– Todas las piezas están en su sitio, ¿y yo?
– Te haces vieja, Vannozza, no de cuerpo, pero sí de espíritu.
Nunca te habías quejado y te quejas demasiado últimamente, no creo que tengas motivos.
– Yo sólo he sido el reposo del cazador, la paridora que te ha permitido juntar piezas para la construcción del edificio Borja.
Finge Alejandro Vi quedar atribulado por la injusticia del reproche, pero considera que Vannozza es una paridora muy bien recompensada. Siempre ha procurado buscarle maridos que dignificaran su vida y la de Rodrigo. Un papa o un rey que no deje bien colocadas a las amantes no merecería ser papa ni rey. Primero fue Doménico, el patricio Della Croce, y ahora Carlo Canale, un amigo de Poliziano, muy respetado en los círculos literarios, ex secretario del cardenal Gonzaga, incluso escribe poemas según dices. Un poeta.
¿Qué más quieres? ¿Hablamos de tu patrimonio? Sus casas, el palacio Magani, el de San Pietro in Vincoli, la residencia con la viña. ¿Y sus derechos al castillo de Bieda?
– Me quejo de mi papel, no de mi pobreza o mi riqueza. Tus hijos y Giulia, Giulia, Giulia repetida en todos los cuadros de Pinturicchio.
– ¿Y tú no?
Le aprisiona Alejandro una mano y casi con dureza la saca de la fiesta y la arrastra por el pasillo hasta llevarla ante el cuadro de " La Anunciación ".
– ¿No eres tú ésa? ¿No te he idolatrado y nos hemos amado como nos pedía el cuerpo y la juventud?
Solloza Vannozza.
– Tengo miedo, Rodrigo. Por mí, por los hijos. Es demasiado alta la apuesta. El pobre Jofre muerto de miedo ante esa mujer tan poderosa, tan desafiante.
– A cada cual su miedo.
– Tengo miedo, Rodrigo.
Súbitamente Vannozza cambia de actitud, suspira profundamente, se seca las lágrimas, sonríe a Rodrigo y acepta su brazo para volver al salón, pero ante la puerta ella retrocede y deja que el papa entre solo en la fiesta, en aquel momento protagonizada por Carlo Canale.
– Amigos, estamos en un momento decisivo del pontificado del gran Alejandro y confío en que su santidad no pensará que trato de aconsejarle, pero el gran Petrarca utilizó la historia de Aníbal para juzgar las victorias desaprovechadas. Cuando hostiguéis a los Orsini o a los Della Rovere, recordad este poema de Petrarca:
"Vinse Hanibal et non seppe usar poi ben la vittoria sua ventura: per signor mio caro, aggiate cura, che similmente non avegna a voi.
L.orsa rabbiosa per gli orsacchi suoi che trovaron di maggio aspra postura rode sé dentro, e i denti et l.unghie endura per vendicar suoi denni sopra noi.
Mentre, il novo dolor dunque l.accora, non riponete l.onorata spada anzi seguite lá dove chiama.
Vostra fortuna dritto per la strada che vi puó dar, dopo la morte anchora mille et mille anni, al mondo honor et fama."
Los ojos de Vannozza han pasado del desconsuelo al ilusionado seguimiento del recitar de su marido, pero fatalmente buscan a Alejandro, empalagoso e infantil ante Giulia, y más allá de las puertas, el jardín, descubren el primer abrazo, el primer beso entre César y Sancha, previos al encarnizamiento de los cuerpos.
4 El último desfile de Joan de Gandía
Sobre la campiña de yeso pintada de verde, nervaduras de ríos en añil, colinas nevadas, castillos soñados. Los ojos del papa arrodillado coinciden con la maqueta de sus sueños de conquista y al señalar los castillos enuncia el nombre de sus dueños, que es el de sus enemigos.
– Colonna, Orsini, Orsini, Colonna, Orsini, Orsini, Orsini, ¡Orsini!
