– Vaya. No me puedo creer que le haya ganado un punto a Bella Cruz.
Ella lanzó un bufido.
Jesse levantó una mano y sonrió.
– Espera. No he terminado aún de saborear mi victoria. Quiero disfrutar un poco más de la gloria de este momento -dijo. Los segundos fueron pasando-. Está bien. He terminado.
– ¿Acaso es todo una broma para ti?
– ¿Y quién te ha dicho que estaba bromeando? Conseguir que admitas que tengo razón en algo es motivo para celebrar. Ahora, ¿te parece que sigamos con la visita?
Jesse le tomó la mano. Ella tardó unos segundos en agarrarla, pero, al final, cedió. En aquella ocasión, él no sonrió físicamente, sino que lo hizo para sí. Bella comenzó a caminar a su lado y habló con algunos empleados. Jesse pudo observar que los encandilaba a todos. Aparentemente, su mujer misteriosa tenía una gran personalidad. Lo que le resultaba evidente era que no se permitía relajarse cuando estaba con él. No le importaba. No quería que ella se relajara. La quería excitada, molesta, a punto de caer en la pasión sexual. Entonces, la ayudaría a aliviarse.
Sí. Iba a volver a poseer a Bella. Iba a darle vino, comida y a seducirla de tal modo que ella terminaría suplicándole que se hiciera cargo de su negocio y que la convirtiera en millonaria. Cuando se hubiera ocupado del negocio, todo sería mejor. Cuando fuera parte de King Beach, las cosas le irían mejor a Bella. Y a él. Y a todo el mundo.
Se hizo a un lado mientras ella hablaba con un par de secretarias. Las dos mujeres no dejaban de elogiar su trabajo y de decirle cómo les gustaría poder encontrar trajes de baño de calidad en todas partes. Incluso en King Beach. Jesse frunció el ceño al escuchar cómo sus propias empleadas decían que su empresa no estaba satisfaciendo las demandas de los consumidores. Ese hecho lo convenció aún más de que absorber la empresa de Bella era la decisión correcta.
En aquel momento, Dave Michaels se acercó a ellos con una expresión alegre en el rostro.
– Bella -dijo, tras saludar a Jesse con una inclinación de cabeza-. Estamos encantados de tenerte aquí. Jesse me ha dicho que te iba a enseñar nuestra empresa. Espero que no te importe si te llamo Bella.
– Claro que no -respondió ella. Se alejó de las dos secretarias con las que había estado charlando-. Todo esto es… impresionante.
Había dicho «impresionante», pero a Jesse no le parecía que estuviera muy impresionada. Más bien le parecía algo disgustada.
– Bueno, somos muy grandes y estamos creciendo aún más -dijo Dave-. Esa es una de las razones por las que yo me alegro de que estés aquí. Como sabes, King Beach no se ocupa de la ropa de baño femenina…
Jesse comenzó a hacerle gestos a Dave para que no siguiera. Aún no había llegado el momento de decirle a Bella que estaban interesados en comprar su empresa. Cuando llegara, quería ser él quien se lo dijera. Tenían que ser cautos para que todo el asunto no les explotara en el rostro.
Dave comprendió lo que Jesse estaba tratando de decirle y se interrumpió a mitad de la frase. Cambió de tema sutilmente.
– … pero tengo que decirte que mi esposa compró un traje de baño en tu tienda y no puede dejar de hablar de él.
– Me alegro mucho. Espero que vuelva a mi tienda -dijo ella, contenta.
– Te aseguro que lo hará. La semana que viene sus hermanas van a venir aquí de compras. Connie les ha hablado tanto de tu tienda que las tres han insistido en visitarte cuando vengan.
– Gracias. Siempre me alegra mucho descubrir que tengo un cliente satisfecho.
– Claro. A todos nos gusta -musitó Jesse. Entonces, volvió a indicarle a Dave con un gesto que se marchara a paseo.
– Bueno, tengo unas cuantas llamadas que hacer -dijo éste, captando la indirecta-. Os dejo que sigáis con la visita. Me alegro de verte aquí, Bella. Espero volver a verte muy pronto.
