Michael Connelly - Último Recurso

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"El jefe de policía estaba sentado detrás de un gran escritorio, firmando papeles. Sin levantar la mirada de su trabajo, le pidió a Bosch que se sentara al otro lado de la mesa. Al cabo de treinta segundos, el jefe firmó su último documento y miró a Bosch. Sonrió. -Quería recibirle y felicitarle por su regreso al departamento."
Tras tres años Harry Bosch vuelve al Departamento de Policía de Los Angeles. Junto con su antigua compañera Kiz Rider forma pareja en la Brigada de Casos Abiertos, unidad de élite creada para intentar aclarar unos ocho mil antiguos casos no resueltos.
El primer caso al que se enfrentan tiene implicaciones racistas y de corrupción policial. Se trata del asesinato de Rebecca Verloren, joven mestiza de dieciséis años asesinada en 1988. El hallazgo de ADN en el revólver empleado en el crimen permite reabrir la investigación muchos años después. El uso de las nuevas tecnologías en la investigación (comparación de ADN, bases de datos, búsquedas en Internet…) es una de las novedades destacables en esta novela, con guiños a CSI incluidos.
En esta novela, Bosch, que echaba de menos la placa, recupera antiguas sensaciones: vuelve a sentirse a gusto trabajando con Kiz, y sufre los habituales encontronazos con Irvin S. Irving que, a pesar de haber sido degradado por el nuevo jefe de policía, se resiste a perder su influencia.
Una trama construida con maestría.

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– Todavía estará en la calle -dijo Rider.

– Si es que sigue vivo.

Rider introdujo los nombres de Tara Wood y Daniel Kotchof en el sistema AutoTrack y obtuvo múltiples resultados con ambos. Luego, al introducir sus edades aproximadas y centrarse en Hawai y California, redujeron los resultados a dos direcciones que aparentemente correspondían a los correctos Tara Wood y Daniel Kotchof. Wood no había ido a la reunión de la escuela, pero no era porque se hubiera marchado muy lejos. Sólo se había trasladado desde el valle de San Fernando hasta Santa Mónica, al otro lado de las colinas. Entretanto, aparentemente, Daniel Kotchof había regresado de Hawai muchos años antes, había vivido en Venice unos pocos años y después había vuelto a Maui, donde estaba localizada su dirección actual.

El último nombre que Bosch dio a Rider para que buscara en el ordenador era Sam Weiss, la víctima del robo cuya pistola se utilizó para asesinar a Rebecca Verloren. Aunque había cientos de resultados con ese nombre, fue fácil encontrar al Sam Weiss correcto. Seguía viviendo en el mismo domicilio en que se había producido el robo e incluso tenía el mismo número de teléfono.

Rider imprimió los datos para Bosch y también le dio el número de teléfono de Grace Tanaka que les había proporcionado antes Bailey Sable. Hecho esto, recogió lo que necesitaría para trabajar en la orden de búsqueda en casa.

– Si me necesitas llámame al busca -dijo Rider al poner su ordenador en un estuche acolchado.

Después de que se hubiera ido, Bosch miró el reloj que había encima de la puerta de Pratt y vio que acababan de dar las seis. Decidió que pasaría alrededor de una hora buscando nombres antes de dirigirse al Toy District para encontrar a Robert Verloren. Sabía que sólo estaba demorando su visita a la zona de los desclasados, una visita que ciertamente iba a deprimirle, de manera que consultó el reloj otra vez y se prometió a sí mismo que no pasaría más de una hora al teléfono.

Decidió empezar por los locales, pero no tuvo fortuna. Sus llamadas a Tara Wood y Sam Weiss quedaron sin respuesta y le conectaron con contestadores automáticos. Dejó un mensaje para Wood, identificándose, dándole su número y mencionando que la llamada era en relación con Rebecca Verloren. Esperaba que mencionar el nombre de su amiga bastaría para intrigarla y obtener una respuesta. Con Weiss sólo dejó su nombre, pues no quiso avisarle de que la llamada era acerca de lo que podía ser una fuente de culpa para el hombre que indirectamente proporcionó el arma que mató a una chica de dieciséis años.

Después llamó al número de Grace Tanaka en Hayward y ésta le contestó al cabo de seis tonos. Desde el principio pareció enfadada por la llamada, como si hubiera interrumpido algo importante, pero sus modales y voz bronca se suavizaron en cuanto Bosch dijo que llamaba por Rebecca Verloren.

– Oh, Dios mío, ¿ha ocurrido algo? -preguntó.

– El departamento ha tomado un ávido interés en re investigar el caso -dijo Bosch-. Ha surgido un nombre nuevo. Es un individuo que pudo estar implicado en el crimen en mil novecientos ochenta y ocho, y estamos tratando de averiguar si encaja con Becky o con sus amigas de algún modo.

– ¿Cómo se llama? -preguntó Tanaka con rapidez.

– Roland Mackey. Era un par de años mayor que Becky. No fue a Hillside, pero vivía en Chatsworth. ¿El nombre significa algo para usted?

– La verdad es que no. No lo recuerdo. ¿Cómo estaba conectado? ¿Era el padre?

