Para cuando Gina llegó a casa, seguía muy enfadada por cómo había salido la reunión con ese maldito duque. Menos mal que nadie la vio llegar a casa y pudo refugiarse en la soledad de su biblioteca, donde solamente ella podía entrar, y si hubiera ido a su dormitorio se habría encontrado con Cassy, y la doncella empezaría a hacer preguntas al verla en el estado de rabia y de frustración que se encontraba.
Luego, se puso a dar unas cuantas vueltas por la estancia a ver si lograba calmarse, pero era inútil, y cada vez que recordaba la sucia propuesta de ese diablo para que pudieran seguir viviendo en la casa que les pertenecía, su sangre hervía todavía más. Exhausta, se acercó al sillón y se sentó, diciéndose a sí misma que de ninguna manera iba a venderse por conservar un techo sobre su cabeza, prefería mil veces verse en la calle que convertirse en la mujerzuela de un noble, y desde luego, no podía contar nada de lo sucedido a su familia, se escandalizarían e irían a enfrentarse al duque.
Después de varios minutos respirando hondo para intentar tranquilizarse, casi lo logró. Pero en su mente volvió a escuchar la voz de ese hombre, y estaba segura de que la había escuchado muchas veces en el pasado, pero no conseguía identificar de dónde. Y en voz alta se dijo que eso ya no importaba, porque nunca más iba a ver a ese desagradable hombre, prefería estar muerta antes de verse nuevamente frente a él.
Más relajada, se levantó y tras alisarse el vestido salió de la biblioteca y fue a su dormitorio donde sabía que podía encontrar a Cassy, y le pediría que le subiera un té. Gina entró en la alcoba y vio que la doncella estaba guardando en el ropero parte de sus vestidos.
—Buenas tardes, milady —la saludó Cassy, alegremente.
—Buenas tardes, Cassy. Por favor, ¿podrías bajar un momento a la cocina a buscarme un té?
—Por supuesto, milady. —La doncella dejó su tarea y salió de la estancia a cumplir el encargo de su patrona.
Gina se acercó a la cama y se sentó en el borde, poco después, regresó Cassy con la taza de té, se la pasó a Gina y ella dio un sorbo, mientras su doncella continuaba con la tarea que tenía entre manos. Poco a poco, se fue bebiendo la reconfortante bebida, y cuando terminó, dejó la taza vacía sobre la mesilla de noche. De repente, se encontraba muy agotada y se tumbó en la cama, Cassy se dio cuenta y le preguntó:
—¿Quiere que la deje a solas, milady ?
—Sí, por favor, me encuentro cansada y quiero dormir un rato.
Como todavía era de día, la sirvienta corrió las pesadas cortinas para que el dormitorio quedara en penumbra, luego salió de la alcoba dejando a Gina a solas para que pudiera descansar, y fue al cuarto de la plancha a pasar el hierro a algunas prendas que le faltaban de su patrona.
Ya era noche cerrada, cuando la voz de Holly despertó a Gina de un profundo sueño. A ella le costó un buen rato orientarse y darse cuenta de que estaba en su alcoba. Con movimientos lentos se incorporó en la cama, mientras su tía la observaba preocupada.
—Cariño, ¿te encuentras bien?
—Sí, me he tomado un té y me quedé dormida.
Holly le sujetó la mano y la instó a que se levantara.
—Ven, bajemos al comedor, están a punto de servir la cena.
—No tengo apetito, tía Holly.
Su tía la miró con esa aguda mirada, Gina pudo escuchar cómo los engranajes de la mente de su querida tía se ponían en marcha.
—¿Qué está pasando, Gina?
—¿Por qué lo preguntas?
—No me respondas con otra pregunta. Te conozco demasiado bien y sé que algo te preocupa.
—Tía Holly, te lo contaré si prometes no hacer un escándalo, no quiero que papá, Jerome y Xavier sepan nada de esto.
—Ahora sí que me estás preocupando...
—Tía Holly... por favor...
—Te lo prometo, y dime de una vez qué es lo que tanto te preocupa.
