Rebecca Winters - Renuncia por amor

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Alik Jarman acababa de conocer a su hijo, de seis semanas, y no pensaba dejarlo escapar. Decidió pedirle a la madre del bebé, quien le había roto el corazón hacía apenas un año, que se instalara durante un mes en su casa con el niño.
Blaire jamás le había dicho la verdadera razón por la que había suspendido la boda y comprendió que debía negarse a ir a vivir con él. Sin embargo, al ver cómo disfrutaba Alik de la compañía de su hijo, se sintió incapaz de decirle que no… y tampoco pudo evitar alimentar la esperanza de que, algún día, formarían una verdadera familia.

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Blaire se levantó, encendió la luz y preparó el biberón de Nicky. Cuando se dio la vuelta vio que Alik estaba justo detrás de ella, con el bebé sobre un hombro.

– Quiero darle el biberón, enséñame.

Alik estaba demasiado cerca. Podía sentir su calor corporal. La fragancia del jabón que usaba en la ducha, y que le resultaba tan familiar, emanaba de su cuerpo bronceado asaltando sus sentidos. Sus ojos entornados le recordaban la forma en que solía mirarla cuando despertaba su pasión. Atemorizada, Blaire corrió a buscar la bolsa del bebé.

– Primero hay que cambiarle de pañal -contestó ella-. Túmbalo en la cama, sobre la colcha, para poder hacerlo bien.

Los siguientes minutos transcurrieron dándole lecciones sobre el bebé. Alik escuchaba sus explicaciones con mucha atención, hasta el detalle. El profesor Jarman siempre había sido un perfeccionista, y por supuesto iba a seguir siéndolo con su bebé.

Blaire vio de reojo el brillo de su mirada. Revelaba un orgullo inmenso en aquel niño que, a su modo, era perfecto. Cuando Alik logró al fin ponerle la camisita limpia y el pijama, Blaire le sugirió que se sentara en la cama sosteniendo a Nicky con el brazo izquierdo. A juicio del propio Nicky, que gemía por su comida, Alik había tardado demasiado en vestirlo.

Blaire apartó la vista de Alik y colocó sobre su hombro una nana limpia con cuidado de no tocarlo. Temía no poder parar. Luego le pasó el biberón.

– Vamos, ahora méteselo en la boca, él hará el resto. Cuando se haya bebido una tercera parte lo levantas y lo apoyas sobre el hombro dándole golpecitos en la espalda para que eche el aire. Luego, para cuando se termine el biberón, ya se habrá quedado dormido. Lo pones otra vez sobre el hombro y lo acuestas en la cuna. Pero asegúrate de que lo pones boca arriba. El médico dice que podrían evitarse muchas muertes infantiles acostando a los bebés en esa posición.

Blaire se quedó de pie, observando. Nicky buscaba la tetina del biberón con frustración, incapaz de alcanzarla.

– Métesela en la boca, Nicky no es de porcelana -añadió a modo de consejo.

Alik metió la tetina en la boca del niño y este comenzó a devorar la leche. Bebía tan deprisa y con tanto ansia que hacía mucho ruido. Alik se echó a reír, y sus carcajadas llenaron la habitación. Blaire no pudo evitar sonreír.

– Ya ves, tiene tanto apetito como tú -luego, temerosa de delatarse a sí misma revelando sus sentimientos, se fue a la otra cama-. ¿Quieres que deje la luz encendida o apagada?

– Encendida -murmuró él-. Aún me cuesta creer que el bebé sea real, y no digamos creer que es el fruto de una noche de placer contigo -Blaire sintió un delicioso estremecimiento recorrerla, como si sus palabras le hicieran cosquillas-. Creo que podría pasarme toda la noche mirándolo. Tiene tus ojos y tus cejas. Y tu boca, en miniatura. Hasta yo, que no lo veo con objetividad porque soy su padre, me doy cuenta de que es un milagro viviente porque tú eres su madre. Me has dado un tesoro inapreciable teniendo en cuenta que me odias. Es un gesto tan noble por tu parte, que a cambio estoy dispuesto a hacer un trato contigo -continuó Alik sarcástico-. Pero no habrá negociación. O lo aceptas, o me llevo a Nicky para siempre.

