John Katzenbach - El Hombre Equivocado

Здесь есть возможность читать онлайн «John Katzenbach - El Hombre Equivocado» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Hombre Equivocado: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Hombre Equivocado»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ashley Freeman, estudiante de historia del arte en Boston, tiene una relación de una noche con un desconocido llamado Michael O'Connell. Al principio prece tratarse simplemente de un admirador insistente, pero poco a poco O'Connell, un ingenioso hacker, va entrando en la vida no sólo de Ashley sino también de su padre, un serio profesor universitario, y de su madre, una prestigiosa abogada, demostrando ser un psicópata obsesionado por controlar la vida de Ashley. Todo se convierte en una pesadilla. No hay posibilidad de disuadirlo: ni los sobornos ni las amenazas lo detienen. Y cuando el investigador asignado al caso aparece muerto, la familia entera entiende que se enfrenta a algo mucho más serio de lo que han imaginado.

El Hombre Equivocado — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Hombre Equivocado», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Otro -dijo.

– Veamos el dinero primero -replicó el hombre.

O'Connell señaló el vaso y repitió:

– Otro.

El barman no se movió.

O'Connell pensó en media docena de cosas que podía decir, todas las cuales podrían conducir a una pelea. Sintió la adrenalina empezando a bombear en sus oídos. Era uno de esos momentos en que no importaba si perdía o ganaba, sino sólo el alivio que sentiría al descargar los puñetazos. Había algo en la sensación de su puño golpeando a otro hombre, algo mucho más embriagador que el licor; sabía que borraría el dolor lacerante de su pie y lo llenaría de energía. Miró al barman. Era bastante más mayor que O'Connell, pálido y barrigudo. No sería una gran pelea, pensó, y los músculos se le tensaron, suplicando ser liberados. El barman lo miró con recelo: años detrás de la barra le permitían anticipar lo que un cliente estaba a punto de hacer.

– ¿Cree que no tengo el dinero? -preguntó O'Connell.

– Tengo que verlo -replicó el otro dando un paso atrás.

O'Connell advirtió que los otros parroquianos se apartaban con disimulo. También ellos eran veteranos en esa clase de trifulcas.

Miró de nuevo al barman. Era demasiado viejo y tenía mucha experiencia en ese mundo de oscuros rincones para dejarse sorprender. Y, en ese segundo, O'Connell comprendió que el tipo tendría algún recurso a mano. Un bate, o tal vez una porra. Incluso algo más sustancioso, como una pistola de cromo plateado o una escopeta. No, pensó, escopeta no; demasiado pesada para manipularla. Algo más práctico, como un revólver del 38, con el seguro quitado, cargado con balas marcadas para ampliar al máximo el daño al cliente y reducir al mínimo los daños a la propiedad. Estaría situado fuera de la vista, fácil de alcanzar. Y él no podría sacar la navaja lo bastante rápido antes de que el barman cogiera el arma.

Se encogió de hombros y miró al hombre tras la barra.

– ¿Qué miras, viejo cabrón? -le espetó.

El tipo le sostuvo la mirada.

– ¿Quiere otro trago o no? -preguntó.

O'Connell ya no podía verle las manos.

– En una pocilga como ésta, no -dijo.

Y se levantó y salió del bar mientras todos lo observaban en silencio. Anotó mentalmente volver algún día y sintió un arrebato de satisfacción. No había nada tan placentero como acercarte al borde del abismo y balancearte de un lado a otro. La furia era como una droga: lo colocaba. Pero de vez en cuando era necesario dejarla correr, perderse en ella. Consultó su reloj: poco más de la hora del almuerzo. A veces a Ashley le gustaba tomarse un bocadillo bajo un árbol con algunos de sus compañeros de clase. Era un lugar donde podía observarla sin ser visto.

Michael O'Connell había conocido a Ashley Freeman por casualidad, unos seis meses atrás. Estaba trabajando a tiempo parcial en un taller situado a la salida de la carretera de Massachusetts, iba a clases de informática en su tiempo libre, sacaba algunos dólares como camarero en un garito de estudiantes cerca de la universidad. Ella volvía de esquiar con sus compañeras de habitación cuando un neumático trasero del coche reventó tras comerse uno de los proverbiales baches de Boston, algo frecuente en invierno. La compañera de Ashley llevó el coche al taller, y O'Connell cambió el neumático. Cuando las tarjetas de todas, agotadas por los excesos del fin de semana, fueron rechazadas, O'Connell usó la suya propia para pagar el neumático, un acto de aparente buen samaritanismo que sorprendió a las cuatro chicas. No sabían que la tarjeta que él usaba era robada, y le dieron sin problemas sus direcciones y números de teléfono, prometiendo devolverle el dinero a mediados de semana. El nuevo neumático y la mano de obra sumaban 221 dólares. Ninguna de las chicas imaginó lo irónicamente pequeña que era esa cantidad por permitir que Michael O'Connell entrara en sus vidas.

