– Tienes que dejarlo, ya -se amonestó. Brandon Duke era su jefe. Su trabajo era importante para ella. No podía permitirse soñar despierta con el hombre que pagaba su sueldo.
En otros tiempos, Kelly había imaginado un romance de cuento de hadas con final feliz para Roger y ella. Él había sido su príncipe encantador y ella la chica más afortunada del mundo. Pero el príncipe se había convertido en un sapo nada encantador. Había hecho promesas que no pretendía cumplir y había reventado sus sueños de amor y matrimonio. La ruptura no había sido bonita, y Kelly no la había sobrellevado nada bien.
Antes de conocer a Roger había estado abierta a todo. Sabía que era lista y atractiva, que quería enamorarse, casarse y tener hijos algún día. Pero después de que Roger la dejara de forma tan cruel, se había sentido rota, cínica, incómoda e insegura, sobre todo con los hombres. Había perdido la confianza en sí misma y había tardado mucho en volver a pensar en salir con alguien.
Irónicamente, trabajar con Brandon había sido el mejor antídoto para sus miedos e inseguridades. Él le había dejado claro que la consideraba un miembro indispensable de su equipo. Confiaba en su inteligencia y sus dotes organizativas para que lo ayudara a dirigir sus proyectos.
Su confianza creció y floreció hasta que decidió que estaba lista para volver a salir con alguien. Quería enamorarse, casarse y formar una familia. Para cumplir ese objetivo tenía que encontrar al hombre adecuado.
Tan organizada como siempre, empezó por llamar a amigos y compañeros de trabajo. Luego preparó una lista de agencias de contactos por Internet, así como de grupos y actividades locales que incrementarían sus posibilidades de conocer a alguien interesante.
Se había creído preparada para volver a la escena romántica hasta que vio el nombre de Roger en la lista de reservas del hotel. Sintió un nudo en la garganta y se le cerró el estómago. La antigua inseguridad volvió con saña. Entonces había comprendido que no podría amar a otro hombre hasta librarse de Roger y del daño que le había permitido infligir en su vida.
Si eso exigía una confrontación, la habría. El único problema de enfrentarse a Roger era que su ego era tan enorme que podría defenderse atacando. No estaba segura de poder soportar otra desagradable batalla de palabras e insultos. Eso llevó a Kelly a idear su plan salvavidas.
Si conseguía reconquistar a Roger, para luego rechazarlo, recuperaría parte de su antiguo optimismo y alegría de vivir. Sería libre para avanzar y volver a amar. Recuperaría el poder.
Además, sabía que a Roger no le dolería su rechazo; Kelly nunca le haría daño a propósito, por mal que la hubiera tratado. Roger tenía un ego demasiado alto como para permitir que una mujer lo hiriera. Olvidaría la afrenta tan fácilmente como si quitara una pelusa de un traje.
Lo importante era que ella estaría curada y lista para volver a vivir, para abrir el corazón a la posibilidad de encontrar el amor y la felicidad.
El cambio de imagen la ayudaría. Las lecciones de cómo besar no harían ningún mal, sobre todo si provenían de un maestro en ese arte.
– Brandon -movió el tenedor por el plato.
Su problema era que no estaba segura de tener experiencia suficiente para atraer a Roger después de un único beso con Brandon, aunque había sido muy potente. Por eso, por una parte, deseaba poder seguir aprendiendo los secretos del beso con Brandon. Por otra, rechazaba la idea: ¡era su jefe! Y peor aún, si es que había algo peor que eso, Brandon podía estropear sus planes para vengarse de Roger. Si Brandon seguía ayudándola, eso podría conducir a más. Era lo que tenían los besos.
Era inútil negar que corría peligro. Solo tenía que pensar en unas horas antes, cuando Brandon la había besado. Si él hubiera querido más, habría aceptado con gusto. El beso había sido fantástico.
– Vale, sí, el hombre sabe besar -dejó el tenedor en el plato y se puso en pie, no podía comer.