Gina conocía muy bien a su tía y sabía que cuando daba su palabra, la cumplía, ella había pensado que sola podría buscar una solución para deshacerse del duque y que no los desalojara de su casa, y no le quedaba más remedio que contarle todo a su tía, pues Holly había sido una segunda madre para ella y su confidente.
Tras unos minutos de silencio, dijo:
—Hace unos días, recibí una carta del duque de Graystone invitándome a que acudiera a la residencia que posee aquí en Londres. Yo no tenía ni idea de qué quería ese mal hombre que tanto daño nos ha hecho.
—Cariño, me lo tendrías que haber dicho en cuanto has recibido la carta, yo te habría podido aconsejar y pedirte que no acudieras a ver a ese odioso duque.
Gina siguió hablando:
—Ese hombre... ese hombre es cruel, tía Holly. ¿Sabes lo que me ha pedido a cambio de dejarnos vivir en nuestra casa? —A Gina se le hizo un nudo en la garganta, pero pudo decir—: Que nos dejará seguir viviendo en esta casa a cambio de que yo me acueste con él.
—¡¿Pero qué dices?! —exclamó Holly, escandalizada por todo lo que estaba escuchando.
—Tía, por favor, cálmate —le suplicó Gina.
—¿Cómo quieres que me ponga, cariño? Ese hombre es un degenerado al hacerte semejante proposición. Y espero que le hayas dicho que no.
Entonces ya no lo pudo soportar y Gina rompió a llorar, mientras su tía la abrazaba y le daba consuelo.
—Sí, tía, lo he rechazado... pero me ha dado un ultimátum. Si en tres días no tiene una respuesta favorable de mi parte se presentará aquí con sus abogados para echarnos. No digas nada a los demás, no quiero que esto termine en un enfrentamiento.
—Tranquila, ya verás que entre tú y yo encontramos una solución.
Y se dejaron estar abrazadas largo rato. Ahora que Gina le había confesado todo a su tía, se encontraba mucho más tranquila, porque si de algo estaba segura, era que no iba a convertirse en la mujerzuela de ningún noble, y mucho menos, a cambio de poder seguir viviendo en la casa que por derecho les pertenecía. Su tía Holly era una mujer de armas tomar y con mucho coraje, ya que esta había tenido que criar a sus dos hijos ella sola, sin ayuda de ningún hombre. Y Gina confiaba en que muy pronto algo se le iba a ocurrir para frenar los avances de ese hombre y sin que estallara un conflicto. Así lo esperaba y deseaba de todo corazón, porque Gina sabía que el reloj corría en su contra y no había mucho tiempo para actuar.
Cuando estuvo más tranquila, Holly le pidió que se recostara en la cama y que descansara, que ella la disculparía con el resto de la familia, luego le pediría a Cassy que le subiera una bandeja con algo de cenar. Gina asintió, se recostó en la cama, mientras su tía salía de la alcoba y bajaba al comedor.
Minutos más tarde, su doncella entró en el dormitorio con una bandeja entre las manos. Cassy se acercó a la mesilla de noche y dejó la bandeja sobre el mueble. Gina se incorporó, se sentó en el borde de la cama y vio que había un cuenco con sopa de pollo, un trozo de pan con nueces y una taza de té. Fue entonces cuando su estómago le hizo saber que estaba hambrienta, cogió el cuenco y poco a poco fue vaciando el contenido, se comió la hogaza de pan y también se bebió el té.
Casi media hora más tarde, Cassy ayudó a Gina a desvestirse para ponerse el camisón y cepillarse el pelo, le dio las buenas noches a la doncella, por fin se acostó y volvió a quedarse profundamente dormida. En sus sueños, el endemoniado duque volvió a aparecer para seguir atormentándola. Soñó que estaban los dos solos y que él la besaba, al principio con ternura y luego, con una pasión descontrolada, al tiempo que la abrazaba y la atraía hacia su cuerpo. Gina notaba cómo las piernas le temblaban y una sensación se instaló dentro de su pecho. En dos ocasiones ella había intentado sacarle el antifaz para saber quién era en realidad ese hombre que tanto la afectaba, pero él no se lo había permitido.
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