Y luego su presencia en Chile. Fotos de Margaret participando en guillatunes, su estilo culto y refinado, multicultural, tras las peticiones de los mapuches, levantando sus demandas y exigencias de liberación de sus presos. Bobo no pudo evitarlo: en esas palabras, en ese tono, estaba la cadencia al hablar de Margaret.
Sintió que la amaba aún más. Pero más que nada sintió miedo y se preguntó: ¿Quién es esta mujer que me llevará al abismo?
6
—Hola Bobo, how are you?
—Hey Margaret, I do not speak English at all.
—Lo sé, ¿qué quieres de mí?
—¿Dónde estás?
—Adivina —voz sensual tras el auricular.
—En el Wallmapu.
—Tibio, tibio.
—¿Estás sola?
—As usual. Sí y no.
—¿Conoces a Nicolás Arismendi?
—Puede ser.
—¿Cómo que puede ser? Él se veía con tu Peter.
—Esa es una posverdad.
—¿En qué sentido?
—En que es lo que tú quieres escuchar.
—Falso. Tengo una prueba y quiero que me la corrobores.
—A ver…
Bobo la interrumpe.
—Margaret, Arismendi conocía a Mairena desde la universidad, es poeta y envidiaba al occiso.
—Eso es verdad, la santa verdad.
—¿Qué más sabes de Arismendi?
—… Hummm… ¿Te lo digo o no te lo digo?...
Bobo espera.
—Está enamorado de mí... Bueno, eso dice él.
—Mairena publicó un poemario con un seudónimo, ¿es verdad?
—Ni idea Bobo. Te lo juro.
—Bajo el nombre de Ignacio Serey.
—¡¿Qué?!
—Tal cual.
—Pero si Martillar en el mar está considerado el mejor poemario latinoamericano de este siglo. ¿Peter lo escribió? I can’t believe it.
—Me temo que sí. Ay, no sé… no sé si me temo.
—¿Y qué tiene que ver Arismendi con esto?
—Aún no lo tengo claro, pero intuyo que hay una relación.
—Me dejas de una pieza.
—¿Cuándo vienes a Santiago? Te reitero mi invitación a cenar.
—Si voy, te pincho el cel.
—¿Sabes si Arismendi es de los epígonos de Parra/Bolaño? Tú me diste la pista.
—Exactly.
—Te espero en el KAI mañana a las nueve de la noche. Ya reservé mesa.
—Eres un cabrón, pero allí estaré.
—Todo sea por saber quién suicidó a Pedro Mairena.
—I do not love you. Or may be… I am innocent.
—I really love you. Aunque lo hubieses matado —ya ven, Bobo se la jugó.
7
Pedro Mairena era nictálope. Un gato que escribía solo de noche. Había trabajado en su poemario durante 10 años. Seis poemas largos en 30 páginas. Abría el libro con el poema “Volando hacia el porvenir del ayer”. Y su trío de versos estrella: “Demuéstrame que la vida no es solo este instante/solo este sueño y pesadilla/solo este dolor, esta felicidad”. Y cerraba con el poema titulado “Retrocede si quieres avanzar”, que contenía otros tres versos de antología: “Dos pasos atrás uno adelante, dijo Lenin/miraba hacia el pasado/con la vista fija en el porvenir”.
Pedro Mairena se contactó con la editorial Huella. Pactó la publicación bajo el nombre de Ignacio Serey, y la promesa de que su nombre jamás sería revelado a cambio de no cobrar jamás derechos de autor.
Celebró en su casa solo. Bebiendo Jack Daniels y fumándose un par de porros. Mientras miraba Los unos y los otros, su película preferida de Claude Lelouch.
8
Bobo sabía por experiencia que en el ayer se hallaba la huella del presente. Así llegó a Arismendi. Ya estaba enterado de las disputas literarias entre las tribus capitalinas. Pensó que eran unos bocones que se peleaban por la prensa. Cruzó información y se dijo tate, aquí está la madre del cordero, mi Margaret sospecha bien.
Se apersonó en la casa de Arismendi. Este lo recibió haciéndose el inocente, y Bobo decidió no irse con sutilezas. Le apuntó con la pistola al centro de la frente y espetó: ¡Tú mataste a Pedro Mairena!
Arismendi temblando le respondió a la chilena: yo no fui. Bobo bajó el arma y le dijo te creo. Y agregó: ¿Qué pasó?, ¡tú sabes!, no me huevees o te mando al patio de los callados; fui a la editorial Huella, y prometiste un libro de poemas sensacional, mejor que el de Serey.
Arismendi se quebró y cantó. Yo sabía que jamás Pedro saldría del anonimato. Lo extorsioné con revelar el secreto, a menos que escribiera un poemario a mi nombre. Se negó y le dije: si no accedes te delato. Y me fui de su casa.
¿Tú escribiste la pintada en el muro?, le preguntó Bobo. Sí, dijo Arismendi. Volví al otro día y lo encontré muerto, se había pegado un balazo en la nuca. Me sentí bien, ahora el camino estaba abierto, podré conquistar a Margaret, ¡a la mierda la poesía! Después pensé, la neozelandesa nunca me va a inflar, ¡a la mierda Margaret!, que la revienten, concluí. Y tú además te llevaste la pistola, afirmó Bobo alzando la voz. Sí.
El detective llamó a su amiga de Investigaciones. “Inducción al suicidio”, le dijo junto a los datos de Arismendi. Sabía que no tenía un caso penal. Soy el que devela el crimen, pensó, pero fracasa.
9
Bobo esperó en el KAI.
A medianoche le llegó un WhatsApp de Margaret: “Estoy en la Selva Lacandona. Ya lo leí, I got it all. Eres un genio. Gracias. Beso en la mejilla”.
Bobo pagó la cuenta. Y se fue caminando por la Avenida Perú hacia el barrio Bellavista.
Jamás en su vida había sentido tamaño dolor.
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