Amy Blankenship - Ángel De Alas Negras

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Una cosa que sí recordaba del nuevo pergamino era que él era mayor que los guardianes, y que éstos habían abandonado el mundo en el mismo momento en que se había roto el sello. Incluso los monjes no entendieron por qué los habían abandonado en sus horas más oscuras.

Ahora habían regresado, y fingían ser humanos… viviendo entre ellos como si pertenecieran, mientras que él debía quedarse afuera en el frío, combatiendo a los demonios como si así tuviera que ser. ¿Qué hacía que los humanos aceptaran a los guardianes mientras a él siempre le habían temido? Los humanos no le habían ofrecido otra cosa que soledad.

Darious se irguió hasta alcanzar toda su altura, y dirigió sus ansias nuevamente más allá de los rígidos muros que lo mantenían atrapado. Si se permitía sentir, solo encontraría dolor… había aprendido esa lección de la forma más dura. Nunca había necesitado a nadie, y no iba a empezar ahora… especialmente, no necesitaba de seres más débiles que él. Sigilosamente le rugió al hombre antes de retirarse, destrozando la ventana al salir.

Kyou se quedó allí con las manos enterradas en los bolsillos de su pantalón, dejando que el viento azotara sus largos cabellos. Arqueó una ceja preguntándose qué habría hecho para enojar a la entidad. No estaba más cerca de averiguar qué era… pero, otra vez, su familiaridad lo obsesionaba. Algo le dijo que no sería la última vez que sus caminos se cruzaran.

Volteando hacia la puerta, esbozó una sonrisa cómplice. Rápidamente la abrió y salió justo a tiempo para ver como todos caían por el umbral.

Habían abandonado la habitación, pero tan pronto como Kyou trabó la puerta tras de sí, ellos se congregaron contra ésta, presionando sus orejas contra la madera barnizada. Les tomó por sorpresa cuando la puerta se abrió abruptamente, haciéndolos caer al piso hacia adelante.

“Supongo que esto significa que tendré que volver a entrenarlos a todos en sus habilidades de interceptación”, afirmó Kyou antes de salir de la habitación. “Y Suki, llama a los obreros para que arreglen la ventana”.

*****

Toya tiraba del cuello de su camisa, gruñendo frustrado. Kyou se había encargado de vestirlo. El atavío se parecía a las porquerías que, según había visto, usaban los vampiros bobos de las películas, y se completaba con un accesorio de encaje con volados alrededor del cuello. Los pantalones solo le llegaban a las rodillas, y usaba medias blancas. ¿Medias? ¿Qué diablos se creía Kyou que era?… ¿un mariposón?

Toya se había rehusado a usar peluca, conformándose con atar su largo cabello en una cola de caballo sobre la nuca, con varios mechones que caían a los costados. La única parte del complejo disfraz que sí le gustaba era la larga capa negra con capucha y forro rojo. Realmente combinaba bien con el resto del atuendo. El otro beneficio era que los ojos de Kyoko se habían iluminado cuando lo vio lucirla.

Sus ojos dorados se suavizaron al verla. Ella lo había llamado el vampiro más sensual que jamás había visto. Su mirada recorrió su cuerpo haciendo la misma apreciación.

Ella llevaba un atuendo igual de elaborado que el suyo, pero al que se había adaptado mucho mejor. Kyou le había elegido un vestido que recordaba a la época colonial. Era una bonita combinación de rojo y negro decorada con una pequeña borla en la parte trasera que, para Toya, parecía balancearse a cada paso que daba. Llevaba una sombrilla negra de raso y un sombrero de copa femenino sobre su cabello rojizo que no cumplía otra función más que ser elegante.

El único problema del atuendo de Kyoko era que era corto adelante… solo le llegaba hasta la mitad del muslo, mientras que la parte trasera era larga y se arrastraba por el suelo. La parte superior del corsé también era de corte bajo, y mostraba más escote de lo que Toya quería que otros vieran…otros excepto él.

