Sin poderse contener lloró, Mark la abrazó y después de unos momentos le dijo:
—No te preocupes por eso, así es cuando los papás toman caminos distintos, pero no dejará de quererte, lo que pasa es que estás acostumbrada a tenerlo solo para ti, tal vez la mujer que le agrada puede congeniar contigo. Espera a conocerla.
—Quizá tengas razón, a lo mejor estoy haciendo un lío y es otra cosa.
Se secó las lágrimas y sonrió diciendo:
—Tú eres un sol, mitigas mi pena con tu cariño.
Le dio un beso en la mejilla y le dedicó su mejor sonrisa, cambiando de ánimo intempestivamente. Entraron al salón y se sentaron sin hablar, ella estaba más tranquila, debía estar lúcida para recibir la clase; buscó a Ross, que estaba frente a la ventana, Mark se sentó en la tercera fila con Tim, su buen amigo, quien venía también de Nueva York, huyendo de los tumultos, según decía. Tim era introvertido pero simpático, aficionado al arte y a las lenguas, y se llevaba bien con Beth; aunque Tim estaba en otra carrera, le gustaba tomar la clase de Literatura Universal con ellos porque el maestro era muy ameno.
El día transcurrió con normalidad y al atardecer, después de sentarse en una banca por largo rato a platicar, cada quien se fue a su casa. Sin embargo, Mark notó inquieta a Beth desde el inicio de este nuevo curso, escuchó que su celular marcaba insistentemente el envío de mensajes, pero no dijo nada, ella estaba muy sensible por lo de su padre. Se despidieron con un beso y Beth le murmuró una palabra que él no entendió y olvidó pronto, era como un saludo en un idioma extraño, no le dio importancia y se fue.
Aunque estaba oscuro se detuvo un momento en un parque que se encontraba en una hondonada del terreno, en él se escuchaba plácidamente el sonido de una pequeña cascada formando un arroyo cristalino que pasaba por una cañada. Esa zona es rica en agua y vegetación; a unas cuadras del centro está un bosque que limita con un caudaloso río, él y Beth gustaban de sentarse ahí por las tardes a escuchar música y consumir alguna bebida de frutas. El arroyo de este parque desemboca precisamente en ese río. En otras ocasiones, cuando ambos tenían horas libres, les gustaba estudiar juntos en este lugar, por ser muy tranquilo, a excepción de los zancudos que están por todas lados, aunque Mark también disfrutaba de ir solo, pues le quedaba muy cerca de su casa.
A Mark le encantaban los ojos color miel de Beth, que parecían misteriosos y tristes a la vez. Ella era introvertida y fácilmente cambiaba de ánimo cuando algo le afectaba, sus silencios eran característicos, pero él se los atribuía a que en lugar de tener un hogar verdadero, empezó un peregrinar por internados, caros pero sin amor. Tal vez a él le atraía lo indescifrable de su conducta, y le gustaba también su conversación, porque tenía un horizonte amplio, de mucho mundo; en Francia había conocido a jóvenes de distintas nacionalidades y otras formas de pensar. Se dice que los viajes ilustran y debe ser cierto, porque estar en otros ambientes permite concebir un contexto universal.
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