– Shhh…
Ahora fue su turno confortarlo a él y colocó un tierno dedo sobre sus labios.
– Sólo enséñame. Enséñame todo. Quiero complacerte.
Un sonido ronco llegó del fondo de la garganta de Blake y con el codo separó sus piernas. La tocó con la punta de su pene y casi se sobresaltó por el placer de ese contacto. Ella estaba tan ardiente y deseosa, y sabía que ella lo quería. Le hacía daño a su alma y a todo.
– Oh, Caroline, haré esto bien para ti – juró – Te haré disfrutar. Te doy mi palabra.
– Ya lo has hecho – dijo ella dulcemente.
Comenzó a jadear cuando él empezó a penetrarla.
La tomó lentamente, dándole a su cuerpo tiempo para que se adaptara a su tamaño y a su fuerza. Era tan difícil contenerse cuando cada fibra de su ser quería empujar dentro de ella, marcándola como suya.
Algo muy primitivo despertó dentro de él. No quería únicamente hacerle el amor. Él quería devorarla, poseerla, darle tal placer que ella ni siquiera pudiera soñar con dárselo a otro.
Pero él se contuvo, esforzándose por mantener un suave contacto. Ella no estaba preparada para la fiereza de su deseo. No lo comprendería. Y a él le importaba demasiado como para asustarla.
A él le importaba.
Tuvo una revelación maravillosa, y su cuerpo entero se quedó helado.
– ¿Blake?
Se había dado cuenta que ella le agradaba, se había dado cuenta que la deseaba. Pero era en este momento de intimidad cuando se había percatado de que sus emociones eran mucho más intensas. Él, que creyó haber perdido el poder de sentir algo profundamente, había sido conmovido por esta mujer, y…
– ¿Blake?
Él bajó la mirada.
– ¿Algo va mal?
– No – dijo con un poco de asombro en su voz – No, de hecho, creo que todo podría ser perfecto.
Un asomo de sonrisa ensalzó los labios de ella
– ¿Qué quieres decir?
– Después te lo diré – dijo él, preocupado porque este mágico sentimiento pudiera desaparecer si lo analizaba muy de cerca – Pero ahora…
Él empujó hacia adelante. Caroline se quedó sin aliento.
– ¿Te hice daño? – le preguntó.
– No, es sólo que… me siento tan… bien, tan llena por decirlo de alguna manera.
Blake soltó una carcajada
– No estoy ni siquiera a mitad de camino ahí – dijo con una sonrisa divertida.
Su aflicción cesó de golpe.
– ¿No?
– Todavía no – dijo él solemnemente.
– Aunque esto – se apresuró a empujar hacia adelante, produciendo un movimiento de fricción maravilloso para ambos – me queda un poco pequeño.
Ella tragó saliva.
– ¿Un poco pequeño? ¿No termina ahí?
Él sonrió lentamente y negó con la cabeza.
– Por supuesto, si hiciera esto – dio un pequeño empujón con su cadera.
– Estaría casi ahí.
– ¿Pero tú… ¿Soy todavía…
– ¿Virgen? – terminó por ella – técnicamente, supongo que sí; en cuanto a lo que a mí concierne, eres mía.
Caroline tragó, y parpadeó para retener sus lágrimas, apenas capaz de contener sus emociones. Era asombroso que una simple frase pudiera hacerle eso. Eres mía. Oh, como deseaba que fuera cierto. Por siempre.
– Hazme tuya – susurró ella – por completo.
Ella pudo ver en su rostro como le costaba controlarse. El aire nocturno era helado, pero la frente de Blake estaba perlada de sudor y los músculos de su garganta sobresalían de forma perceptible.
– No quiero hacerte daño – le dijo con voz muy tensa.
– No me lo harás.
Y entonces, como si hubiera consumido la última pizca de reserva, él soltó un ronco grito y se hundió hacia adelante, enfundándose dentro de ella completamente.
– Buen Dios – jadeó él – Caroline.
Ella no pudo evitar el loco impulso de reír
– Oh, Blake – gimió – ahora veo la diferencia.