– ¿El padre?

– La policía dijo que estaba embarazada. O sea, que había estado embarazada.

– No, no sabemos si estaba relacionado de ese modo o no. ¿Así pues, no reconoce el nombre?

– No.

– Se hace llamar Ro.

– Tampoco.

– Y está diciendo que no sabía que ella estuvo embarazada, ¿no?

– No lo sabía. Ninguna de sus amigas lo sabíamos.

Bosch asintió con la cabeza, aunque sabía que su interlocutora no podía verlo. No dijo nada, esperando que pudiera sentirse incómoda con el silencio y aportara algo que pudiera resultar de valor.

– Hum, ¿tiene una foto de ese hombre? -preguntó ella finalmente.

No era lo que Bosch estaba buscando.

– Sí -dijo-. He de averiguar una forma de acercarme allí para que la vea, y ver si desencadena el recuerdo.

– ¿No puede escanearla y enviármela por mail ?

Bosch sabía lo que le estaba pidiendo, y aunque él no sabía hacerlo suponía que Kiz Rider probablemente no tendría ningún problema.

– Creo que podríamos hacerlo. Mi compañera es la que maneja el ordenador y no está aquí en este momento.

– Le daré mi dirección de correo y ella puede enviármela cuando llegue.

Bosch anotó en su libretita la dirección que Grace Tanaka le recitó. Le dijo que recibiría el mensaje de correo a la mañana siguiente.

– ¿Alguna cosa más, detective?

Bosch sabía que podía colgar y dejar que Rider lo intentara con Grace Tanaka después de que le enviara la foto. Pero decidió no dejar pasar la oportunidad de remover antiguas emociones y recuerdos. Quizá tuviera más suerte.

– Sólo tengo unas pocas preguntas. Eh, ese verano, ¿cómo definiría su relación con Becky?

– ¿Qué quiere decir? Éramos amigas. La conocía desde primer curso.

– De acuerdo, bueno, ¿cree que era su mejor amiga?

– No, creo que su mejor amiga era Tara.

Otra confirmación de que Tara Wood había sido la más cercana a Becky al final.

– Así que ella no se confió a usted cuando descubrió que estaba embarazada.

– No, ya se lo he dicho, no lo supe hasta después de que estuvo muerta.

– ¿y usted? ¿Confiaba en ella?

– Por supuesto.

– ¿Del todo?

– Detective, ¿qué quiere decir?

– ¿Sabía que es usted homosexual?

– ¿Qué tiene eso que ver?

– Sólo intento formarme una idea del grupo. El Kitty Kat Club, creo que se llamaban ustedes cuatro…

– No -dijo ella abruptamente-. Ella, no lo sabía. Ninguna de ellas lo sabía. No creo que ni siquiera yo misma lo supiera entonces. ¿De acuerdo, detective? ¿Cree que es suficiente?

– Lo siento, señorita Tanaka. Como le digo, sólo intento formarme una imagen lo más amplia posible. Aprecio su franqueza. Una última pregunta. Si Becky estuvo en una clínica y necesitaba que la llevaran a casa después del abortó porque no creía que pudiera conducir, ¿a quién habría llamado?

Hubo un largo silencio antes de que Grace Tanaka contestara.

– No lo sé, detective. Me habría gustado que fuera a mí. Que yo fuera ese tipo de amiga. Pero obviamente era otra persona.

– ¿Tara Wood?

– Tendrá que preguntárselo a ella. Buenas noches, detective Bosch.

Tanaka colgó, y Bosch sacó el anuario para mirar su foto. En la imagen -de hacía muchos años- era una chica menuda de origen asiático. No coincidía con la bronca expresión de la voz que acababa de escuchar en el teléfono.

Bosch escribió una nota para Rider que contenía la dirección de correo electrónico e instrucciones para escanear y enviar la foto de Mackey. También anotó una pequeña advertencia acerca de haber encontrado resistencia de Tanaka cuando sacó a relucir su sexualidad. Colocó la nota encima de la mesa de Rider para que fuera lo primero que viera por la mañana.

Eso dejaba una última llamada, ésta a Daniel Kotchof, que vivía, según AutoTrack, en Maui, donde era dos horas más temprano.

Llamó al número que había obtenido de AutoTrack y contestó una mujer. Dijo que era la esposa de Daniel Kotchof y que su marido estaba trabajando en el hotel Four Seasons, donde estaba empleado como «director de hospitalidad». Bosch llamó al número que ella le dio y le pasaron a Daniel Kotchof. Éste argumentó que sólo podía hablar unos minutos y puso a Bosch en espera durante cinco de ellos mientras iba a un lugar más privado del hotel para mantener la conversación, que inicialmente fue improductiva. Como Grace Tanaka, no reconoció el nombre de Roland Mackey. Además, a Bosch le dio la sensación de que para Kotchof la llamada suponía un incordio o una intromisión. Explicó que estaba casado y que tenía tres hijos, y que ya rara vez pensaba en Becky Verloren. Le recordó a Bosch que él y toda su familia se habían trasladado desde el continente un año antes de la muerte de Rebecca.

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