– Ellos no pueden evitarlo. -dijo Peabody rápido. -Mi padre realmente ama la panadería y siempre están llevando comida a todos lados.
– Como demonios trajeron todo eso en un avión?
– Oh, ellos no vuelan. Han venido en su caravana. Cocinando todo el camino. -agregó con una sonrisa. -No son grandiosos?
– Si, pero debes decirles que no traigan masas cada vez cada vez que vengan a verte. Vamos a terminar con un puñado de detectives gordos en coma diabético.
– Rescaté una para tí. -Peabody sacó la masa que tenía detrás de su espalda. -Sólo voy a tomar un par de horas, Dallas, los voy a llevar para que instalen.
– Tómate el resto del día.
– Ok. Gracias. En serio. Um… -Ella hizo una mueca, luego cerró la puerta de la oficina. -Hay algo que debería decirte. Sobre mi madre. Ella tiene el poder.
– El poder de que?
– El poder de hacer que hagas cosas que no querías hacer, o no pensabas que querías hacer. Y ella hace que digas cosas que no pensabas decir. Y que jamás balbucearías.
– Yo no balbuceo.
– Lo harás. -dijo Peabody triste. -La amo. Es asombrosa, pero hace esas cosas. Ella sólo te mira y sabe.
Frunciendo el ceño, Eve se sentó. -Ella es una sensitiva?
– No. Mi padre lo es, pero es realmente estricto sobre no infrigir la privacidad de la gente. Ella es sólo… una madre. Es algo que viene con ser madre, pero ella lo tiene a paladas. Hombre, mamá ve todo, sabe todo, todas las reglas. La mitad del tiempo no sabes que ella lo hace. Como tú invitándolos a cenar esta noche, cuando nunca invitas a nadie a cenar.
– Lo hago también.
– Uh-uh. Roarke lo hace. Tú podrías haber dicho que estabas ocupada, o hey, bien, vamos a encontrarnos en algún restaurante o algo, pero ella quería ir a tu casa a cenar, así que tú se lo preguntaste.
Eve trató de no retorcerse en su silla. -Fui educada. Sé como serlo.
– No, fuiste atrapada por La Mirada. -Peabody sacudió la cabeza. -No tienes poder contra eso. Sólo pensé que debía decírtelo.
– Desaparece, Peabody.
– Desapareciendo, señor. Oh y um… -Ella dudó en la puerta. -Tengo una especie de cita con McNab esta noche, entonces él podría ir también a cenar. De esa forma, sabes, él podría conocerlos sin que fuera tan raro como sería de otra manera.
Eve se tomó la cabeza con las manos. -Jesus.
– Gracias! Te veo esta noche.
Sola, Eve frunció el ceño. Luego se comió la masa.
– Así que pintaron mi oficina, y se robaron mi caramelo. Otra vez. -En casa, en el espacioso living con sus antigüedades lustradas y brillantes cristales, Eve paseaba por la invaluable alfombra oriental. Roarke apenas había llegado a casa por lo que ella no había encontrado a nadie para quejarse en la hora anterior.
En lo que a ella concernía, un compañero que recibiera las quejas era uno de las grandes ventajas del matrimonio.
– Y Peabody terminó todo el papelerío mientras yo estaba fuera, por lo que no tengo nada que hacer.
– Ella debería estar avergonzada. Imagínate, tu ayudante haciendo el papeleo a tus espaldas.
– Guárdate tus comentarios de culo-listo, amigo, porque tienes algunas explicaciones que darme.
El juntó las piernas, cruzándolas por los tobillos. -Ah. Entonces Peabody y McNab disfrutaron de Bimini?
– Eres un caballero realmente generoso, no? Enviándolos fuera a alguna isla donde puedan correr desnudos y deslizarse por las cascadas.
– Tomaré eso como que pasaron un buen momento.
– Camas de gel. -murmuró ella. -Desnudos como monos.
– Disculpa?
Ella sacudió la cabeza. -Debes parar de interferir en esta… Cosa que están teniendo.
– Tal vez lo haga. -dijo él, perezosamente- Cuando tú dejes de ver la relación de ellos como una especie de bugaboo.
