, que luego te pica el culo!

Todos se rieron de mí y yo me fui de la mesa enfadado porque no me daban nada y a los demás les daban regalos y de beber. Al levantarme, reparé en el señor boinudo que había en la mesa contigua. Estaba haciendo una extraña ceremonia: mojaba el veguero que le habían dado en una copa de coñac y después lo chupaba con gran deleite y detenimiento. Otra injusticia más: «¡Anda, que si se me ocurre mojar las patatas fritas en Fanta, como a mí me gusta, tardan mucho en darme una voz!». Aún tuve ocasión de ver más cosas incomprensibles antes de que se levantaran los manteles, pues en la mesa principal, en medio de un tumulto y grandes voces, cortaban la corbata al padrino con la misma espada o cimitarra de cortar la tarta; padrino que, por cierto, ponía cara de estar siendo afeitado a navaja por un chimpancé. Los autores de aquella ocurrencia eran los cuatro descamisados que vinieron antes a sablearnos, y daban aún más voces que entonces. Por supuesto, pasaron nuevamente mesa por mesa con su bote de ColaCao y sus caras desencajadas a repartir los trocitos de la corbata padrinesca , pringada de merengue y demás, pues no habían tenido el detalle de limpiar el arma antes de dedicarla a aquel nuevo y arriesgado uso. Yo no entendía nada de aquella ceremonia, que hacía reír a muchos que me darían un tortazo por cualquier cosa de mucha menos gravedad.

Mientras una cola interminable de personas mayores pasaba por la mesa de los novios dejando unos sobres encima de una bandejita plateada, los camareros iban desmontando las mesas y retirando las sillas. Mi madre también estaba en la fila de personas que iban desfilando y felicitando a los novios. Vi que una señora que se hallaba sentada al lado de la novia abría aquellos sobres con una gran sonrisa y con los ojos como platos, y que iba escribiendo unos números en un cuaderno de Tauro de hojas cuadriculadas. Le pregunté a mi padre, que no estaba en la fila, qué significaba aquella ceremonia, por qué aquella señora se traía los deberes de mates a la fiesta y también por qué le hacía tanta risa sumar cuando a mi maldita gracia la que me hacían las cartillas de Rubio con sumas y restas sin fin. Tal vez por el exceso de preguntas, o tal vez porque estaba a otras cosas, mi padre me contestó a voces que me callase, llamándome tonto. Como no me daba por vencido, le pregunté a una señora más amable que ya había cumplido con los novios y esta me dio una respuesta que me dejó perplejo: aquellas personas estaban dando la manzana . Di dos vueltas a la mesa de los novios con discreción, pero no vi ningún canasto de manzanas ni vi que nadie les diese manzana ni pera alguna. Todo esto me llenó de confusión, pero no pregunté más. El caso es que aquel misterio fue uno más de los que quedaron sin solución.

