Kendall se sonrojó, y notó que el calor le subía rápida y furiosamente a las mejillas mientras Rick se limitaba a enderezarse y reír.
– Supongo que más vale que me vaya acostumbrando a este tipo de interrupciones, ¿no?
– Quizá aprenda a llamar antes a la puerta -sugirió Kendall esperanzada.
– ¿Nos quedamos? ¿Nos quedamos? -preguntó Hannah, con los ojos muy abiertos y expresión esperanzada.
Kendall sonrió ampliamente.
– Nos quedamos.
– ¿Dónde vamos a vivir? ¿Podemos trasladarnos a la casa principal? Pearl dijo que la espalda de Eldin no se resentiría tanto en la casa de invitados, pero que no quería decírtelo porque estabas preocupada por el escándalo -divagó Hannah.
Kendall miró a Rick mientras la cabeza le daba vueltas.
– No hemos decidido tantas cosas, mequetrefe -le dijo a Hannah.
– Bueno, vale, de acuerdo. Ya lo hablaremos más adelante. Quiero que mi habitación sea violeta. Rick, ¿podrás pintar de color violeta la habitación que me toque?
Kendall observó conmocionada a su repentinamente eufórica hermana.
– Ya hablaremos de la habitación violeta en otro momento. ¿Cómo has entrado? ¿No te dijo Norman que no quería verte por aquí hasta el siglo que viene?
– Sí, pero me lo he camelado -repuso Hannah con total desparpajo.
Rick miró a su hermana.
– ¿Y cómo se hace eso?
– Le he ayudado a lavar los platos esta mañana y me lo he metido en el bote. ¿Esto significa que puedo llamarte papá? ¿O tío Rick? O ¿qué te parece Hey Cooper? -Hannah se echó a reír, más feliz de lo que Kendall la había visto en toda su vida.
– No sé cómo tienes que llamarle a él, pero a mí mejor que me llames abuela -dijo Raina apareciendo por detrás de Hannah. Miró a Rick de hito en hito-. ¿Lo ves? Ya te dije que en mi futuro veía nietos. -Rodeó con los brazos a la muchacha y la abrazó cada vez con más fuerza.
– No puedo respirar -chilló Hannah.
– Y ella no puede hablar. Sigue abrazándola, mamá. -Rick se rió por lo bajo mientras Hannah le dedicaba una mueca de fastidio que se transformó en una amplia sonrisa en cuanto Raina la soltó.
– ¿Significa eso que dejarás en paz a Chase? -preguntó Rick-. Ya nos tienes colocados a Roman y a mí. Creo que deberíamos ir a The Gazette y contarle juntos la verdad.
– ¿Qué verdad? -preguntó Kendall, confundida y curiosa.
– Luego te lo cuento -le susurró Rick al oído-. Cuando estemos desnudos y solos -le dijo con voz incluso más baja, rozándole la mejilla.
– Eh -dijo Hannah observándoles. Pero la sonrisa no desaparecía de su rostro.
Y cuando Kendall se encontró con la mirada encendida de Rick, supo exactamente cómo se sentía su hermana. Vértigo, felicidad, incredulidad y una gran cantidad de amor alojados en su interior cuando pensaba en el futuro. Todo era posible porque se había enfrentado al pasado.
Kendall había llegado al pueblo huyendo y había acabado encontrando la vida que siempre había soñado y el hogar y la familia que nunca había tenido. Había domesticado tanto a sus demonios personales como al seductor del pueblo. No estaba mal, se dijo.
Dejó su carrera de abogada para convertirse en escritora con Brazen ( Una semana en el paraíso ) en 1999, desde entonces ha publicado más de 20 novelas rn dos sellos Harlequín y Warner, que siempre suelen aparecer en las listas de los más vendidos del The New York Times o el Publishers Weekly.
Ha sido nominada en varias ocasiones a los premios más prestigiosos del género, como el Romantic Times Reviewer's Choice, y ha obtenido diversos galardones, incluidos el SARA Rising Star for Best Short Contemporary y el Bookseller's Best.
Carly vive en Purchase, New York con su marido, sus dos hijas pequeñas y un juguetón Wheaton Terrier. Su pasatiempo favorito es leer, le gusta escuchar opera y le encanta recibir correos de sus lectoras, ya sea por mail o por correo normal. Contacta con ella a través de su página web http://www.carlyphillips.com.
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