Entonces, Jackson se incorporó.
– Acércate -dijo, sorprendiéndola con aquella petición. Sin saber lo que quería, pero llena de curiosidad, Alex se inclinó hacia él.
– ¿Qué quieres?
Jackson extendió la mano y le pasó el pulgar por los labios. Ella sintió que los latidos del corazón se le aceleraban. Entonces, notó algo pegajoso sobre la piel y se dio cuenta de que debía de haberse dejado una gota del jugo de la fresa sobre los labios.
– Ya está -anunció Jackson, triunfante. Luego, se llevó el dedo a la boca y lamió el jugo rojo que le manchaba el dedo-. Mmm… Está muy dulce.
Aquel gesto derribó todos los intentos de Alex por mantener la compostura.
– Sí… las fresas estaban muy maduras.
– Como tú -susurró él, chupándose el dedo una vez más. Entonces, como si no hubiera ocurrido nada entre ellos, volvió a reclinarse sobre la tumbona-. Lo más agradable de esto de las fantasías es el anonimato que lo acompaña. Se puede ser lo que uno quiere. No hay que preocuparse por lo que pudiera decir la gente porque nadie sabe nada más que lo que dicta la fantasía de uno. La mía podría ser que me gustaría ser un millonario que se ha hecho a sí mismo y, si estuviera representando un papel aquí en la isla, lo que hiciera para ganarme la vida no encajaría con mi fantasía, ¿verdad?
– De algún modo, dudo que tu fantasía sea ser un millonario que se ha hecho a sí mismo.
– Pero no puedes estar segura de ello, ¿verdad?
– No.
– Y el no saber nada agranda la excitación que supone ya por sí sola esta fantasía, ¿no es cierto?
– Sí, tienes razón.
– Para mí resulta igual de excitante…
Pasaron algunos segundos en los que las palabras de Jackson parecieron revolotear sobre ellos, transportando toda clase de promesas. Entonces, de repente, él se puso de pie.
– Bueno, creo que debería marcharme.
– ¿Te marchas?
– Supongo que ya me he aprovechado demasiado de tu tiempo.
– Yo… me ha gustado mucho hablar contigo.
– A mí también.
Con eso, se marchó. Alex se dio cuenta de que volvía a estar justo donde había estado al comienzo de la mañana. Se sentía frustrada y nerviosa… y excitada por un hombre que ni siquiera formaba parte de su fantasía. Estupendo.
Vio que Jackson se ponía las chanclas, recogía su camiseta y volvía a ponerse las gafas. Incapaz de sacudirse su propio descontento, decidió que iba siendo hora de que hablara con Merrilee y descubriera cuándo exactamente iba a empezar su fantasía.
Se puso de pie y se dio la vuelta. Entonces, en su apresuramiento por marcharse, estuvo a punto de chocarse con un musculoso tórax. Era el de Jackson.
– Creía que te habías marchado.
– Me estaba preguntando… -susurró él, mirándola muy serio.
– ¿Sí?
– Me estaba preguntando si te gustaría cenar conmigo esta noche.
Aquella petición despertó un sentimiento de alegría en Alex. ¡Por fin!
– Me encantaría -contestó rápidamente. No estaba dispuesta a dejar escapar aquella oportunidad.
– ¿Estás segura de que no necesitas tiempo para pensar en la respuesta?
– No. Estoy absolutamente segura de que me encantaría pasar una velada contigo.
– Estupendo. Pasaré a recogerte a tu habitación a las siete.
Alex se sentía algo mareada mientras se dirigía de vuelta al hotel, no para hablar con Merrilee sino para hacer una reserva para por la tarde en la exclusiva boutique del hotel. Quería que le aconsejaran para comprarse un nuevo y sensual guardarropa. Jackson la hacía sentirse muy deseable, pero quería que su aspecto revelara plenamente sus sensaciones, aunque no tenía ni idea de cómo hacerlo.
