Kirsty salió de su estupenda habitación, todavía ruborizada, después de haberse vestido en un tiempo récord. Se oían voces en la habitación contigua; la habitación de Susie.
Para su asombro estaban todos allí. Susie estaba sentada en la cama y parecía interesada. Angus, sentado en la butaca de al lado de la cama, parecía que todavía tenía dificultades respiratorias, pero tenía mejor color que la noche anterior. Llevaba una botella de oxígeno consigo, adherida a la nariz mediante un tubito. Boris estaba tumbado en la cama, mirando a Susie con adoración mientras ésta le acariciaba las orejas. Jake estaba cerca de la ventana.
Todos estaban mirando a través de la ventana al jardín.
– No está floreciente -estaba diciendo Angus como si se fuera a acabar el mundo-. Si Spike se muere…
– ¿Tenemos otro paciente? -Preguntó Kirsty, desconcertada.
Todos se volvieron a mirarla.
– Eso está mejor -dijo Jake, al que le brillaron un poco los ojos al examinarla con la vista. Pero entonces agitó la cabeza-. O quizá quiero decir más seguro.
– ¿Quién es Spike? -Preguntó ella, ignorando aparentemente el comentario de Jake.
– La calabaza de Angus -respondió Susie.
– ¿Perdón? -Kirsty estaba perpleja.
– Él es un Queensland Blue -dijo Susie como si eso debiera aclararlo todo-. Mira ese huerto. ¿Has visto alguna vez alguno así?
Kirsty se acercó a la ventana y se asomó, preocupada de tener tres pacientes dementes a su cargo. Así como también un perro en el mismo estado.
Pero era cierto que era un huerto impresionante. Era enorme, lleno de verduras y árboles frutales.
– Guau -dijo débilmente.
– Has acertado con la expresión -dijo Susie, apartando las mantas de la cama-. Tengo que ir a verlo.
– ¿Crees que puedes ayudar en algo? -Preguntó Angus.
– Haré todo lo que pueda. Haremos pruebas para ver el estado de la tierra. Quizá esté demasiado húmeda. Me imagino que toda esta lluvia a principios de otoño no es normal, ¿no es así?
– Así es -respondió Angus, dubitativo-. Normalmente no llueve tanto.
– Entonces quizá podamos levantar toda la parra… lo suficiente para que le dé el sol por debajo. Eso debería ayudar mucho a la planta. Pero tenemos que tener cuidado. A estas alturas de la temporada, la humedad puede causar que las plantas se pudran.
– Podredumbre -dijo Angus como si le hubieran dicho que su hijo estaba gravemente enfermo.
– Lo siento. No quiero asustarte. Pero necesitamos salir y analizar qué ocurre.
– Pero tú estás embarazada, muchacha -dijo Angus, mirándola realmente preocupado y con la emoción reflejada en los ojos-. Llevas en tus entrañas al hijo de Rory.
– A Rory no le gustaría si me quedara aquí tumbada mientras la calabaza de su tío Angus se pudre -replicó Susie-. Kirsty, tienes que ayudar.
– Y tú -dijo Angus, volteándose y dándole un codazo a Jake en el estómago-. Me ayudaste a bajar a conocer a mi nueva sobrina sin siquiera tomar mi chaqueta y mis botas. Están empaquetadas en el fondo de mi armario. Bájamelas, buen chico.
– Sí, señor -dijo Jake… y sonrió.
Diez minutos después, Jake y Kirsty estaban de pie en la puerta de atrás, atentos a la principal cuestión médica del día, que era saber por qué Spike no estaba bien.
El paciente en cuestión era una enorme calabaza verde grisácea. Susie estaba apoyada en sus muletas, examinando la planta desde todos los ángulos junto con Angus, que estaba sentado sobre la botella de oxígeno.
– Hum… ¿tenemos o no tenemos un milagro ante nosotros? -Preguntó Jake.
– No te lo creas. Simplemente aguanta tu respiración, sujeta tu lengua y cruza todo lo que tengas.
– La capacidad de mantenerse en pie de Susie es mejor de lo que yo había pensado.
– Ya te lo dije ayer. Puede soportarlo, pero está inestable y no practica. Pero claro, la tierra aquí está tan blanda y fangosa que ha tenido que utilizar sus piernas.