Bella observó cómo se marchaba. Entonces se giró para mirar a Jesse.
– Me gusta tu amigo.
– Pero yo no.
– ¿Acaso importa eso?
Sí, claro que importaba, Jesse no estaba seguro de por qué no le gustaba reconocer ese hecho, pero de lo que sí lo estaba era de que no iba a permitir que Bella se enterara de lo que sentía.
– Deja que te enseñe mi despacho -dijo.
– Oh, señor King -le dijo una mujer mientras se acercaba rápidamente a ellos-. Acabamos de tener noticias sobre la exposición de surf. La ciudad lo ha aprobado todo y todos nuestros invitados han accedido a participar.
– Buenas noticias, Sue -respondió Jesse tras captar la curiosidad que se reflejaba en los ojos de Bella-. Llame a Wiki, ¿quiere? Dígale que me pondré en contacto con él mañana.
– Lo haré -dijo la mujer antes de marcharse corriendo.
– ¿Wiki? -le preguntó Bella mientras Jesse le agarraba el brazo y la dirigía hacia su despacho.
– Danny Wikiloa -respondió mientras le abría la puerta. Una vez estuvieron los dos dentro, la volvió a cerrar-. Es un surfista profesional. Estuvimos años compitiendo juntos. Va a venir dentro de dos semanas para una exhibición. En realidad, lo hace como un favor hacia mí, dado que ahora ya está retirado.
– La exhibición -murmuró ella-. Todo el mundo lleva días hablando de lo mismo.
Jesse se metió las dos manos en el bolsillo mientras observaba cómo ella recorría su despacho. Bella se fijaba en todo, deteniéndose para mirar las imágenes de las playas. Apenas miró los trofeos, lo que le dolió un poco, pero pareció fascinada por las fotos familiares.
– Va a ser muy divertido -comentó mientras se acercaba a ella-. Diez de los mejores surfistas mundiales van a participar en esa exhibición.
– Lo echas de menos, ¿verdad? Me refiero a la competición.
– Sí, así es. Me gusta ganar -dijo Jesse. Jamás lo había admitido con nadie.
– No me sorprende. Todos los King sois así, ¿no?
– Es cierto. Nos gusta competir y no perdemos de buena gana.
– Pues no se puede ganar siempre.
– No veo por qué no.
– Lo dices en serio, ¿verdad?
– Sí. Ninguna de las personas que aparecen en esas fotografías son de las que se conforman con ocupar el segundo lugar.
– A veces, a uno no le queda elección.
– Siempre hay elección, Bella. Hace mucho tiempo, la familia King decidió que las únicas personas que pierden son las que esperan hacerlo. Nosotros esperamos siempre ganar, así que eso es lo que hacemos.
– ¿Así de fácil?
Jesse la miró y vio que ella lo estaba observando muy atentamente. Sus ojos tenían un aspecto misterioso, oscuro. Parecían llenos de secretos que él ansiaba conocer. Compartir con ella. Levantó una mano y le cubrió la mejilla con ella.
– Yo no he dicho nunca que sea fácil. De hecho, ganar nunca debería serlo. Si todo el mundo fuera capaz de hacerlo, ya no resultaría divertido.
– Y divertirte es muy importante para ti, ¿verdad? -dijo ella. Dio un paso atrás, alejándose de su caricia. De él.
– Debería ser importante para todo el mundo. ¿De qué sirve la vida si uno no la disfruta? Diablos, ¿por qué iba uno a hacer nada si no lo disfruta?
– ¿Y tú disfrutas con lo que haces ahora?
– Sí -dijo encogiéndose de hombros-. No creía que fuera a ser así. Jamás pensé ser empresario, pero se me da bien,
– Sí, supongo que sí -susurró ella mirando a su alrededor.
– Me gusta ver que estamos de acuerdo en algunas cosas.
– No te acostumbres.
– ¿Y por qué no, Bella? Podríamos ser un equipo fantástico.
– Nosotros nunca podríamos ser un equipo.
Aquél era el momento de hacerle su ofrecimiento. De repente, se sorprendió al pensar que jamás había tenido que esforzarse tanto para conseguir gustarle a una mujer.
Читать дальше