Peter frunció el ceño.
—Es correcto, por supuesto.
—Pero ¿por qué? Ésa es la clave.
—Yo… yo no lo sé. Simplemente lo es.
Sarkar asintió.
—Sospecho que cada sim daría una razón diferente. Kohlberg definió seis niveles de razonamiento moral. En el más bajo, uno cree que el comportamiento moral es el que evita el castigo. En el más alto, que Kohlberg consideraba la región de gigantes morales como Gandhi y Martin Luther King, el comportamiento moral se basa en principios éticos abstractos. En ese nivel, las leyes externas contra el robo son irrelevantes; tu propio código interno de moral debería indicarte que debes dar más valor a la vida de otro que a las repercusiones que podrías sufrir por el delito.
—Bien, eso es lo que creo.
—Mahatma Hobson —dijo Sarkar—. Presumiblemente el sim de control compartiría el mismo punto de vista. Pero Kohlberg descubrió que era más probable que los criminales estuviesen en un nivel más bajo de razonamiento moral que los no criminales de la misma edad con el mismo cociente intelectual. Ambrotos podría estar fijado en el nivel más bajo, nivel uno: evitar el castigo.
—¿Porqué?
—Un inmortal viviría para siempre, pero también puede pasarse la eternidad en la cárcel. Una cadena perpetua sería terrible para él.
—Pero ¿cuántas veces se condena a alguien realmente a cadena perpetua? Ya conoces el viejo dicho: «No cometas el delito si no puedes cumplir la sentencia.» Bien, Ambrotos podría muy bien creer que puede cometer cualquier delito, después de todo, porque puede cumplir la condena.
—Bien visto —dijo Sarkar—. Pero todavía creo que es el culpable. Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero quizá si supieses que ibas a vivir para siempre, querrías eliminar cualquier cosa que fuese a crecer en tu mente siglo tras siglo.
Peter agitó la cabeza.
—No opino así. Mira, si el asesinato es para mí un delito terrible, ¿no sería impensable, la atrocidad definitiva, para una versión inmortal de mí, quien sabría que la vida puede continuar indefinidamente?
Sarkar suspiró.
—Quizá. Supongo que podría ser cualquier cosa. ¿Qué hay de Espíritu? También su razonamiento moral podría estar en un nivel bajo. Aunque Espíritu está muerto, no hemos simulado ni el Cielo ni el Infierno para él. Tal vez se considera en el Purgatorio. Si se comporta bien, quizá cree que se le permitirá entrar en el Cielo. Kohlberg definía el segundo estado de los actos morales como aquellos que ganan recompensas.
Peter negó con la cabeza.
—Realmente no creo en el Cielo ni en el Infierno.
Sarkar intentó otra aproximación.
—Bien, míralo entonces así: el asesinato es un delito de pasión, y la pasión es un defecto de los seres de carne y hueso. Quita el sexo de la mente humana y no tendrías razón para matar a un adúltero. Eso estaría a favor de la inocencia de Espíritu y, por un proceso de eliminación, por la culpabilidad de Ambrotos.
—Quizá —dijo Peter—. Por otro lado, Espíritu sabe que hay vida después de la muerte… lo sabe en virtud de su existencia. Por tanto, para él, el asesinato sería un delito menos horroroso que para Ambrotos, ya que no sería un final total para la víctima.
»Espíritu por tanto se sentiría mucho más cómodo cometiendo asesinatos.
Sarkar suspiró frustrado.
—Podría argumentarse al revés, también. —Miró al reloj—. Mira… no hay nada que podamos hacer aquí. —Hizo una pausa—. De hecho puede que no haya nada más que podamos hacer en ningún sitio. —Se quedó sentado un momento, pensando—. Vete a casa. Mañana es sábado; iré a tu casa como a las diez de la mañana e intentaremos pensar qué hacer a continuación.
Peter asintió cansado.
—Pero primero… —Sarkar sacó la cartera, pescó un par de cincuenta y se los dio a Peter.
