Mientras escuchaba aquel relato, me sentí profundamente emocionada. No pude impedir que algunas discretas lágrimas rodaran por mi rostro, especialmente cuando el pastor Tait leyó lo siguiente:
“La señora de White ha sido difamada y calumniada por sus enemigos, habiendo recibido muchos de ellos sus advertencias y su reprobación. Los que la conocen pueden juzgar mejor su vida. Ella fue humana, sujeta a todas las enfermedades y las debilidades comunes de los seres humanos; pero encontró en Cristo un precioso Salvador y Ayudador. Él la llamó para que hiciera una obra impopular, y ella aceptó. Dios la usó. Verdaderamente, ella ha sido una madre en Israel. Nuestro Señor expresó el más sereno juicio del corazón humano cuando dijo que un árbol es conocido por sus frutos. A la luz de esto, la vida de nuestra hermana y su bendecida influencia sobre todos aquellos cuyas vidas fueron tocadas por ella son un testimonio de su carácter y obra. Aunque esté muerta, ella continúa hablando”.
Gary sacó del bolsillo de su saco un pañuelo blanco y me lo extendió. Él tocó suavemente mi mano, en un gesto de simpatía. Yo tenía plena seguridad de que él entendía mis lágrimas silenciosas. Mi madre notó la gentileza de Gary, pero mantuvo la discreción. Ella sabía cuánto había aprendido a apreciar su amistad durante aquel primer campamento. Quedé muy impresionada con el respeto de Gary por las cosas de Dios y su consideración para con los pioneros de nuestra iglesia.
Cuando el pastor Tait terminó la lectura, el pastor Andross abrió la Biblia en Apocalipsis 14:13: “Entonces oí una voz del cielo, que decía: ‘Dichosos los que de ahora en adelante mueren en el Señor. Sí –dice el Espíritu–, ellos descansarán de sus fatigosas tareas, pues sus obras los acompañan’ “.
–Realmente –me comentó mi madre en voz bien baja-, si hay alguien de quien se puede decir eso, es la señora Elena.
Miré nuevamente el ataúd, y las palabras del pastor Andross sonaron nuevamente en mis oídos. Él hablaba del deseo que tenemos, como seres humanos, de ver la muerte vencida para siempre, cuando la gloriosa mañana de la resurrección comience y nuestros seres queridos despierten del sueño de la muerte. Una promesa bíblica fue leída del libro de Oseas (13:14), en la que Dios afirma que rescatará a sus hijos del poder de la sepultura y los redimirá de la muerte. Fue mencionada también una promesa del libro de Isaías (26:19), que asegura que los muertos vivirán. Serán llamados para despertar y cantar de alegría. La muerte será para siempre vencida, y los que duermen en el Señor despertarán.
Concordé en que, a pesar de la tristeza de aquel momento, nosotros teníamos una maravillosa esperanza. Cerré los ojos mientras escuchaba las últimas palabras del pastor. La señora Elena había dedicado más de setenta años de su vida a servir fielmente al Señor, y ahora dormía el último sueño. Sin embargo, pronto resucitaría con el sonido de la trompeta que va a anunciar el retorno de Jesús. Sí, ella escuchará la voz del Señor y volverá a vivir. ¡Ese pensamiento me llenó de alegría!
El sermón no podía terminar sin una apelación a que fuésemos fieles a Dios tal como la amada señora Elena de White lo había sido. Y que pudiésemos decir, como el apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe”.2 Con esas palabras, el pastor terminó su predicación.
Cantamos un himno más y el pastor Farnsworth cerró la ceremonia. Quise devolverle el pañuelo a Gary, él me dijo que lo guardara.
Se indicó un lugar a donde podíamos acercarnos, para que todos aquellos que deseábamos despedirnos de la señora de White tuviésemos la oportunidad de hacerlo. Gary se ofreció a acompañarme, y nos dirigimos hacia la gran fila que se estaba formando.