Seductora fue la primera palabra que se le vino a la mente, pero no compartió ese cumplido con ella. Solo respondió a sus bromas diciéndole que les presentaría a su primera enamorada a los muchachos del área infantil.

A pesar de que el atuendo revelaba al pervertido que Kyou llevaba adentro, Toya tuvo que admitir que su hermano mostró un impecable estilo al escogerlo. Ninguno de ellos tenía aspecto de monstruo aterrador, de modo que estaban bien para pasearse entre los niños en los festejos. Si Kamui y Amni tenían la información correcta, la bruja iba a raptar a otro niño esa noche.

“¡PROBANDO!”

Kyoko se llevó una mano al costado de la cabeza y pestañó un poco, mientras que Toya dio un gruñido al sentir el dispositivo de escucha en su oreja.

“¡Baja el maldito volumen, desgraciado nerd!”, exclamó Toya en voz alta, esperando que los parlantes de Kamui estallaran.

Kamui rio nerviosamente. “Lo siento, no pude resistirme. Ah y Toya, si quieres seguir desvistiendo a Kyoko con tus ojos, no lo hagas aquí”.

“¿Cómo diablos…?”, masculló Toya mirando alrededor.

Kyoko sonrió y puso una mano sobre el brazo de Toya para captar su atención, luego señaló hacia la cámara de tráfico montada por encima del semáforo.

“Hijo de perra”, gruñó Toya. “Otra vez accedió al centro de control del tráfico”. Sonrió y miró a Kyoko. “¿Qué tal si le muestro?”.

Kyoko golpeó a Toya en el brazo y lo miró furiosa, con las mejillas enrojecidas.

“El único que verá a Kyoko desnuda soy yo”, exclamó Kotaro con buen humor desde algún lugar de las cinco cuadras que se habían acordonado para las fiestas de Halloween. “Es a mí a quien ama realmente”.

“¡HA!”, exclamó Kamui. “A Kyoko le gustan más los tipos tranquilos, lo cual me coloca al frente por el momento”.

“Acabas de gritar en su maldita oreja con tu prueba… ¿cómo rayos te convierte eso en un tipo tranquilo?”, argumentó Toya.

“¿Pueden dejar de bromear?”, exigió Tasuki. “Estamos aquí para buscar demonios, no para discutir la vida sexual de Kyoko”.

“¿Qué tal la falta de vida sexual?”, preguntó Yohji, desatando otra ola de risas contenidas.

“¿Qué tal si se callan todos?”, ordenó Kyoko, súbitamente enojada por estar sonrojándose con diez tonos de rojo. “Solo porque no tengo novio no significa que puedan burlarse de mi”.

La expresión de Toya se suavizó, acercando a Kyoko hasta abrazarla. “Lo siento”, susurró.

“¡OH, DIOS MÍO, RÁPIDO, LLAMA A LOS MEDIOS!… ¡TOYA ACABA DE DISCULPARSE!”, gritó Kamui en el intercomunicador.

“Tú sabes.”, dijo Toya. “Estoy tentado de volver y patearle el trasero”.

Kyoko rio, “No te preocupes por eso ahora. Dejaré que te diviertas más tarde”.

Sonrió tímidamente, dándose cuenta de que había sonado un poquito más obscena de lo que era su intención. Al cruzar miradas, ella advirtió que su cabello había caído sobre su rostro, que era suave y tierno bajo la luz tenue. Apartándole un mechón de cabello por detrás de la oreja, lo besó en la mejilla.

Todo lo que Toya pudo hacer fue respirar mientras se sonrojaba ante el comentario con doble sentido y el tacto de sus suaves labios contra su piel. Sonrió maliciosamente a la cámara escondida y le sacó la lengua antes de tomar la mano de Kyoko y guiarla lentamente a través de la multitud de gente que los rodeaba. Al menos sus últimas palabras habían logrado callarlos a todos.

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