John Case - Código Génesis

Здесь есть возможность читать онлайн «John Case - Código Génesis» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Código Génesis: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Código Génesis»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una trepidante trama de acción en la que se investigan unos infanticidios perpetrados por un grupo extremista de la Iglesia Católica y que están relacionados con el nuevo nacimiento del Anticristo.

Código Génesis — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Código Génesis», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lassiter respiró hondo. La casa estaba helada, pero en el despacho tenía una chimenea y un sofá de cuero que se convertía en cama. Dormiría allí y, si seguía sin haber luz por la mañana, se mudaría al hotel Willard hasta que solucionaran el problema.

Al menos, el teléfono sí funcionaba. Lassiter llamó a su compañía de suministro eléctrico para notificar la avería. La mujer que le contestó soltó una carcajada.

– ¿Dónde ha estado metido? -le preguntó. – ¡Hace tres días que no hay luz en McLean! Pero estamos trabajando en ello. Ya no creo que tarde mucho.

Y así fue.

Cuando se despertó, el fuego se había apagado, pero la calefacción estaba encendida; en vez de fría, la casa estaba templada. Fue al cuarto de baño de puntillas, se dio una ducha y se vistió. Mientras pensaba en todo lo que quería hacer en la oficina, oyó un débil zumbido en el despacho.

El ordenador estaba encendido. Debía de haberse encendido por la noche, cuando había vuelto la electricidad. Lassiter se acercó a la mesa y lo apagó. Luego, se dio cuenta.

Si el ordenador se había encendido al reanudarse el suministro, tenía que haber estado encendido cuando se produjo el corte. Una de dos, o se había olvidado de apagarlo cuando se fue a Italia, hacía casi un mes, o lo había encendido otra persona.

– Yo no lo dejé encendido -se murmuró a sí mismo Lassiter. -No lo hago nunca.

Así que tenía que haber entrado alguien mientras él había estado fuera. Pero eso tampoco tenía sentido. La alarma estaba puesta. Y hacía falta un auténtico profesional para burlar un sistema de seguridad tan sofisticado como el suyo. Y, además, pensó Lassiter mirando a su alrededor, no faltaba nada. En el vestidor tenía un reloj de pulsera Breitling que valdría unos dos mil dólares, y el equipo de música estaba intacto. En una esquina del despacho vio la pequeña vitrina que contenía primeras ediciones valoradas en más de veinticinco mil dólares; nadie había tocado los libros. Y las valiosas litografías del salón también seguían allí.

Todo estaba intacto.

Lassiter se sentó delante del ordenador y apretó la tecla intro tres o cuatro veces. El autoexec.bat hizo su trabajo y apareció un rótulo en el centro de la pantalla: «¿Clave de acceso?»

De hecho, la clave no era una palabra, sino una combinación de letras, números y signos de puntuación sin ningún sentido. Precisamente por eso era imposible de adivinar, porque no era ni una palabra ni una frase. Mientras no se introdujera la clave en el ordenador, el disco duro permanecía inaccesible. Aun así…, alguien con mucho talento había conseguido entrar en la casa sin que sonara la alarma. ¿Habría conseguido acceder también a los datos del ordenador? Lassiter no lo sabía. «Pero para eso están las claves de acceso -se dijo a sí mismo, -para que la gente no pueda entrar. Pero claro -se contestó inmediatamente, -para eso están también las alarmas.»

Se agachó hacia la unidad central y buscó con el tacto el botón de encendido. Tardó unos segundos en encontrarlo. Al mirar debajo de la mesa vio por qué: alguien había movido el ordenador. No mucho, pero desde luego alguien lo había movido. Una marca en la alfombra indicaba el sitio donde había estado apoyado durante más de un año. Ahora estaba unos centímetros hacia la derecha.

«Te estás volviendo paranoico -pensó. -Lo más probable es que lo dejaras encendido al irte a Italia. Eso lo explicaría todo.»

Sólo que no era así. Y Lassiter lo sabía perfectamente.

– Hombre, Joe…

– ¿Qué le ha pasado, señor Lassiter?

– Bienvenido, señor Lassiter.

– Me alegro de volver a verlo, señor Lassiter.

