Anne Winston - Negocio Arriesgado

Здесь есть возможность читать онлайн «Anne Winston - Negocio Arriesgado» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современные любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Negocio Arriesgado: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Negocio Arriesgado»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Solo quedaban unas semanas para Navidad y Sylvie Bennet estaba a punto de perder un empleo que le encantaba y la única familia que había tenido en toda su vida… todo gracias al guapísimo Marcus Grey. Seguramente, Marcus tenía sus razones para querer hacerse con la empresa, pero ella estaba empeñada en hacer todo lo que fuera necesario para detenerlo, incluso si eso significaba tener que pasar mucho tiempo con él… a solas, y lejos de la oficina. Después de todo, era por el bien de la empresa… ¿qué importaba si a cambio perdía algo más importante, como su corazón?

Negocio Arriesgado — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Negocio Arriesgado», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Quieres que la tome yo en brazos?

– ¿Estás bromeando? ¿Y qué sabes tú de niños?

– No mucho, pero no creo que se pueda poner a llorar más fuerte -dijo él, tomando a la niña en brazos-. Mi secretaria tiene cinco nietos, que han estado entrando y saliendo en mi despacho desde que nacieron. Un día, su nuera tuvo que llevar a uno de ellos al hospital para que le pusieran unos puntos y Doris y yo nos tuvimos que quedar con los gemelos, que tienen tres meses. Aquel día fue aprender o morir. ¡Venga, venga! -añadió, refiriéndose a la niña. Entonces, se la colocó muy cerca de la cara-. ¿Qué es todo ese ruido?

La pequeña Alisa dejó de llorar y empezó a mirarlo intensamente.

– Bueno, ¿quién lo hubiera dicho? -comentó Sylvie, algo molesta.

– Es mi encanto natural. Funciona siempre.

– Sí, claro -replicó ella. Entonces, le entregó algo-. Toma. No pude conseguir que lo tomara cuando estaba llorando, pero tal vez lo quiera ahora.

Marcus tomó el chupete de manos de Sylvie. La niña empezó a hacer muecas, por lo que él le aplicó el chupete sobre los labios y la acunó suavemente.

– Toma, ¿por qué no lo chupas un poquito? Sé que no está tan rico como tu mamá, pero es todo lo que tengo.

Para alivio de todos, la niña agarró el chupete con la boca y empezó a chuparlo vigorosamente. No obstante, no dejaba de mirar a Marcus.

– Bueno -le dijo él a Sylvie, con el mismo tono íntimo con el que se había dirigido a la pequeña-, ¿por qué no has estado nunca en contacto con bebés? Pensé que todas las chicas hacían de canguros.

– Es un comentario algo estereotípico. Yo crecí en un orfanato, donde nos agrupaban por edades. Como ya te he dicho, no me portaba muy bien en las casas que me acogían. ¿Habrías querido tú que cuidara de tus hijos?

– Pero ahora eres muy diferente.

– Sí, pero no lo hice hasta que no cumplí los dieciséis años. Para entonces, estaba viviendo en una casa de acogida para chicos con problemas. No es la clase de lugar a la que se van a buscar canguros.

Marcus asintió, comprendiendo de nuevo lo poco agradable que habría sido su infancia. La niña empezó de nuevo a llorar, por lo que él se centró de nuevo en la pequeña.

– Esa es mi chiquitina. Eres una niña muy bonita y maravillosa -le decía, sin dejar de hablar. Sabía que cada vez que lo hacía, Alisa empezaba a llorar.

Sylvie, mientras tanto, empezó a recoger pañales y mantas y a meterlos en una bolsa que había sobre la mesa.

– Gracias -afirmó-. Creí que no tendría ningún problema con ella, pero, como te dije, mis amigos se han retrasado un poco.

Justo en aquel momento, el timbre empezó a sonar. Sylvie prácticamente salió volando hacia la puerta. En el momento en que lo hizo, una mujer, seguida de un hombre, se dirigió directamente a Marcus.

– Hola, me llamo Marietta. Espero que no se haya portado mal. Nos pilló un atasco.

– No ha estado muy contenta -confesó Sylvie-. Estuvo tratando de comerse mi camisa hasta que Marcus apareció. Aparentemente, su éxito con las mujeres llega hasta los miembros más jóvenes de nuestro sexo.

Marcus le entregó el bebé a su madre. En el momento en que Alisa la reconoció, empezó a ponerse muy contenta y tratar de buscar la comida en el pecho de su madre.

Marietta sonrió a Marcus y luego miró de nuevo a Sylvie.

– ¿Te importaría si le diera de comer aquí antes de que nos marchemos? Si no, creo que se va a pasar llorando todo el camino a casa.