– ¿La ves?
– ¿Hay más?
Él afirmó con la cabeza – espera y verás.
Y entonces comenzó a moverse.
* * * *
Más tarde Caroline no podía decidir qué le había gustado más. ¿Fue el sentimiento de plenitud que había sentido cuando ellos eran sólo uno? ¿Fue el ritmo primitivo de su cuerpo mientras él la reclamaba como suya? En realidad, no podía descartar el clímax explosivo que había sentido, inmediatamente seguido por el grito de pasión de Blake en el momento de dejar su semilla.
Pero ahora, yacía en sus brazos, la brisa marina acariciaba sus cuerpos, y ella creyó que esto podría ser lo mejor de todo. Él estaba tan caliente, y tan cerca, y ella podía oír como su latido reducía la velocidad hasta ser tranquila y regular. Podía oler la sal sobre su piel y la pasión en el aire, y había algo tan acertado en todo esto, como si hubiera estado esperando este momento durante toda su vida.
Pero mezclarlo con su felicidad le producía un temor inquietante. ¿Qué sucedería ahora? ¿Significaba esto que él quería casarse con ella? Y si lo hacía, ¿Lo haría solo porque era lo correcto? Y si ese fuese el caso ¿A ella le importaría?
Bien, por supuesto que le importaría … Quería que él la amara con una emoción tan intensa como ella sentía por él. Pero tal vez aprendiera a amarla si se casaban. Ella podría ser infeliz si se casaba con un hombre que no la amara, pero sabía que sería infeliz sin él. Tal vez solo debería cerrar los ojos, saltar y esperar lo mejor.
O tal vez, pensó frunciendo el ceño, debería recordar que él no le había dicho nada más que dos palabras desde que habían hecho el amor, y desde luego, ninguna referente al matrimonio.
– ¿Porqué estás preocupada? – preguntó Blake acariciándole lentamente el pelo con sus dedos.
Ella negó con un gesto de su cabeza.
– Por nada. Estaba soñando.
– Conmigo, supongo – dijo sosegadamente – y mis intenciones.
Ella se volvió hacia atrás horrorizada.
– Nunca soñaría con manipularte en…
– Shhh… – dijo con suave autoridad – Lo sé.
– ¿Lo sabes?
– Nos casaremos tan pronto como obtenga una licencia especial.
El corazón de ella dio un brinco.
– ¿ Estás seguro?
– ¿ Qué clase de pregunta es esa?
– Una estúpida – musitó ella.
¿No había decidido la muy entrometida que no le importaría si él quería casarse porque era lo correcto?
No, eso no estaba bien. A ella le importaba, se iba a casar con él de todas formas.
– ¿Caroline? – Era evidente que había diversión en su voz.
– ¿Sí?
– ¿Vas a responder a mi pregunta?
Ella parpadeó.
– ¿Me hiciste una?
– Te pregunté si tú te… – hizo una pausa – No, en realidad, no te lo pregunté.
Antes de que Caroline se diera cuenta de lo que estaba haciendo, él rodó hasta incorporarse sobre una rodilla.
– Caroline Trent, dentro de poco Ravenscroft – dijo – ¿Me harás el honor de ser mi esposa?
Si sus ojos no se hubieran llenado con tantas lágrimas, se podría haber reído ante el espectáculo de su propuesta que él le hizo en cueros.
– Sí – dijo afirmando furiosamente con la cabeza – Sí, sí, sí.
Él levantó la mano de ella hacia su boca y la besó.
– Bien.
Caroline cerró sus ojos durante unos segundos. Quería desconectar todos sus sentidos, para poder saborear el momento en su mente. Ninguna visión, ningún contacto, ningún olor que la distrajera de ese gozo maravilloso en su corazón.
– ¿Caroline?
– Shhh…
Le hizo un gesto con la mano a él y unos segundos más tarde, abrió los ojos y dijo – Bueno, ¿Qué me ibas a decir?
Él tenía una expresión de curiosidad
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