Incluso si volvía a besarla y eso llevaba a algo más, no sería tan estúpida como para enamorarse de Brandon Duke. Inquieta, colgó la chaqueta en el pequeño armario y eligió la ropa que se pondría el día siguiente.
Aunque se había reído de sus normas básicas, después de besarlo no le quedaba más remedio que preguntarse si podría resistirse a sus encantos.
– Sí -afirmó, cerrando la puerta del armario. No era tonta. Conocía la reputación de Brandon con las mujeres, conocía su costumbre de salir con una unos días para luego pasar a la siguiente. Sería una locura que una mujer esperase que Brandon Duke correspondiera sus sentimientos. Así que Kelly no podía enamorarse de él, y no lo haría.
Brandon no era de los que «sentaban cabeza y se casaban», y Kelly quería conocer a uno de esos y enamorarse. Él no encajaba en su plan de vida.
Como no se enamoraría de él, Brandon Duke era el hombre perfecto para enseñarla a besar.
Tenía que convencerlo de que siguiera ayudándola. Había aprendido muchísimo en unos instantes.
– Ay -suspiró, obligándose a comer un bocado.
¿Cómo podía convencer a su jefe de que la dejara practicar un poco más? Tenía que dejarle claro que solo necesitaba unas lecciones de romance y seducción. Cuanto más aprendiera, más posibilidades tendría de poner a Roger en su sitio.
Brandon tenía que entenderlo.
No pudo evitar pensar que si un mero beso había cambiado su perspectiva respecto a sus problemas con Roger, practicar el sexo con Brandon podría ser toda una revelación.
– ¿Qué? -Se levantó de golpe y se rodeó el cuerpo con los brazos-. Deja de pensar en eso ahora mismo -llevó el plato y el vaso al fregadero-. Solo harías el ridículo.
Sin embargo, ya no pudo sacarse la imagen de la cabeza. Se preguntó qué ocurriría si Brandon y ella practicaban el sexo.
Si lo hacían y descubría que realmente era muy mala en eso, no podría volver a mirarlo a la cara. Tendría que dimitir.
Pero si resultaba ser muy buena, tal vez él pensaría que había mentido sobre su falta de experiencia y que se había acostado con la mitad de los hombres de la ciudad. Ella no podría volver a mirarlo a la cara. Tendría que dimitir.
Gimió y tomó un sorbo de agua.
– Vale, ya está -tamborileó con los dedos en la encimera-. Olvida todo el asunto.
Tenía que encontrar otra forma de solucionar lo de Roger. Al día siguiente le explicaría a Brandon que había estado equivocada, y él la perdonaría. Estaba segura. Al fin y al cabo, nunca le había causado a su jefe ningún problema hasta ese día. Después de las explicaciones, todo volvería a la normalidad. Le aseguraría a Brandon que no volvería a portarse de forma inapropiada.
En menos de un año, al mirar atrás, se reiría de esa leve mancha en su impoluto expediente.
Sonó el timbre y ella dio un bote. Miró su reloj y se preguntó si sería el servicio de habitaciones. Les había pedido que no llamaran a su puerta con los deliciosos bombones de buenas noches. Pero esa noche aceptaría uno, necesitaba algo que la distrajera de sus pensamientos. Corrió a abrir la puerta y su mente se quedó en blanco.
– Brandon -susurró.
– Tenemos que hablar.
Brandon miró a Kelly y ya no pudo recordar por qué le había parecido buena idea ir a verla.
Tras pasar un buen rato corriendo por el recinto de hotel, mantener otra breve conferencia con sus hermanos para finalizar los detalles de la llegada de la familia a la inauguración del complejo, y una rápida degustación de las creaciones del chef para el menú de la fiesta de la vendimia, Brandon se había retirado a su suite para ver un partido de fútbol en televisión. Pero, por primera vez, no había podido concentrarse en el juego.
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