Al pasar por los cubículos, Lassiter recibió todo tipo de saludos, sonrisas de bienvenida y miradas de preocupación sincera. Cuando finalmente llegó a su despacho cerró la puerta, tiró la chaqueta y el bastón encima del sofá, llamó a su secretaria por el intercomunicador y le dijo:

– Mire a ver si está Murray Fremaux.

– ¿Se refiere al chico de los ordenadores?

– Sí.

– Está bien, pero debo de tener unas cincuenta llamadas para usted.

– Las llamadas pueden esperar. Usted tráigame a Murray.

Dos minutos después, Murray entró en el despacho con cara de preocupación y un café en la mano.

– ¿Qué le pasa? -preguntó Lassiter.

– Nunca me había llamado a su despacho.

– ¿Y? Siéntese.

– Sí, pero…

– ¿Qué?

– Es que… ¿Me va a despedir?

– No.

– Menos mal -dijo Murray al tiempo que se sentaba. -Acabo de comprarme un Toyota Camry.

– Enhorabuena. Lo he llamado porque creo que alguien ha entrado en mi casa mientras estaba de viaje.

Murray frunció el ceño.

– Creía que tenía un buen sistema de alarma -comentó.

– Y lo tengo, pero eso no ha detenido a quienquiera que entrara.

– ¿Se han llevado algo? -preguntó Murray.

– No. Nada que yo haya notado. Pero creo que accedieron a la información del ordenador.

Murray asintió.

– Es posible -dijo.

– La cosa es que no entiendo cómo pudieron hacerlo; siempre uso una clave de acceso.

– Las contraseñas no valen para nada.

– Además, tengo codificados todos los documentos importantes.

Murray lo miró con gesto escéptico.

– ¿Qué sistema usa?

– N-cipher.

– Es un buen programa -repuso Murray.

– Entonces, no podrían acceder a la información, ¿verdad?

Murray se encogió de hombros.

– No lo puedo saber. ¿Ha notado alguna otra cosa?

Lassiter reflexionó unos instantes.

– No -dijo. -Aunque…

– ¿Qué?

– Creo que movieron la unidad central del ordenador.

– ¿Por qué dice eso? -inquirió Murray.

– Porque… Porque alguien la movió. Cuando me agaché para apagarlo, vi que alguien la había movido unos centímetros.

Murray volvió a asentir y dijo:

– Parece que alguien le ha hecho la colada.

– ¿Qué?

– Por lo que dice, lo más probable es que sacaran el disco duro del cajetín para copiarlo. De ser así, la contraseña ya no serviría para nada porque está en el sector de arranque del ordenador.

– ¿Y qué me dice del sistema de codificación?

– Depende -contestó Murray. – ¿Dónde guardaba la clave? ¿En el disco duro o en un disquete aparte?

– En el disco duro.

Murray arrugó el gesto.

– Gran error -señaló.

– ¿Me está diciendo que han podido acceder a todos los documentos?

– Es muy posible que sí.

Lassiter pensó en la información que había enviado desde Montecastello, en la lista con los nombres de las mujeres de la clínica Baresi que le había mandado a Judy. Como los había mandado desde su ordenador portátil, al menos esos nombres estaban seguros.

– Parece aliviado -dijo Murray.

Lassiter asintió.

– Gracias a Dios mandé la información que más me preocupa por correo electrónico desde mi ordenador portátil.

Murray evitó su mirada.

– ¿Qué pasa? -preguntó Lassiter.

– Lo más probable es que también tengan eso.

– ¿Qué? Pero ¿cómo? Eso es imposible.

– Me temo que no lo es. Déjeme hacerle una pregunta. Cuando accede a Internet, ¿cómo lo hace exactamente?

Lassiter se encogió de hombros.

– Realmente, hago poca cosa -contestó. -Está todo automatizado. Sólo tengo que teclear alt-E y el ordenador hace el resto.

Murray asintió.

– Eso es lo que me imaginaba. Tiene un sistema de acceso automático, una macro, ¿verdad? Y, además, tendrá la clave de acceso incorporada, ¿no?

– ¿Y?

– Quienquiera que estuviera en su casa también tiene acceso a ella -dijo Murray.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Código Génesis»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Código Génesis» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Código Génesis»

Обсуждение, отзывы о книге «Código Génesis» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x