– No, claro que no -respondió Sylvie-. Puedes ir a mi dormitorio.

Marietta asintió y fue rápidamente hacia la habitación que Sylvie le indicó. Cuando le cerró la puerta, volvió con los hombres. Entonces, se dio cuenta de que Jim miraba a Marcus muy extrañado.

– Hola -dijo, ofreciéndole la mano.

– Lo siento -se disculpó Sylvie-. No os he presentado. Marcus, este es Jim Marrell. Jim, este es Marcus Grey.

Jim le agarró la mano lentamente, como si estuviera algo asombrado.

– Te había reconocido.

– Marcus va a venir con mi club de esquí esta tarde -dijo Sylvie, alegremente-. Espero tener la oportunidad de arrojarle por una montaña para que así no pueda cerrar Colette.

– ¡Sylvie! -exclamó Jim, atónito-. Está bromeando, señor Grey. Solo quería decir…

– Sé que todos vosotros estáis muy preocupados por Colette -comentó Marcus-. Es natural. ¿Es ahí donde vosotros dos os conocisteis?

– Sí. Trabajamos juntos -respondió Sylvie.

– Bueno, no exactamente juntos -aclaró Jim-. Yo trabajo en contabilidad y Sylvie está en marketing. Voy a ir a ver cómo va Marietta. Volveré enseguida.

Jim esquivó cuidadosamente a Marcus y, rápidamente, desapareció tras la puerta por la que había entrado su mujer.

– ¿Qué le dijiste cuando yo fui a acompañar a Marietta? -quiso saber Sylvie.

– Nada.

– Entonces, ¿por qué está comportándose como si tú fueras el lobo feroz y él Caperucita Roja?

– Si todos los de tu empresa están repitiendo las mismas historias que tú me contaste cuando nos conocimos, no me extraña que esté nervioso. El pobre hombre probablemente se cree que va a perder su trabajo si es grosero conmigo… al contrario que otras personas que podría nombrar.

Sylvie se limitó a sonreír angelicalmente.

– Voy por mis cosas para que nos podamos marchar -dijo ella-. Jim y Marietta pueden cerrar la puerta cuando terminen con la niña.

Por primera vez, Marcus se dio cuenta de que había unos esquíes apoyados cerca de la puerta, con el resto del equipo.

– Yo iré bajando esto mientras tú te despides -sugirió.

– De acuerdo. Me reuniré contigo en el aparcamiento.

Marcus empezó a bajar las escaleras con los esquíes. Su brillante color rojo le hizo sonreír. Tendría que haberse imaginado que serían de aquel tono. Había estado demasiado distraído con la niña como para darse cuenta de lo hermosa que estaba de rojo. Al recordar el vestido rojo de la primera noche, sacudió la cabeza. Hermosa no era la palabra adecuada. Deliciosa, excitante… Aquellas palabras la definían más exactamente.

Al pensar en sus ropas, se acordó de unas horas antes, cuando la había visto justo después de regresar de algún tipo de ejercicio. Evidentemente, no había estado esperando a nadie. Recordó lo sorprendida que ella se había quedado y el atuendo que llevaba: el cabello recogido con una coleta suelta, los pantalones de un chándal y unas zapatillas deportivas. Sin embargo, fue el minúsculo sujetador deportivo lo que le había quitado todo el poder de razonar. Era diciembre. ¿Qué hacía vestida con algo tan minúsculo? Sylvie no parecía haber tenido frío. Tenía los brazos largos y bien tonificados. Su piel era dorada y su torso firme, sin un gramo de grasa, aunque parecía tener curvas en los lugares apropiados, a juzgar por los pechos que se adivinaban bajo la tela elástica del sujetador. El cuerpo de Marcus había reaccionado de un modo casi adolescente y había tenido que apartar la cara para no devorarla con la mirada tal y como habría querido. Horas después, no quería volver a pensar en aquello, no quería reconocer lo mucho que deseaba arreglar las cosas entre ellos.

Estaba terminando de colocar el equipo en el maletero cuando ella salió del edificio de apartamentos. Llevaba una cazadora roja sobre un jersey rojo y negro. Cuando llegó a su lado, Marcus notó lo mucho que le brillaban los ojos.

– Misión cumplida -comentó-. ¡Vamos a las pistas!

Sylvie era una ávida esquiadora y una atleta nata. Era casi tan buena como él. Marcus estaba seguro de que, si hubiera practicado el esquí desde que tenía cuatro años, como él, lo habría dejado en ridículo. Sabía, porque ella se lo había dicho, que había empezado a esquiar solo después de entrar a trabajar en Colette.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Negocio Arriesgado»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Negocio Arriesgado» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Negocio Arriesgado»

Обсуждение, отзывы о книге «Negocio Arriesgado» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x