Había llegado el temido momento, reflexionó Blaire clavando las uñas en la colcha en silencio. Alik continuó:

– Te quedarás a vivir conmigo en el remolque durante un mes. En camas separadas, por supuesto. Necesito tiempo para acostumbrarme al bebé y a sus rutinas, y para que él se acostumbre a mí. Cuando acabe el mes, si has cumplido tu parte del trato y me has ayudado a entablar una relación íntima con nuestro hijo, hablaremos de la custodia compartida. En caso contrario te llevaré a los tribunales, y te aseguro que la lucha será tan dura que desearás no haberla comenzado -prometió con una fiereza que Blaire jamás había escuchado en él-. Ese es el trato. Si a tu novio no le gusta la idea de separarse de ti, lo siento. Comparado con los nueve meses que llevo yo separado de mi hijo, eso no es nada.

Capítulo 3

Blaire no volvió a pegar ojo en toda la noche. Vivir con Alik durante un mes en la estrecha proximidad del remolque era lo último que esperaba que le exigiera.

En realidad le había pedido algo imposible.

Incapaz de calmar los acelerados latidos de su corazón desde el instante en que se había colado en su remolque, Blaire se temía que la experiencia de vivir con él bajo el mismo techo acabaría con ella antes de que se terminaran los treinta días. Hubiera necesitado ser de piedra para soportar la tortura de estar a su lado día y noche, compartiéndolo todo excepto la cama. Si antes de su ruptura creía que lo amaba, aquello no era nada comparado con lo que sentía hacia él mientras lo observaba cuidar a Nicky y darle el biberón de las seis de la mañana.

Quizá no hubiera nada en este mundo tan bello como observar a un fuerte y poderoso padre dando amorosamente de comer a su hijo. Y con Alik no se trataba de teatro. Su deleite personal en el niño era completamente auténtico. De no haberlo creído así, jamás habría estado dispuesta a acceder a aquel trato.

Alik le había explicado sus condiciones, era el turno de Blaire de tomar una decisión. Pero antes de darle su respuesta, tenía que informar a sus padres. Mientras padre e hijo estaban ocupados, Blaire salió de la cama, recogió ropa limpia y se dirigió al baño con el teléfono móvil de Alik.

Tras cerrar la puerta, Blaire abrió el grifo a tope y llamó a casa. Sus padres adoraban a Alik, se habían quedado horrorizados al conocer la razón por la que ella había roto con él. No aprobaban el hecho de que le hubiera mentido al exponerle la razón por la que lo hacía, pero sí lo comprendían.

Cuando Blaire les informó de que estaba esperando un hijo, ellos insistieron en que se quedara en su casa hasta después del nacimiento. Sin su amor y su apoyo, Blaire no hubiera sabido cómo arreglárselas. Ellos siempre habían mantenido que Alik tenía derecho a saber que era padre, así que la habían apoyado en su decisión de viajar a Nueva York.

Sin embargo, al conocer las condiciones del trato, sus padres recibieron un shock igual que ella. Cuando Blaire les recordó que su familia tenía mucho dinero y podía llevarse a Nicky para siempre, su silencio fue lo suficientemente elocuente. Sus padres adoraban a su nieto. Perderlo era algo impensable.

Nadie sabía mejor que Blaire que sus padres tenían una renta fija y jamás podrían costear una batalla legal. Tampoco ella podía, apenas había ahorrado dinero pasando a máquina textos para los estudiantes.

Lo único que sus padres podían hacer era recordarle que Nicky siempre tendría un hogar cuando pasaran esos treinta días. Blaire se lo agradeció llena de lágrimas, colgó y se metió en la ducha.

Para cuando salió del baño con sus vaqueros y su camisa limpia Alik había vuelto a acostar a Nicky en la cuna y la esperaba tendido sobre la cama como una peligrosa pantera en espera de su presa.

Blaire se abrazó a sí misma tratando de prepararse para escuchar el inevitable comentario sarcástico que saldría de labios de Alik. Efectivamente, no tardó en llegar.

– Pues sí que has estado hablando un rato largo con Rick. Supongo que le habrás dicho que como se le ocurra poner un pie en el remolque, el trato quedará anulado.

Tenía que convencer a Alik de que tenía novio, era necesario. Por eso Blaire se dio la vuelta aparentando estar enfadada.

– ¿Y por qué crees que he decidido aceptar tu trato?

– Porque no has huido con Nicky mientras estaba durmiendo -contestó Alik con una mirada mordaz.

– No habría llegado demasiado lejos -admitió ella alcanzando el cepillo para peinarse el cabello.

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