La concentración de sus ojos y de su contenida cólera no le ha permitido ver la entrada de Lucrecia en la estancia y a su estela Adriana del Milá, que ha quedado en la puerta, preocupada pero retenida por la prudencia. Tienen fiebre los ojos de Lucrecia y prisa sus pequeños pies alados para llegar junto al papa arrodillado y permanecer allí, con los puños cerrados y los labios temblorosos, a la espera de que acudan las palabras. No repara en ella Rodrigo hasta que en el inventario de un castillo más alejado su mirada se hunde en el regazo de la muchacha y los ojos suben hasta descubrir, primero, el rostro y, luego, su conmoción. Silencio hasta que el papa, arrodillado, trata de apoderarse de las manos de su hija, manos que le rechazan, gesto que permite el estallido de las palabras.
– ¡No me volverás a ver!
Se ha izado el pontífice hasta la enormidad y ahora se revuelve hacia Adriana, que desde el dintel le recomienda sosiego y que deje pasar el temporal.
– ¿Así castigas mis ojos, hija mía?
– ¡Has jugado conmigo! Me has prometido varias veces sin pedirme parecer y después de haberme casado con Giovanni Sforza algo le has hecho para que huya a Pesaro como un poseído. Además, ¿qué quiere decir esto?
Tiende a su padre un pergamino que él acoge benevolente y ojea para quitar importancia a su contenido.
– Pura fórmula.
– ¿Pura fórmula que el general de los agustinos se traslade a Pesaro a pedirle a mi marido la separación porque el matrimonio "no se consumó"? ¿Alguien me ha preguntado a mí si el matrimonio se consumó?
Consigue Rodrigo apoderarse de sus manos y la atrae, dominando el rechazo de Lucrecia con su fuerza.
– Entiéndeme bien. Tú eres una Borja, por encima de todo eres una Borja y los Borja tenemos una finalidad de la que tú eres un instrumento, como lo soy yo. Acabo de llamar a Joan para que lo deje todo y vuelva de Gandía. Ha de dirigir la campaña contra los Orsini. Uno por uno, esos castillos han de caer. ¿Me ha opuesto Joan alguna razón personal? No. Vendrá a pesar de que acaba de tener un heredero y su mujer María Enríquez vuelve a estar preñada. Él es un Borja. ¿Y tú? La boda con Giovanni Sforza fue un error y no hay que persistir en el error. No te faltarán maridos. Me interesa una alianza con Nápoles, y tu cuñada Sancha tiene un hermano muy bien parecido, Alfonso de Aragón.
Serías duquesa de Bisceglie.
Logra Lucrecia zafarse de la retención, correr hacia la puerta y desde allí revolverse y gritar:
– Me habéis buscado a un bastardo del rey de Nápoles. Por lo que veo, los Borja vamos de bastardo en bastardo. ¿He de consumar o no he de consumar ese nuevo matrimonio? Te comunico que me meto en el convento de las dominicas de San Sixto y no pienso volver a veros.
Queda el papa con la palabra en la boca cuando sale corriendo Lucrecia, Adriana del Milá tras ella, previa disculpa de su desairada situación. Por unos instantes resta Rodrigo conmovido, pero se alza de hombros y vuelve a sus castillos al tiempo que entra César y su séquito para rodear la maqueta, comentarla, valorarla. Más benévolo César, despectivo Corella y con voluntad de dar una lección de conocimiento de lo que llama "arte de diseño". Pinturicchio no sabe reproducir castillos. No tiene la contundencia de un gran "Artifex polytechnes", del estilo de Leonardo, capaz de urdir toda clase de ingenios, como su maestro Verrocchio. Los artífices son hijos de Mercurio y en las atribuciones astrales de Mercurio están la orfebrería, la escultura, la pintura, la astronomía, la música y todo lo que tiene que ver con el cálculo y la técnica.
– Desde las formulaciones de Marsilio Ficino, los artistas aparecen como mercurianos y practicantes de la unidad de las artes a través del "diseño". ¿Sabéis qué es eso? La capacidad de crear materialmente desde los imaginarios de la inteligencia, mediante la geometría, que es el armazón de todas las cosas, y la ingeniería, la acción, las manos y los materiales finalmente. Leonardo ha hablado de esa relación entre mente y manos, sin dividirla en las acciones de las diferentes artes. El artista es, ha de ser "El Gran Diseñador". Yo ese talento no lo aprecio en esta maqueta.
Читать дальше