Jens se estremeció, gimió, lanzó exclamaciones entrecortadas y se derramó dentro de ella.
Lorna se arqueó, sollozó, gritó de plenitud, y él ahogó el sonido con la boca.
En el dulce reflujo del placer que siguió, cuando el hombre apoyó el peso sobre ella y sintió los brazos que lo rodeaban sin oprimirlo, imaginé la vida en común extendiéndose hacia el futuro de horas luminosas, ensombrecidas por esas ocasiones en que derramarían lágrimas. Aceptó ambas cosas, sabiendo que de eso se trataba el amor verdadero. Rodó de costado y la sujetó junto a él con el talón. Le quitó el pelo de la cara y le acarició la mejilla con amor.
– Nos irá bien -murmuró.
Lorna, con un brazo flexionado bajo la cabeza, sonrió:
– Sé que así será.
– Y nos esforzaremos con tu madre y tu padre.
– Pero si con ellos no resulta…
La calló posándole un dedo sobre los labios.
Resultará.
Le quitó el dedo.
– Pero en caso contrario, igual seremos felices.
– Te pedí que los desafiaras por mí, y lo hiciste, pero ya no estoy seguro de si hice bien en pedírtelo. Mis padres murieron. Los tuyos son los únicos que nos quedan: equivocados o no, son los únicos, y quiero que sepas que hoy o mañana, cuando hagamos nuestros votos, yo agregaré uno silencioso de hacer mi mejor esfuerzo para conquistarlos. No por mí, sino por ti… y por nuestros hijos.
– ¡Oh, Jens…! -Lo abrazó y lo atrajo hacia ella-. Eres un hombre tan bueno. ¿Cómo es posible que no lo vean?
Se mecieron juntos sobre la cama improvisada hasta que un sonido llegó desde más arriba: el primer sollozo asustado de un niño que se despierta solo, en un lugar desconocido.
– ¡Oh, oh! -murmuró Jens.
Pronto, el sollozo se convirtió en un llanto franco.
– ¡Eh, Danny, querido, mami está aquí! -Tras esto, sobrevino un forcejeo poco elegante de los amantes tratando de separarse con el mínimo de barullo y el máximo de prisa, antes de que el niño se cayera de la cama -¡Mira! -Lorna logró ponerse de rodillas y asomó la cabeza-. ¡Aquí está mami… y papi también!
Jens se asomó junto a ella, aún enredado en la ropa y forcejeando con cosas que hicieron reír a Lorna.
Danny dejó de llorar y los contempló, con los ojos todavía hinchados de sueño y una lágrima atrapada en las pestañas.
– Hola, mi pequeño querido. ¿Creíste que estabas solo? Oh, no, mami y papi nunca te dejarían solo.
Todavía de rodillas, se estiró sobre la cama para besarlo y consolarlo Danny trató de entender, y siguió mirándolos, primero a ella, luego al padre.
Jens se apoyó sobre los codos y besó a Danny en los pies, sobre tos calcetines.
– Hola, pequeño hombre -dijo-. Lo lamento, pero estaba atareado haciéndote un hermano.
Lorna le dio una palmada en el brazo:
– ¡Jens Harken!
El hombre levantó las cejas con fingida inocencia.
– Bueno, eso era lo que estaba haciendo, ¿no?
Lorna rió y le dijo a Danny:
– No tienes que prestar atención a todo lo que diga tu padre. Tiene una escandalosa veta que no es nada buena para tus tiernos oídos.
Jens pasó un brazo por la cintura desnuda de Lorna y deslizó el vientre por el borde del colchón hasta que las caderas de ambos chocaron.
– ¿Ah, sí? ¿Quién empezó esto, tú o yo? Tú eres la que fue a cortejarme. Tú fuiste la que no me dejó en paz. Tú apareciste hoy en la regata, trayendo a este chico y lo acostaste a dormir en la cama, donde era casi seguro que despertara y viese lo que estaba pasando en el suelo.
Lorna rió, complacida:
– Y estás muy contento de que lo haya hecho.
Jens le devolvió la risa:
– Ya lo creo.
Por un momento, se regodearon en la felicidad; después, cada uno pasó un brazo por el trasero húmedo de su hijo y lo atrajeron para abrazarlo.
***