Es precisamente la naturaleza doble de la flexibilidad lo que encuentro útil para interpretar las epifanías heteronormativas y capacitistas, y este momento en la historia de la heterosexualidad obligatoria y la capacidad corporal obligatoria. El sujeto con capacidad corporal y con éxito, como el sujeto heterosexual con más éxito, ha observado e interiorizado algunas de las lecciones de los movimientos de liberación de las últimas décadas. Sin lugar a dudas, estos movimientos ponen en crisis al sujeto heterosexual y con capacidad corporal exitoso, pero él o ella debe actuar como si no lo hiciera; en cambio, el sujeto debe demostrar una tolerancia obediente (y flexible) hacia los grupos minoritarios constituidos a través de estos movimientos. Aunque un modelo residual (como el modelo que Edelman identifica en la década de 1960) demoniza explícitamente lo queer y la discapacidad, los modelos actualmente dominantes y emergentes de subjetividad heterosexual y capacitista valoran implícita o explícitamente —como en el apoyo de Hewlett-Packard a “la diversidad de nuestra gente y de sus ideas”— el trabajo con personas con discapacidad y personas LGBT. Sin embargo, la visión de Martin de la flexibilidad nos permite interpretar críticamente esos modelos más tolerantes de subjetividad. En muchas representaciones culturales, las figuras queer, o con discapacidad, ya no encarnan la desviación absoluta, sino que siguen estando visual y narrativamente subordinadas y, en ocasiones, se eliminan por completo (o quizás, en el nuevo lenguaje flexible, son despedidas). De nuevo, la flexibilidad funciona en ambos sentidos: los personajes heterosexuales y capacitistas de estos textos trabajan con minorías queer y con discapacidad, contrayéndose y expandiéndose de manera flexible, mientras que las minorías queer y con discapacidad cumplen con flexibilidad. Dado que todo esto ocurre en un clima discursivo de tolerancia, que valora y se beneficia de la “diversidad” (un clima que incluso permite que el actor que interpreta al personaje gay sea nominado a un Premio de la Academia), el sujeto heterosexual, con capacidad corporal, así como la cultura posmoderna que lo produjo, puede fácilmente negar hasta qué punto la contracción y expansión subjetivas de la heterosexualidad capacitista (y, como subrayé en la conclusión de esta introducción, las lógicas políticas y económicas neoliberales en general) dependen en realidad de cuerpos dóciles queer y con discapacidad.
Heterosexualidad capacitista: ¿tan buena como parece?
Para las comunidades LGBT y para las personas con discapacidades, esta subordinación, en un contexto contemporáneo que supuestamente valora la diversidad, es a menudo tan buena como parece x. Así parecería, sin duda, a juzgar por la propia película, que considero representativa de una amplia gama de textos contemporáneos 21. Sin embargo, queerizar los estudios sobre la discapacidad o defender el uso de la discapacidad en el ámbito de la teoría queer ayuda a crear espacios críticos sobre la discapacidad que se superponen con los espacios críticos queer que activistas y académicos/as han generado durante las últimas décadas, en los que podemos identificar y cuestionar la consolidación actual de la hegemonía heterosexual y capacitista.
As Good As It Gets es una comedia romántica que cuenta la historia de la incipiente y conflictiva historia de amor entre Melvin Udall y Carol Connecticut. Simon Bishop y su perro, Verdell, facilitan sin querer la relación, acompañando a Melvin y Carol a través de una serie de separaciones y reunificaciones. Simon, inicialmente representado como alguien con capacidad corporal, es atacado en su casa por unos ladrones y, después de ser hospitalizado durante varias semanas (durante las cuales Melvin se ve obligado a cuidar de Verdell), termina usando una silla de ruedas y un bastón durante el resto de la película. A través de las crisis que rodean a Simon y a otro personaje con una discapacidad, el hijo de Carol, Spencer (Jesse James), se desarrolla la relación de Carol y Melvin. “Spence”, según Carol, tiene “que luchar para respirar. Su asma puede dispararse, es alérgico al polvo, y esto es Nueva York, por lo que su sistema inmunológico falla cuando hay problemas… Una infección de oído, lo que sea, nos envía a la sala de emergencias cinco, seis veces al mes”. Mientras Carol y Melvin se encuentran en diversas situaciones en las que individualmente o juntos deben cuidar a Spence o a Simon (o a Verdell, durante la hospitalización de Simon), su afecto y amor mutuo se consolidan finalmente, de forma inevitable.