Además de su buen físico, O'Connell había nacido con una vista excepcionalmente aguda. No le resultó difícil localizar la silueta de Ashley desde una manzana de distancia, y se apoyó contra un roble para vigilarla con disimulo. Sabía que nadie repararía en él; estaba demasiado lejos, había bastante gente paseando y coches circulando en aquel despejado día de octubre. También sabía de sus habilidades camaleónicas para mezclarse con el paisaje. A veces pensaba que debería haber sido una estrella de cine por su capacidad de parecer siempre otra persona.

En un bar de mala muerte, lleno de alcohólicos y rateros, podía ser un tipo duro. Y luego, con la misma facilidad, mezclado con la enorme población estudiantil de Boston podía pasar por un universitario más. La mochila, llena de textos de informática, ayudaba a dar esa imagen. Michael se enorgullecía de su capacidad para pasar de un mundo a otro, confiando siempre en que la gente no dedicaba más de un segundo a mirarlo.

«Si lo hicieran -pensó-, se asustarían.»

Observó el pelo dorado rojizo de Ashley. Había media docena de jóvenes sentados en círculo informal, almorzando, riendo, contando chistes. Si hubiera sido el séptimo miembro de ese grupo, se habría quedado callado. Era bueno en mentir e inventar ficciones convincentes sobre quién era, de dónde procedía y qué hacía, pero en grupo siempre temía pasarse de la raya, decir algo raro e improbable, y perder credibilidad. Cara a cara con alguien como Ashley, no tenía ningún problema para mostrarse seductor y crear empatía.

Michael siguió espiando a la chica, mientras la furia crecía en su interior.

Era una sensación familiar, una sensación que agradecía y odiaba. Era diferente de la furia que sentía cuando quería pelear, o cuando discutía con su jefe de turno o su casero, o con la vieja que vivía en la puerta contigua a su diminuto apartamento y que lo molestaba con sus gatos y sus miradas acuosas. Podía discutir con cualquiera, incluso llegar a los puños, y para él no significaba nada. Pero sus sentimientos hacia Ashley eran muy diferentes.

La amaba.

Al observarla desde aquella distancia segura, al amparo del anonimato, se iba enardeciendo. Trató de relajarse, pero no pudo. Se dio la vuelta, porque mirarla era demasiado doloroso, mas, con la misma rapidez, se giró de nuevo, porque el dolor de no verla era aún peor. Cada risa de ella echando la cabeza atrás, agitando seductoramente el cabello, o cada vez que se inclinaba para escuchar a uno de sus acompañantes, era una agonía. Cada vez que extendía los brazos, e incluso en los movimientos más inadvertidos, cuando su mano rozaba la de otra persona, todas esas cosas eran como punzones de hielo que se clavaban en el pecho de Michael O'Connell.

La contempló y durante casi un minuto le costó respirar.

Ella constreñía su mismo pensamiento.

En un bolsillo del pantalón llevaba una navaja, no la típica multiuso del ejército suizo que se podía encontrar en cientos de mochilas de universitarios, sino una de hoja larga, robada en una tienda de artículos de acampada en Somerset. Pesaba. La empuñó sin sacarla del bolsillo y apretó con fuerza, tanto que le dolió. Un poco de dolor extra, pensó, lo ayudaría a despejar la cabeza.

Le gustaba llevar aquella navaja, pero le hacía parecer peligroso.

A veces creía que vivía en un mundo de futuribles. Los estudiantes, como Ashley, estaban todos en el proceso de convertirse en algo distinto de lo que eran. La facultad de Derecho para los futuribles abogados. Y la de Medicina. Y la academia de arte, los cursos de filosofía, los estudios de lengua, las clases de cine. Todo el mundo era parte del proceso de convertirse en otra cosa.

A veces deseaba haberse alistado en el ejército. Le gustaba creer que sus talentos habrían encajado bien en el ámbito militar, si hubiesen tolerado su dificultad a la hora de aceptar órdenes. «Tal vez debería haberlo intentado en la CIA», pensó. Habría sido un espía excelente, o un asesino a sueldo. Le habría gustado eso. Estilo James Bond. Habría sido el mejor. En cambio, se dijo, estaba destinado a convertirse en un criminal. Lo que le gustaba estudiar era el peligro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Hombre Equivocado»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Hombre Equivocado» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


John Katzenbach - La Guerra De Hart
John Katzenbach
John Katzenbach - Juegos De Ingenio
John Katzenbach
libcat.ru: книга без обложки
John Katzenbach
John Katzenbach - Juicio Final
John Katzenbach
John Katzenbach - Just Cause
John Katzenbach
John Katzenbach - The Wrong Man
John Katzenbach
John Katzenbach - La Sombra
John Katzenbach
John Katzenbach - W słusznej sprawie
John Katzenbach
John Katzenbach - La Historia del Loco
John Katzenbach
John Katzenbach - El psicoanalista
John Katzenbach
John Katzenbach - Opowieść Szaleńca
John Katzenbach
John Katzenbach - The Madman
John Katzenbach
Отзывы о книге «El Hombre Equivocado»

Обсуждение, отзывы о книге «El Hombre Equivocado» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x