– ¡Alabado sea Dios! -Dijo Jake-. Y… ¿dijiste que Susie era paisajista?
– Así es.
– Así que Angus tiene una sobrina política, embarazada de Rory, que comparte su pasión por la jardinería. Una sobrina que necesita hospedaje durante unas pocas semanas.
– Estás yendo demasiado lejos -dijo ella.
– ¿Sí? Dime que no miras a tu hermana y piensas que esto pueda funcionar.
– Es demasiado pronto para dar nada por sentado.
– Ayer tenías una hermana que no respondía ante nada y yo tenía un paciente que quería morirse. Y no veo que ahora se niegue a que le suministre oxígeno.
– Necesita la botella de oxígeno como asiento para el jardín -dijo, sonriendo-. Está bien, doctor Cameron, reconozco que hasta el momento lo has hecho muy bien.
– La mayoría de los médicos australianos sabemos lo suficiente como para recetar calabazas para un fallo pulmonar en avanzado estado y para una depresión profunda -dijo él, sonriendo a su vez-. ¿Todavía no ha llegado esa práctica a Estados Unidos?
Kirsty se rió mucho y miró a su hermana, pensando que aquello podría funcionar.
– Oye, Angus, había arreglado todo para que ingresaras en la residencia de ancianos esta mañana -gritó Jake.
Entonces, los dos inspectores de calabaza se dieron la vuelta con idéntica expresión de confusión.
– ¿Residencia? -Dijo Angus. Pero entonces lo recordó y la expresión de su cara se ensombreció-. Oh, sí. Eso es -se dirigió a Susie como para explicarse-. Accedí a ir.
– ¿Por qué vas a ir a una residencia de ancianos? -Preguntó Susie, estupefacta.
– Ya es hora de que lo haga, muchacha. No puedo quedarme aquí. El médico viene a verme dos veces al día y no puede seguir haciéndolo indefinidamente.
– Angus tiene fibrosis pulmonar en un estado muy avanzado -dijo Jake gravemente-. No puede estar aquí solo durante más tiempo.
– Fibrosis pulmonar… ¿quiere eso decir que te estás muriendo? -Exigió saber Susie, poniéndose aún más pálida de lo que ya estaba.
– No importa -dijo Angus, inquieto-. Todos nos marchamos antes o después.
– No tan pronto como tú pretendes hacerlo -dijo Jake claramente-. Ya te lo he dicho. Con fisioterapia, oxígeno y analgésicos podrías tener años de vida por delante, sobre todo si accedes a que se te implante un bypass.
– Yo no quiero años. ¿Qué haría yo con tantos años por delante?
– Podrías plantar calabazas más grandes -dijo Susie como loca-. Angus, te acabo de conocer y te pareces a mi Rory al hablar. Eres su tío. Si te mueres, entonces no tendré a nadie. ¿Te gustaría que nos quedáramos?
Aquello impresionó a Kirsty; ver a su hermana tomar la primera decisión desde la muerte de Rory era muy alentador. Ni siquiera había sido capaz de decidir qué ponerse por las mañanas.
– Sólo podríamos quedarnos si el doctor Cameron se encargara de tu parto -dijo a la tentativa.
– Normalmente mando a Sidney a las mujeres embarazadas dos semanas antes de que salgan de cuentas -dijo el doctor, sonriendo.
– ¿Por qué? -Preguntó Susie.
– Un profesional médico en solitario no es lo ideal para asistir un parto. Si necesitas una cesárea, yo necesitaría un anestesista.
– Eso es fácil. Kirsty me puede poner la anestesia. Pero bueno, seguro que no la necesitaré. Pretendo tener un parto natural. ¿Es ése el único problema? -Susie volvió a mirar a Angus-. ¿Está bien si nos quedamos? Estamos apalancadas. Yo vine a Australia a conocerte, pero estaba demasiado cerca de salir de cuentas y ahora ninguna compañía aérea me llevaría a casa. Así que si tú necesitas a alguien que se quede aquí, yo necesito algún lugar donde quedarme… podríamos trabajar con esta calabaza.
– ¿Qué está ocurriendo aquí? -Preguntó Jake, mirando a Susie y Angus-. Todo está ocurriendo demasiado rápido.
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