—¿Qué es esto?
—Los cien dólares que te pedí prestados la semana pasada. Quiero asegurarme de que los sims no tienen nada contra mí. Antes de irnos, envía un mensaje a la red diciendo que te los he devuelto.
Noticias en la red
Un grupo de manifestantes anunció ayer que SeaWorld de Florida, la última instalación de entretenimiento de Estados Unidos que mantiene delfines en cautividad, se negaba a sus peticiones para intentar determinar si los delfines tienen también la onda del alma.
George Hendricks de veintisiete años, un cristiano convertido, presentó hoy una demanda en Dayton, Ohio, contra sus padres, Daniel y Kim Hendricks, ambos de cincuenta y tres años, por no haber bautizado a Paul, hermano de George, que falleció en un accidente de automóvil el año pasado a la edad de veinticuatro años, y por tanto ser culpables de negligencia y abuso al impedir que el alma de Paul entrase en el Cielo. Posteriores investigaciones en La Haya. Holanda, indican que las ondas del alma parecen moverse en una dirección determinada. «Al principio pensamos que cada onda iba en una dirección distinta, pero eso fue antes de tener en cuenta la hora de la muerte de cada individuo —dijo el profesor de bioética Maarten Lely—. Ahora parece que todas las ondas del alma viajan en la misma dirección. A falta de una mejor referencia, esa dirección es aproximadamente hacia la constelación de Orion.»
Alemania se convirtió hoy en el primer país que declaró explícitamente ilegal interferir de cualquier forma con la partida de la onda del alma de los cuerpos muertos. Francia, Gran Bretaña, Japón y México debaten actualmente leyes similares.
La tasa de suicidios en las reservas de nativos en Estados Unidos y Canadá, y en tres grandes guetos de Estados Unidos, alcanzaron el récord de los últimos cinco años en este último mes. Una nota de suicidio, de Los Ángeles, ejemplifica un tema recurrente: «existe algo más allá de esta vida. No puede ser peor que estar aquí».
Cathy estaba tendida de espaldas sobre la cama, mirando al techo, cuando Peter entró.
Éste podía ver en el Monitor Hobson que ella estaba completamente despierta, por lo que no hizo ningún esfuerzo por no hacer ruido.
—¿Peter? —dijo Cathy.
—¿Mm?
—¿Qué pasó esta tarde?
—Tenía que ver a Sarkar.
La voz de Cathy estaba muy serena.
—¿Sabes quién mató a mi padre? ¿Quién mató a Hans?
Peter empezó a decir algo, luego se quedó en silencio.
—La confianza —dijo ella, rodando ligeramente hacia él—, debe ser una calle de dos sentidos. —Esperó un momento—. ¿Sabes quién los mató?
—No —dijo Peter de nuevo, quitándose los calcetines. Y luego, un momento más tarde—, no con seguridad.
—¿Pero tienes sospechas?
Peter no confiaba en su voz. Asintió en la oscuridad.
—¿Quién?
—Es sólo una suposición —dijo—. Además, ni siquiera sabemos con seguridad si tu padre fue asesinado.
—¿Quién? —preguntó Cathy con firmeza.
Él dejó escapar un largo suspiro.
—Esto va a necesitar muchas explicaciones. —Se había quitado la camisa—. Sarkar y yo hemos estado haciendo algunas… investigaciones en inteligencia artificial.
El rostro de Cathy, azul y gris en la habitación oscura, estaba impasible.
—Sarkar creó tres duplicados de mi mente dentro de un ordenador.
La voz de Cathy estaba marcada por la sorpresa.
—¿Quieres decir sistemas expertos?
—Más que eso. Mucho más. Copió cada neurona, cada red neuronal. Son, para toda intención y propósito, duplicados completos de mi personalidad.
—No sabía que ese tipo de cosa fuese posible.
—Todavía es experimental pero, sí, es posible. Sarkar inventó la técnica.
—Dios. ¿Y crees que uno de esos… esos duplicados fue responsable de los asesinatos?
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