– Sí, podría, pero no voy a hacerlo. Ese es uno de mis defectos. No obstante, no quería hablar de mí, sino de Willow. Llevo años diciéndole a Jack que no la trate así, pero él no me escucha. Creo que, a partir de ahora, va a ser distinto.
– ¿Por qué la tiene tomada con ella? ¿Por qué no con Julie o con Marina? -preguntó Kane.
Naomi suspiró.
– De pequeña, Willow tuvo dificultades respecto al aprendizaje. No fue nada serio; pero, durante un tiempo, estudiar le resultaba difícil. El médico dijo que era porque las conexiones de su cerebro eran algo diferentes. En cualquier caso, todo se solucionó al final y Willow iba bien con los estudios. Pero Jack no pudo, o no quiso, olvidar aquellos primeros años. Lo que no comprendo es por qué piensa que Willow no es tan bonita como sus hermanas.
– Es mucho más bonita que ninguna -declaró Kane.
Naomi sonrió.
– Lo dice objetivamente, claro.
Kane se encogió de hombros.
– Creo que Jack ve en Willow muchas cosas de sí mismo -dijo Naomi-. Willow siempre ha sido la soñadora de la familia. O lo era. Últimamente, parece tener los pies más en la tierra. Le encanta su nuevo trabajo en el invernadero.
Kane pensó en el ejército de plantas que estaba empezando a ocupar su casa.
– Sí, de eso ya me he dado cuenta.
– Antes me tenía muy preocupada la clase de hombres que Willow elegía como compañeros, pero ahora… -Naomi le tocó el brazo-. Usted es lo mejor que le ha podido pasar. Gracias.
Naomi lo dejó y entró en la casa.
Kane continuó en el porche. Sabía que su situación era más peligrosa con cada segundo que pasaba.
Esa noche, Kane estaba tumbado boca arriba con Willow acurrucada a su lado.
– ¿Te ha resultado horrible? -le preguntó ella.
– No.
– El principio fue una pesadilla, pero luego todo mejoró. Le he contado a mi padre lo del trabajo nuevo e, increíblemente, me ha animado.
Kane la escuchó mientras ella seguía hablando con su suave y dulce voz. Empezó a desearla otra vez. Daba igual que hubieran acabado de hacer el amor, seguía deseándola.
Willow se incorporó apoyándose en un codo y lo miró. Estaba desnuda y sus largos cabellos rubios le cubrían los senos. Era una imagen sumamente erótica. ¿Qué demonios había hecho él para merecerse aquella mujer?
– Quiero decirte una cosa -dijo Willow-. Voy a decirla y tú me vas a abrazar. Luego, vamos a apagar la luz y nos vamos a dormir. No te está permitido decir nada. No quiero que digas nada. Esto es sólo cosa mía, ¿de acuerdo?
Un profundo temor le quitó el deseo. Kane asintió sin realmente querer.
Willow respiró profundamente y sonrió.
– Te amo. Te amo desde hace ya un tiempo, pero por fin estoy preparada para decírtelo. Te amo.
Willow volvió a tumbarse y cerró los ojos, añadiendo:
– Buenas noches, Kane.
– Buenas noches.
Kane apagó la luz. Willow lo amaba. No importaba que él la creyera o no. Ella lo creía y era suficiente.
¿Cómo había permitido que ocurriese? No quería el amor de Willow. Ni en ese momento ni nunca. Y eso iba a destrozarla.
A la mañana siguiente, Willow hizo el café mientras Kane se preparaba para ir al trabajo. Se sentía contenta y temerosa al mismo tiempo. Aunque no se arrepentía de haberle confesado su amor y se enorgullecía de sí misma por su valor, no podía evitar los nervios. Kane no quería tener novia y menos alguien que estuviera enamorada de él. ¿Cómo reaccionaría después de lo que ella le había dicho?
Willow le sirvió café en una taza con tapadera para que se lo tomara mientras iba al trabajo cuando Kane entró en la cocina.
– Buenos días -Kane la besó en la boca y luego agarró el café-. Tengo una reunión a las siete y media, así que será mejor que me dé prisa.
– Bien. Yo daré de comer a Jazmín.