A continuación, vino la parte más desenfrenada de la boda: retiradas las mesas y sillas, comenzó el baile. Un operario accionó unas luces de colorines que había en el techo y en las que yo no había reparado hasta el momento: se encendían y apagaban de modo gracioso, de manera que se veía a la gente a ratos verde, a ratos azul y a ratos colorada. Los novios inauguraron el baile con un vals fatalmente bailado por ambos. Cuando el vals estaba a medias, fue cortado intempestivamente para comenzar con músicas más del gusto de los concurrentes: un pasodoble titulado España Cañí . La sala se llenó al momento de parejas de señoras y señores maduros que hacían todos los mismos movimientos, como si llevasen años ensayando aquella danza. Había algunas parejas de abuelas que bailaban agarradas, pero no vi a ninguna pareja de señores bailando. En la barra del bar estaban los más, tomándose con gran algazara unas coca-colas en vasos largos o copas de coñac o anís. Yo me aburría muchísimo porque no sabía bailar y aquella música no me gustaba: las únicas canciones chulas para mi eran las de Heidi y la de Un globo, dos globos, tres globos , sin contar con las de Fofó; pero de eso no ponían nada. Después de sonar Mi carro , del inigualable Manolo Escobar, pusieron una música moderna, de sonido americano y en inglés, el Fly, Robin, fly : toda la fauna pasodoblera se fue de la pista maldiciendo al que ponía los discos porque aquello no se entendía y era todo ruidos. Pensé que eso mismo creía yo de los pasodobles, pero no me cabreaba así con ellos. Reparé en que la pista se había poblado ahora de otras personas más jóvenes y, a mi gusto, más alegres: chicos y chicas adolescentes que se movían sincopadamente con aquellos ritmos modernos. Me desconcertó y casi me ruborizó, por la falta de costumbre, el ver a chicas con minifaldas y unas botas altísimas bailando el último berrido de la música juerguera , el Saca el güisqui, Cheli . Pero lo que me pareció impresionante fue ver a un tipo al que llamaban el Bombón. Todas las chicas susurraban, en un tono emocionado, que había llegado para el baile El Bombón en su Mini Cooper, como si viniera Julio Iglesias o Cruyff. El Bombón se puso a bailar rodeado de chicas que no le quitaban el ojo de encima. Su aspecto era, como digo, lo más moderno que había visto: tenía el pelo con muchos rizos, como si fuera una gran bola de pelos, patillas impresionantes, una camisa de colorines y manchas chillonas, en plan psicodélico; una gran cadena con medallón al cuello sobre un pecho pobladísimo, a lo Tom Jones; un cinturón muy ancho de color blanco y un pantalón también blanco, muy ceñido y con unas inmensas campanas bajo las cuales se adivinaban unos grandes zapatos de plataforma. Bailaba el tío como desenfrenado, siguiendo los ritmos en perfecta sincronía. Fumaba como un carretero, pero no los puros apestosos del boinudo , sino Pepper mentolado. Yo soñaba despierto con vestir como aquel hombre y fumar cigarrillos de chocolate de los que vendían en el kiosko. Mi padre se acercó sin que me diera cuenta y me transmitió sus edificantes pensamientos:

—¡A ver si de mayor te vas a vestir como ese imbécil! ¡Vaya pinta de delincuente que tiene! —Pensé que mientras el Bombón fumaba cigarrillos picantes, lo único picante que tenía yo era precisamente la ropa; pero mi padre me siguió hablando con una propuesta brillante—. ¿Qué haces ahí parado como un soso? ¡Vete a bailar con esas niñas de ahí!

Vi que había tres niñas, mayores que yo, que estaban bailando y que no paraban de mirar al Bombón, y, como yo no sabía bailar, me daba mucha vergüenza ir a hacer el ridículo, más aún porque me iban a comparar con aquel ídolo del baile. Sin embargo, como los padres no se dan cuenta de esas cosas, seguía el mío diciéndome que me fuera a bailar, a ver si me espabilaba un poco y tal. Como el que es empujado a un barranco sin fondo, salí aterrorizado a la pista o salón sin saber ni cómo empezar a bailar. Las tres niñas me miraron y, como veían que estaba ahí tieso moviendo un pie y después el otro, como un portero de futbolín, empezaron a cuchichear y a reírse con justa causa. Me puse rojo de vergüenza, pero no se notaba mucho con los colores de las bombillas. Una de aquellas, queriendo que, efectivamente, me espabilase un poco, me dio un empujón y me puso al lado del Bombón. En ese momento, empezó a sonar Yellow River y el tipo hizo una especie de salto de baile y unos movimientos de cintura con tan mala fortuna para mí que uno de aquellos zapatos de plataforma vino a aplastar mi zapatito derecho, el cual estuvo a punto de pasar de mocasín a sandalia. Di un grito de dolor y las trillizas aquellas se rieron a carcajadas. El Bombón, viendo que le estaba afeando su coreografía, me dio una torta en el culo con su bendición:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Maria Jesús González Fernández - Invierno
Maria Jesús González Fernández
Luis González de Alba - Los días y los años
Luis González de Alba
José Antonio Loarte González - El tesoro de los Padres
José Antonio Loarte González
libcat.ru: книга без обложки
Ana María González Herrera
José Darío Herrera González - Pensar la educación, hacer investigación
José Darío Herrera González
Fernando González - Los negroides
Fernando González
Manuel Fernández y González - Los monfíes de las Alpujarras
Manuel Fernández y González
Отзывы о книге «Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70»

Обсуждение, отзывы о книге «Exploraciones y ocurrencias de un niño de los 70» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x