Al entrar en el vestíbulo del hotel, se dio cuenta de que no le había dado a Jackson el número de su habitación. Entonces, se echó a reír. Si era verdaderamente el hombre de su fantasía, tendría otros medios de averiguarlo.
– Aquí está, señor Witt -dijo Christy, la amable dependienta.
Se había pasado una hora ayudando a Jackson a seleccionar unos modelos femeninos y terminaba de acompañarlo a una espaciosa sala que había en la parte posterior de la boutique .
– Pase. Puede esperar en el vestidor privado hasta que llegue la señorita Baylor. He puesto los artículos que usted ha seleccionado sobre esa percha y encima de la mesa. Si necesita algo más, solo tiene que apretar el botón de este intercomunicador y vendré enseguida.
– Gracias, Christy.
Jackson nunca había estado en el interior de un probador femenino con anterioridad y encontró que la experiencia le resultaba muy estimulante. Miró a su alrededor. La sala estaba bellamente decorada en tonos malvas y azules y había un enorme estrado en el centro. Una de las paredes estaba cubierta de espejos de arriba abajo, para que la dama en cuestión pudiera verse desde todos los ángulos. Por último, jarrones de rosas rojas completaban la deliciosa estancia.
Aquel decorado era perfecto para lo que Jackson tenía en mente.
– Me gustaría que mi presencia fuera una sorpresa para la señorita Baylor -le dijo a Christy.
– Sí señor. La enviaré aquí después de que haya seleccionado ella misma algunas prendas.
Cuando Jackson se quedó a solas, se sentó en una de las cómodas butacas para esperar a que llegara Alexis. Recordó que cuando llegó a su bungalow , después de su baño en la piscina, un mensaje en el contestador le había informado de que Alexis tenía una cita en Placeres de Seducción, la boutique del hotel.
En el momento en el que había entrado en la tienda, se había visto rodeado por seda y encaje, atractivas prendas y todos los femeninos detalles que estaban garantizados para mimar el cuerpo de una mujer… y despertar la libido de un hombre. No podía negar que tocar aquellas delicadas telas, los provocativos vestidos e imaginárselos puestos en Alexis habían despertado cada uno de sus cinco sentidos.
Tenía la intención de mimar el cuerpo y el alma de Alexis. Aquella tarde había flirteado con ella para establecer que también lo deseaba. En la boutique , pensaba tentarla aún más y dejarla deseando mucho más.
Se oyó el sonido de unas voces femeninas provenientes de la parte principal de la tienda. Aunque no podía distinguir lo que decían, la hora que vio en su reloj le confirmó que Alexis debía de haber llegado para su cita. Unos cuantos minutos más tarde, la puerta del vestidor se abrió y Alexis entró detrás de Christy, que llevaba algunas prendas sobre el brazo. Ninguna de las dos miró en la dirección de dónde Jackson se encontraba.
Christy colgó las prendas del perchero y estiró los vestidos, faldas y blusas que Alexis había seleccionado.
– Si necesita algo más, hágamelo saber.
– Estoy segura de que esas prendas serán solo el principio de la transformación de la modesta y práctica Alexis en una más sexy y seductora.
– Estoy segura de ello -dijo Christy con una sonrisa en los labios.
Una vez que Christy se hubo marchado, Alexis se volvió para mirar la percha. Entonces, sin prestar atención a las prendas que ella había seleccionado, se fijó en las que él había elegido. Aunque él no podía ver la expresión de su rostro, no le pasó desapercibido el modo en que se quedó rígida. Seguramente, creía que se estaba entrometiendo en la selección de otra mujer.
Rápidamente apartó la mano y se dirigió al pequeño cubículo en el que una cliente podría cambiarse en privado antes de contemplarse sobre la plataforma.
– ¿Hola? -dijo-. ¿Hay alguien más utilizando el probador?
– No -respondió Jackson desde el otro lado de la sala-. Esas prendas son también para que tú te las pruebes.
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