– Estupendo -Kane volvió a besarla.
Willow le agarró las solapas de la chaqueta del traje y lo miró a los ojos.
– Respecto a lo que te dije anoche, no te ha molestado, ¿verdad?
– Willow, tú siempre te me vas a adelantar en lo que a las cuestiones del corazón se refiere… y eso no voy a cambiarlo.
Tras esas palabras, Kane se marchó. Al cabo de unos minutos, Willow se dio cuenta de que Kane no había contestado a su pregunta.
Willow se presentó en casa de Kane con una planta más. Esta vez se trataba de una orquídea. Al entrar, los tres gatitos la recibieron con maullidos de entusiasmo.
– Vaya, habéis salido de la caja solos. ¡Qué grandes estáis ya!
Willow empezó a acariciarlos. La gata madre se les unió. Sorprendente cómo habían salido las cosas. Hacía un par de meses había ido allí para insultar a Todd; ahora, su vida entera había cambiado. Estaba contenta con el trabajo, desesperadamente enamorada y su vida había cambiado de rumbo. Sí, la vida estaba llena de sorpresas… y buenas.
En ese momento oyó la llave en la cerradura de la puerta. Sonrió cuando Kane entró en la casa.
– Los gatos me tiene aprisionada. Vas a tener que rescatarme. ¿Te parece bien?
Pero en vez de sonreír, ofrecerle la mano o reunirse con ella en el suelo, Kane cerró la puerta tras de sí y dijo:
– Willow, por favor, me gustaría hablar contigo. ¿Podrías levantarte?
Kane no sonreía y ella se levantó con un súbito ataque de angustia.
Fue entonces cuando lo supo. Lo vio en sus ojos. Volvían a estar vacíos. Tan vacíos como cuando lo conoció.
– Kane…
– Esto ha sido una equivocación -dijo él-. Siento haber participado en ello. No debería haber permitido nunca que te hicieras ilusiones. Soy una persona solitaria por naturaleza y eso no puedes cambiarlo. No me interesa lo que me estás ofreciendo, Willow. No te quiero.
Kane había hablado con calma y con una claridad que la hirió mortalmente y de por vida. No podía pensar, no podía hablar…
– Yo… -comenzó a decir ella.
Kane la interrumpió:
– No es negociable. Te doy dos horas para que recojas lo que tengas aquí y te vayas.
No estaba sufriendo lo suficiente. Willow sabía que eso era una mala señal, se debía a que aún no había asimilado lo ocurrido. Pero si apenas podía soportar el dolor que sentía, ¿qué iba a hacer cuando lo sintiera de verdad?
– ¿Qué puedo hacer por ti? -Marina salió de la cocina con el té-. ¿Quieres vino? ¿Vodka? ¿Qué contrate a un asesino a sueldo para que mate a Kane?
Willow lanzó una carcajada, luego sollozó una vez más y agarró un pañuelo de papel.
– Lo quiero.
Estaba sentada en el sofá de Marina. Aún tenía en el coche las plantas que había sacado de la casa de Kane, y su hermana se había ofrecido para hacerse cargo de los gatos hasta que encontraran un sitio para ellos.
– Estoy… bie… bien -respondió Willow con voz quebrada.
– Sí, ya lo veo -su hermana se sentó a su lado y le puso una mano en la pierna.
– Lo peor aún está por llegar -lo informó Willow.
Uno de los gatos se le subió encima. Willow lo acarició.
– No es culpa suya -añadió Willow-. Me lo advirtió desde el principio y fue muy claro. Pero yo no lo creí. ¿Por qué hago esas cosas? ¿Por qué no escucho?
– Todos oímos lo que queremos oír.
Willow sacudió la cabeza.
– Es más que eso. Estaba orgullosa de mí misma. Por fin sentía que había superado esa manía mía de salvar a los hombres. Kane no necesitaba que nadie lo salvara. De hecho, ha sido él quien me ha ayudado a mí.
Willow se interrumpió, se sonó la nariz y agarró otro pañuelo de papel antes de añadir:
– Creía que lo tenía todo. Qué tontería.
– No, no es ninguna tontería. ¿Por qué no ibas a tenerlo todo?
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