Melvin vive en un apartamento de Manhattan y, al comienzo de la película, es presentado como un personaje desagradable; de hecho, la primera escena muestra a una vecina que sale de su apartamento con un estado de ánimo contento y alegre (“Estoy tan feliz”, le dice a alguien que está dentro) que rápidamente se convierte en hostilidad (“hijo de puta”) cuando ve a Melvin en el pasillo. Vemos que su reacción se debe a la irritabilidad y la mezquindad habituales de Melvin. Mientras la escena continúa, Melvin intenta sacar al perro de Simon del edificio; cuando ve que no puede, simplemente coge al perro y lo tira por el agujero para echar la basura. (Verdell es rescatado más tarde por un trabajador de mantenimiento). La irritabilidad de Melvin generalmente se traduce en una intolerancia explícita: hasta casi el final de la película, hace comentarios antisemitas, racistas, sexistas y homofóbicos. Su intolerancia también abarca a las personas con discapacidad; en un momento dado, expresa lo que John Nguyet Erni describe como “una estructura fantasiosa de morbilidad” (42). Erni está describiendo las fantasías culturales sobre el sida en particular, pero algunas de las suposiciones culturales que identifica —que el sida es “invariablemente mortal” y que las personas con sida de alguna manera ya están muertas o estarían mejor muertas— circulan sobre otras personas con discapacidad, quienes ven que sus cuerpos se interpretan de maneras que solo confirman la noción capacitista de que dichos cuerpos se enfrentan a un “deterioro inminente” (41). De manera similar, después de escuchar a Carol hablar con sus compañeros de trabajo en el restaurante sobre el cuidado de su hijo, Melvin comenta despreocupadamente: “Bueno, todos moriremos pronto; yo moriré, tú morirás, y parece seguro que tu hijo morirá”. La observación banal de Melvin sobre la inevitabilidad de la muerte se basa en la suposición de que Spence, debido a sus diferencias físicas, morirá mucho antes que la mayoría.
El hecho de que Melvin sea interpretado por Nicholson, una estrella importante que puede interpretarse como uno de los escandalosos personajes por los que es famoso, hace posible que la película presente el comportamiento de Melvin como una excentricidad individual. (Si Melvin hubiera sido interpretado por un actor desconocido, no destacaría tan visiblemente como un individuo excéntrico o escandaloso). Esta construcción del “personaje escandaloso” permite a la audiencia —que, supuestamente, no se identifica con Melvin pero que sin embargo se ríe en las escenas en las que hace bromas intolerantes— divertirse sin confesar sus propias fantasías racistas, sexistas, homofóbicas y capacitistas. Sin embargo, la intolerancia de Melvin es más complicada que la excentricidad individual, porque el propio Melvin es presentado desde el principio como alguien que vive con una especie de discapacidad, identificada explícitamente más adelante en la película como un trastorno obsesivo-compulsivo.
El trastorno obsesivo-compulsivo lleva a Melvin al mundo de las instituciones médicas y psiquiátricas diseñadas para garantizar la producción de “cuerpos dóciles”. Como explica Foucault: “Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser transformado y perfeccionado” ( Discipline and Punish 136). Estos cuerpos aparecen por medio de los “métodos disciplinarios” de la era moderna, que posibilitan “el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad” (137). En otras palabras, durante los últimos dos o tres siglos los cuerpos han sido vigilados (por instituciones disciplinarias y por un autocontrol cada vez más obligatorio) en busca de signos de diferencias físicas y de comportamiento que pudieran obstaculizar su productividad; estos signos de diferencia han sido debidamente marcados y, si es posible, “transformados y mejorados”. Debido a que las diferencias de comportamiento de Melvin lo colocan fuera de las relaciones de docilidad-utilidad, está necesariamente atrapado en discursos objetivadores y taxonómicos que lo “identificarían” como obsesivo-compulsivo.
Читать дальше