Primeros años después del Conservatorio
Como recompensa por la eficaz finalización del Conservatorio, María Grigórievna le propuso a su hijo un viaje al extranjero. Sergei había elegido la ciudad de Londres, donde la Compañía de Ballet de Diaghilev se encontraba triunfando y al parecer el joven empresario ruso Sergei Diaghilev tenía la llave del éxito musical en Europa.
Sergei Diaghilev (1872—1929)
En 1909, con sólo 36 años, Diaghilev ya tenía terminados los estudios de Derecho y de música, fue director asistente del Teatro Imperial de San Petersburgo, fundó y dirigió la revista de arte Mir iskusstva (El Mundo del Arte), y había presentado tres exposiciones de la «Pintura Rusa», la «Ópera» y la «Música» en París. Con una brillante mente comercial que iba por delante de su tiempo, sabía que la cultura rusa era fantásticamente negociable. Su combinación de la melancolía eslava, el exotismo asiático y el radicalismo fueron extremadamente nuevos para el mundo del Este. A comienzos del siglo XX, el ballet tradicional clásico de Europa estaba en decadencia. En Rusia, sin embargo, se estaba experimentando un Renacimiento, con una nueva generación de bailarines y coreógrafos galvanizados por la fermentación de las energías revolucionarias en la política y el arte del país. Fue ésta la generación que Diaghilev llevó a París en 1909, y luego a Europa y a los Estados Unidos. El repertorio de la compañía siempre se encontraba en constante cambio. Los ballets de un acto sustituyeron a los espectáculos de longitud completa. Cada obra fue un experimento en el tema y el estilo. En mayo de 1909, París estaba lleno de conversaciones acerca de una compañía de jóvenes bailarines de Rusia que acababa de llegar a la ciudad. Entre ellos se encontraba Ida Rubinstein, que sorprendía a los parisienses paseándose por las calles con una pantera. También estaba Anna Pavlova, cuyo delicado baile fue convertido en leyenda y, por último, Vaslav Nijinsky, a quien llamaron «el Dios de la danza» por la increíble altura de sus saltos. Los Ballets Rusos habían hecho sus presentaciones durante 20 años, y las terminaron luego de la prematura muerte de su empresario. Entre 1909 y 1929 realizaron más de 50 espectáculos nuevos. Diaghilev reunió los mejores coreógrafos, compositores y pintores que convirtieron a su compañía en un generador de nuevas y modernas ideas artísticas. En 1913, el ballet La Consagración de la Primavera generó disturbios en el Théâtre des Champs-Elysées, porque el público no pudo aceptar la ferocidad primitivista de la coreografía de Vaslav Nijinsky y la música de Igor Stravinski. En contraste, la producción de la ópera El Gallo de Oro de Rimski-Kórsakov, prohibida en Rusia por sus sentimientos anti-zaristas, se convirtió en un éxito incondicional. Diaghilev era muy ambicioso y ponía todas las fuerzas de su voluntad para el éxito de su emprendimiento. De esta manera, en 1914 se estrenó el ballet La légende de Joseph de Richard Strauss y en 1917 el Parade como el primer ballet «cubista», con un diseño de Picasso y con la música de Erik Satie, el libreto de Jean Cocteau y la coreografía de Leonid Massine.
Prokofiev emprendió su viaje el 1 de junio de 1914 y el 9 de junio llegó a Londres, llevando con él una carta de recomendación para Otto Kling, firmada por su profesor Nikolai Tcherepnín. Kling era el director de una importante tienda musical y un gran admirador de la música rusa. Él le ofreció a Prokofiev un cuarto para los estudios en su tienda. En este, en diferentes momentos, trabajaron Skriabin, Rachmáninov y otros compositores rusos.
El encuentro con Diaghilev, que Sergei había esperado tanto tiempo, tuvo lugar una semana más tarde. Prokofiev escribió en su Diario que en el momento de la reunión en el teatro después de la presentación de Le Rossignol de Stravinski, el empresario le extendió su mano en un guante blanco y le dijo que estaba muy contento de verlo y que le gustaría que el joven compositor asistiera a sus espectáculos. Además agregó que quería conocer su música. Más adelante Walter Nouvel (amigo y colaborador de Diaghilev) le comunicó a Prokofiev que Diaghilev quería pedirle que compusiese la música para un ballet nuevo. Con esta noticia, Prokofiev sintió que su objetivo se había logrado. Su próximo encuentro tuvo lugar el 3 de julio. A la hora señalada, Prokofiev y Nouvel llegaron a un restaurante y más tarde se les unieron Diaghilev con un joven bailarín, Leonid Massine, que recién había debutado con el papel principal en La Légende de Joseph . Diaghilev comenzó la charla hablando de las nuevas tendencias en el ballet moderno. Prokofiev se mostraba desinteresado y quería cambiar el tema de conversación hacia la ópera, particularmente hacia su proyecto sobre el texto El Jugador de Dostoievski. Pero Diaghilev insistía en su convencimiento de que la ópera, como género musical, se había quedado en el pasado, y que el ballet, a su vez, estaba floreciendo. Después del almuerzo el grupo se trasladó a la tienda de Kling, donde Prokofiev tocó para Diaghilev algunas de sus obras: la Segunda Sonata para piano , fragmentos de la ópera Maddalena y el Concierto Nº 2 para Piano . Prokofiev recordaba que el concierto lo había llevado a Diaghilev al éxtasis , y el empresario exclamó: «Ahora tenemos que empezar a comer de nuevo», que según lo interpretó el compositor, había sonado como «ahora sé de qué hablar con usted». En sus próximos encuentros, Diaghilev expresó la idea de usar la música del Segundo Concierto para el ballet.
El 14 de julio, Diaghilev le introdujo a Prokofiev a su conductor principal Pierre Monteux. Mientras los debates sobre la participación de Prokofiev en la música para las futuras temporadas de la compañía se encontraban en desarrollo, Monteux lo invitó a participar en sus conciertos en el Casino de París. Antes de la partida de Prokofiev a Rusia, Diaghilev le dijo que en San Petersburgo tenía que contactar a Sergei Gorodetski (en su opinión, el mejor escritor de la época) para que le prepare un texto para el futuro ballet. Al fin de cuentas, agregó que él mismo iría a Rusia en agosto. Prokofiev estaba feliz y seguro de que iba a trabajar para Diaghilev. Éste, uno de los empresarios más grandes en el ámbito musical del siglo XX, tenía un don especial para buscar y descubrir nuevos talentos. No le costó nada reconocer el talento de Sergei Prokofiev desde el primerísimo momento en que lo escuchó tocar el piano. Lo mismo pasó con el descubrimiento de Igor Stravinski. Le bastó escuchar su Scherzo fantastique a principios del 1909. Pronto lo llamó para pedirle que haga la orquestación de dos piezas de Chopin para la próxima presentación de Les Sylphides y, más tarde, para que compusiese ĹOiseau de feu para la temporada de 1910 de su Compañía. Mientras Prokofiev se encontraba en Londres, Diaghilev le facilitaba la entrada a todos los espectáculos de los Ballets Rusos. Gracias a esto, Prokofiev pudo ver y escuchar muchos de ellos, como Dafnis y Cloe de Maurice Ravel y los dos ballets de Stravinski, El Pájaro de Fuego y Petrushka. Le gustó la energía, la vitalidad y la excentricidad de las obras, pero le pareció que les faltaba un real material temático. Aunque también suponía que tal vez lo mismo les pasaba a los que escuchaban por primera vez sus propias obras.
Después de la estadía en Londres, que duró un mes, Prokofiev volvió a Rusia.
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