– Bugaboo? Que demonios es eso? -Frustada, se metió una mano en los cabellos. -No puedo ver esta cosa como un bugaboo porque nunca supe lo que eso significa. Los policías…
– Se merecen una vida. -interrumpió él- Como cualquier otro. Relájate, teniente. Nuestra Peabody tiene una buena cabeza sobre los hombros.
Lanzando un suspiro, Eve se dejó caer en una silla. -Bugaboo. -Resopló. -Eso probablemente no sea una palabra, y si lo es, es una palabra realmente estúpida. Le di un caso a ella hoy.
El la alcanzó sobre el espacio que los separaba para jugar con los dedos que ella tamborileaba sin descanso sobre su rodilla. -No mencionaste que hubieras tomado un caso hoy.
– No lo hice. Extraje uno de los archivos fríos. Seis años atrás. Mujer, bonita, joven, con un empleo en ascenso, casada. El esposo estaba fuera de la ciudad, regresó y la encontró a ella muerta en la bañera. Un homicidio pobremente disfrazado de auto-terminación o accidente. La coartada de él es sólida, y quedó limpio en un silbido. Todos los entrevistados dijeron que eran la pareja perfecta, felices como almejas.
– Alguna vez pensaste como podemos determinar la felicidad de las almejas?
– Le voy a dedicar a eso algunos pensamientos más tarde. De todas formas, había cartas ocultas en su cajón de la ropa interior. Cartas de sexo realmente explícitas de alguien que señalaba su nombre como C.
– Romance extramatrimonial, amante despechado, asesinato?
– El primario original pensó eso.
– Pero tú no?
– Nadie encontró nunca al tipo, nadie lo vió nunca, nadie que la conocía a ella la escuchó hablar del tipo. O por lo menos es lo que dijeron. Fui a ver al esposo, y conocí a su nueva esposa e hija. Una niña de poco más de dos años.
– Uno podría asumir, justificablemente, que después de un período de duelo, él siguió adelante, haciendo una nueva vida.
– Uno podría asumir. -replicó ella.
– No es lo que yo haría, por supuesto. Bajo similares circunstancias, yo me vería sin objetivos, un hombre destrozado, perdido para todo propósito.
Ella lo miró escéptica. -Es así?
– Naturalmente. Ahora se supone que tú dices algunas líneas sobre que no tendrías vida ni nada sin mí.
– Sí, sí. -Ella sonrió cuando él mordió los dedos con los que había estado jugando. -Entonces volviendo al mundo real. Creo que se como podría seguirlo. Un par de buenos y duros empujones y lo voy a sacar del frío.
– Pero preferiste en vez de empujar, dárselo a Peabody.
– Ella necesita experiencia. Un poco más de tiempo no es problema para Marsha Stibbs. Si Peabody se va por los canales equivocados, la puedo hacer regresar.
– Se debe haber emocionado.
– Cristo, tenía estrellas en los ojos.
Eso lo hizo sonreir. -Cual fue el primer caso que Feeney de puso en las manos?
– Thomas Carter. Entró en su sedan una bonita mañana, lo encendió, y el bastardo explotó, enviando pedazos de él volando por sobre todo el West Side. Casado, dos hijos, vendedor de seguros. Sin problemas en su pasado, sin enemigos, sin vicios peligrosos. Sin motivos. El caso se estancó, y se volvió frío. Feeney lo recuperó, y me dijo que lo trabajara.
– Y?
– Thomas Carter no era el objetivo. Thomas K. Carter, un traficante de ilegales de segunda línea con adicción al juego lo era. El cretino del asesino alquilado le pegó al hombre equivocado. -Ella miró hacia Roarke que seguía sonriéndole. -Y sí, recuerdo como me sentí cuando me pusieron en las manos el archivo y lo cerré.
– Eres una buena entrenadora, Eve, y una buena amiga.
– La amistad no tiene nada que ver con esto. Si no creyera que ella puede manejar el caso, no se lo hubiera dado.
– Esa es la parte del entrenador. La amistad es la parte que viene ahora.
– Cena. Que demonios vamos a hacer con ellos cuando no estemos comiendo?
– Eso se llama conversación. Socializar. Algunas personas en realidad tienen el hábito de hacer de ambas una práctica diaria.
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