La homosexualidad o la bisexualidad nunca ha sido algo extraño en la cultura china y se dice que el anterior emperador, Xianfeng, también disfrutaba por igual con hombres y mujeres. La emperatriz Cixí, al enterarse de las inclinaciones de su hijo, sabiendo cómo acabó el padre, decidió cortar aquellas tendencias y para ello nada mejor que buscarle esposa aun cuando el joven solo tenía dieciséis años.
Salón en la Ciudad Prohibida
Desde luego Cixí no permitió que fuera su hijo el que eligiera consorte y ella fue la que se arrogó el compromiso de hallar la compañera legal conveniente al futuro Hijo de Cielo. Al fin se decidió por una joven de la misma edad que su hijo, la dama Alute, hija de un influyente manchú. Con este matrimonio la emperatriz esperaba contener las inclinaciones de su hijo dentro de los deberes conyugales y al tiempo distraerlo con una esposa mientras ella continuaba ejerciendo el poder. Sin embargo, las cosas no resultaron como la emperatriz había calculado, la dama Alute le resultó respondona, no se avenía a obedecer a la emperatriz y aun le faltaba al respeto. Además sucedió algo con lo que no contaba la soberana: los jóvenes se enamoraron, con lo que el joven Tongzhi, daba la razón a su esposa y no a su madre. Todo esto era un contratiempo para la autócrata Cixí.
Deseando alejar a su hijo de la ahora perniciosa compañía de la dama Alute, la emperatriz empezó a enviar al joven la compañía de concubinas hermosas, pues esperaba que estas le apartasen de la dama Alute, la legítima esposa, que tan ingrata se mostraba con ella al no respetar sus órdenes.
La dama Alute, esposa de Tongzhi
Cixí sabía mejor que nadie que su hijo era débil y que no resistiría las tentaciones. Él compartía el lecho con las concubinas que le enviaba su madre y cuando podía también regresaba a sus antiguas costumbres de salir a visitar los peores sitios de Pekín, con estas costumbres pronto contrajo la sífilis y al parecer también contagió a su esposa, la joven Alute. A resultas de esta vida y el mal contraído, su salud era cada vez más débil, oficialmente se dice que contrajo viruela, pero la verdad es que la sífilis acabó rápidamente con su vida. Al fin, sin que las medicinas pudieran hacer algo por él, falleció en 1875.
La situación de Alute al morir su esposo era peliaguda, puesto que se había enfrentado a su suegra y ella jamás se lo perdonaría. Cuando los funerales terminaron, la emperatriz la llamó a su presencia y le dijo fríamente que si ella se encontrase en la misma situación, seguiría el camino de su esposo hacia las Fuentes Amarillas (mundo subterráneo donde acababan las almas), ya que no había un heredero.
Ella entendió el mensaje y aquella misma noche puso fin a su vida ingiriendo veneno. Nada ni nadie podían detener a la emperatriz cuando se empeñaba en seguir el camino que se había marcado. El poder seguiría en sus manos por otros cuantos años, tantos como necesitase el nuevo heredero para ser mayor de edad.
UN NUEVO HEREDERO, GUANGXU
Muerto el hijo de Cixí, el trono necesitaba un nuevo heredero antes de que los clanes manchúes empezasen a inquietarse. El sucesor lógico era el hijo del quinto tío paterno, pero Cixí se las ingenió para que favorecer al menor del séptimo tío paterno, quien además era su sobrino (hijo de su hermana). El niño tenía cuatro años, por lo que Cixí fue de nuevo elegida como regente, junto a la emperatriz Zhen. A este pequeño, Guangxu, lo sacó de su casa y se lo llevó a palacio para empezar a educarlo como a un futuro emperador. Muy pronto corrió la voz de que el pequeño no gozaba de buena salud, tartamudeaba y sufría de ataques de epilepsia.
Las dos emperatrices quisieron al pequeño, aunque Zhen lo mimase y su tía carnal fuese más dura con él para hacerle fuerte. Pero nunca lo fue y creció débil tanto de cuerpo como de mente. Una vez más los eunucos fueron, en parte, los culpables de su mala educación, porque lo consentían y lo maltrataban a escondidas por igual. A pesar de las órdenes de su tía de que comiera de manera sana, lo alimentaban con dulces y grasas, y cuando sentía dolor en el vientre, se le permitía fumar opio. El resultado fue que Guangxu llegó a ser un emperador débil, como lo habían sido su primo y su tío.
El Trono del Dragón no dejó de sufrir conspiraciones. Uno de los conspiradores más conspicuos era el príncipe Zaiyi, hijo del príncipe Kung, que se creía con derecho a que su hijo mayor fuera el sucesor si algo le pasaba al emperador y moría sin descendencia.
La dama Tzu-An, hermana de Cixí
El príncipe Guangxu
En palacio sucedían desgracias inesperadas, a los cuarenta y cuatro años, la dama Tzu-An, hermana de Cixí, enfermó de la noche a la mañana, aunque su salud siempre había sido buena, y a los dos días murió. Esto bastó para que en la corte y en las embajadas extranjeras, empezasen a correr los rumores de que Cixí la había envenenado. Nunca se ha podido probar nada, pero, como dice el refrán, habla que algo queda. Mientras tanto el emperador había llegado a la edad de dieciocho años, y se hizo evidente que debía casarse.
El eunuco Li Lien Ying
Fotografía real de las candidatas a concubinas
Naturalmente, la responsabilidad de esta elección recaía de nuevo sobre la emperatriz, pero esta vez decidió hacerse aconsejar por su eunuco favorito: Li Lien Ying. Este le recomendó a una sobrina de la soberana, prima hermana del emperador, ya que era hija del duque Guixiang, hermano de Cixí.
No era una joven guapa ni siquiera elegante, pero lo que importaba es que era totalmente fiel a las ideas de su tía y la emperatriz no deseaba otra joven como la dama Alute, que fuera capaz de tomar decisiones o peor aún, discutir sus órdenes. No quería una joven que pensase por sí misma e influyera en el emperador; una muchacha educada, amable y circunspecta sería perfecta. Como principales concubinas se eligieron a las dos hijas del virrey de Cantón, Perla y Jade, que eran hermosas pero bobas, o al menos eso creían la emperatriz y su eunuco. Sin embargo, las cosas no resultaron bien: el emperador despreciaba la compañía de la legítima esposa y buscaba la compañía de Perla, que al fin resultó menos tonta de lo que parecía. La vieja emperatriz se ocupaba de la reconstrucción de uno de los palacios que los diablos extranjeros habían destruido en una de las guerras y, cuando parecía querer retirarse, le llegaron noticias de que el emperador, bajo la influencia de su antiguo tutor, confiaba en algunos intelectuales chinos los cuales le habían persuadido para que aceptase cambios en la manera de gobernar.
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