22 Timoteo 4:7
Es necesario inculcar en los jóvenes la verdad de que sus dones no les pertenecen. La fuerza, el tiempo, el intelecto no son sino tesoros prestados. Pertenecen a Dios, y todo joven debería resolver darles el uso más elevado. Él es una rama de la cual Dios espera fruto, un mayordomo cuyo capital debe producir dividendos, una luz para iluminar la oscuridad del mundo. Todo joven y todo niño tienen una obra que hacer para la honra de Dios y la elevación de la humanidad.
Elena de White
Capítulo 5
Consejo valioso
La señora Elena descansaba serenamente en su ataúd oscuro. Su expresión transmitía mucha paz. Las personas que estaban reunidas en el campamento parecían muy emocionadas; especialmente, aquellas que la había conocido personalmente.
Mi padre trajo la información de que a las tres de la tarde la pequeña comitiva que acompañaba a la señora de White tomaría el tren para Battle Creek. El viaje sería largo; esperaban llegar el jueves por la noche. Jaime Edson, otro de los hijos de la señora de White, se encontraría con ellos un poco antes de la llegada a Battle Creek. La ceremonia sería el sábado por la mañana, en el Dime Tabernacle [Tabernáculo de los Diez Centavos]. Era el deseo de la señora Elena ser sepultada al lado de su esposo, el pastor Jaime, y de sus dos hijos fallecidos, Henry Nichols y John Hebert, en el cementerio de Oak Hill.
Mientras volvíamos hacia nuestra carpa para descansar un poco, Gary me dio una noticia que me tomó por sorpresa.
–Mi padre decidió volver a Battle Creek mañana temprano... Tú sabes, él es uno de los diáconos de la iglesia y cree que es importante que esté presente en la ceremonia para ayudar en lo que sea necesario. La señora Elena era muy querida en Battle Creek y, sin duda alguna, se va a reunir una multitud para poder despedirse de ella.
No sabía si estaba triste o feliz con la noticia que él me estaba dando. La compañía de Gary había transformado mi primer campamento en un tiempo mucho más que agradable, y me di cuenta de que iba a sentir su ausencia. Por otro lado, me imaginaba que sería maravilloso tener la oportunidad de asistir a la ceremonia en Battle Creek, y eso sería un privilegio para él.
Intenté disfrazar mi mezcla de sentimientos, y simplemente le dije:
–Creo que ese va a ser un momento muy especial... También me gustaría poder estar allá; pero, para mí, eso es imposible. Así que, cuando termine el campamento vamos a volver a nuestra rutina en Oakland. De cualquier manera, estoy contenta por haber visto a la señora Elena esta última vez. Ahora quiero dedicarme a conocer más sobre quién fue, de verdad, esa mujer.
–Creo que eso es una excelente idea –me incentivó Gary–. Si aceptas un consejo... –hizo una pausa, como esperando ver mi reacción. Cuando notó que estaba muy interesada en lo que iba a decir, continuó–: ¿Sabes de aquel estante que armaron cerca de la gran carpa en la que se realizaron las reuniones por las mañana?
–Sí –respondí–. He mirado los libros que están expuestos allí, y me pareció que tienen muy buenos precios...
–En todas las reuniones campestres, arman un espacio como aquel, justamente para ofrecer a las personas materiales para el crecimiento espiritual, con orientaciones sobre salud y temperancia, incluyendo los libros de la señora Elena, por un precio muy accesible.
Mi interés aumentó mientras escuchaba lo que Gary decía.
–Hay un libro llamado Life Sketches of James White and Ellen G. White [Esbozos de la vida de Jaime y Elena G. de White]. Es un tipo de biografía del matrimonio, que fue publicada inicialmente en 1880. Puedo asegurarte que te va a gustar mucho el contenido, y vas a entender por qué la señora Elena era alguien tan especial.
–¿Me puedes decir nuevamente el nombre del libro? –no quería correr el riesgo de olvidarme del título.
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