John Case - Código Génesis

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Una trepidante trama de acción en la que se investigan unos infanticidios perpetrados por un grupo extremista de la Iglesia Católica y que están relacionados con el nuevo nacimiento del Anticristo.

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¿Y a qué correspondían los pagos de 1992 y 1993? Lassiter miró las páginas del pasaporte, confirmando lo que creía recordar: los pagos mensuales coincidían con la época en la que Grimaldi había viajado a Serbia, Croacia y Bosnia. Todo parecía indicar que había estado trabajando para Salve Cáelo, pero ¿haciendo qué? El carácter de Grimaldi no era precisamente humanitario, aunque, pensándolo bien, tampoco podía decirse que la visión que Egloff tenía de la zona fuera precisamente compasiva. ¿Cómo lo había llamado? Un «tumor político».

Cogió el teléfono y marcó el número de Bepi en Roma sin apartar la mirada de los anillos de luz que surcaban las aguas del lago. El teléfono sonó y sonó. Cuando estaba a punto de colgar, oyó un golpe distante, el sonido de una mano buscando torpemente el auricular y la palabra:

Pronto?

Risitas de mujer al fondo.

– ¿Bepi? Soy Joe Lassiter.

– ¡Joe! -Se aclaró la garganta. – ¿Cómo está?

Lassiter se disculpó por la hora, pero necesitaba algo urgentemente. Necesitaba saber todo lo que pudiera averiguar sobre Umbra Domini y sobre una organización religiosa de carácter humanitario que se llamaba Salve Cáelo.

– Vale.

– Pero con discreción. No quiero que haga ruido.

– Sí, sí. Seré discreto -contestó Bepi.

– Bien. ¿Puede ponerse a trabajar inmediatamente?

– ¿Necesita un informe escrito?

– No.

– Llamaré a Gianni. ¡No hay nada que él no sepa sobre, asuntos religiosos! No se preocupe, él le podrá decir todo lo que quiera saber.

– Vale. Volveré a Roma mañana. Podemos quedar a comer.

– Eso está hecho.

Quedó con Bepi en la terraza de un café de la via Véneto, bastante cerca de la Embajada de Estados Unidos. Aunque hacía fresco, se estaba bien en las mesas de la terraza, que estaban calentadas por estufas con forma de lámpara. Cuando llegó Lassiter, Bepi le presentó a Gianni Massina, un periodista que cubría las noticias religiosas para la revista Attenzione.

Al darle la mano, Lassiter se sorprendió de su parecido con Johny Carson. Pero en vez de los gestos contenidos del presentador norteamericano, se encontró con un lenguaje corporal expansivo. El periodista italiano se rió cuando Lassiter le comentó su parecido con su colega norteamericano.

– Ah, sí -dijo Massina, -el otro Gianni. Me lo han dicho muchas, muchas veces. Ojalá tuviera también su fortuna.

– A todos nos gustaría.

– Aunque parece ser que ha disminuido por su obsesión por casarse. -Massina movió la cabeza con pesar. -El problema de Estados Unidos es que nunca han llegado a dominar el arte del amor -añadió con un suspiro. -No me refiero a usted personalmente, claro. No sé… Lo que quiero decir es que acabamos de conocernos. Pero ¡América! Tiene que ser la herencia cultural puritana. Ustedes tienen leyes y divorcios. Nosotros tenemos pecados y aventuras. -Massina se rió de su propio comentario. De repente adoptó un gesto serio. -Lo siento. Aquí estoy, bromeando, cuando usted desea hablar de un asunto serio.

Se acercó un camarero y pidieron tres cafés.

– Bueno -dijo Massina, -mi amigo dice que usted está interesado en Umbra Domini.

– Así es.

Massina se inclinó hacia él.

– Entonces, debería tener cuidado. -Massina frunció el ceño mientras decidía cómo empezar. -Son unos de esos nuevos grupos de fanáticos religiosos. Es algo similar a lo que tienen en América. Como Pat Robertson. Dicen que la única fe que importa es la antigua fe. Pero, claro, en América estos grupos casi siempre son protestantes, así que fundan nuevas iglesias. Aquí permanecen dentro de la Iglesia católica y forman… ¿Cómo se dice? -Por fin encontró las palabras. -Asociaciones religiosas.

– ¿Quiere decir órdenes? ¿Como los dominicos?

– No. Es distinto. En las asociaciones como Umbra Domini los sacerdotes sólo son una pequeña parte. Estas asociaciones son más… Cómo lo diría. -Massina y Bepi comentaron algo en italiano. – ¡Como Hamás! -dijo Massina volviendo a mirarlo. – ¡Eso es! Debería pensar en Umbra Domini como una fuerza reaccionaria, ¡sólo que católica! Son muy estrictos. Están muy motivados. Pero, claro, estamos hablando de religión, no de política.

– ¿Y en qué creen exactamente?

– En las viejas maneras. En el culto tridentino.

– La misa en latín -explicó Bepi.

– En la que el sacerdote está de espaldas a los fieles -añadió Massina. -Desde el Concilio Vaticano segundo, el sacerdote se dirige a los fieles de frente y en su idioma vernacular.

– ¿Y eso tiene mucha importancia? -preguntó Lassiter.

– Para ellos es cuestión de vida o muerte -respondió Massina.

– Para ser más exactos -intervino Bepi, -es cuestión de la vida después de la muerte. -Massina aceptó la aclaración con una carcajada.

– Pero ¿en contra de qué están exactamente? -inquirió Lassiter.

Los dos italianos contestaron al unísono.

– Del Concilio Vaticano segundo.

Lassiter se acabó el café de un trago y se inclinó hacia adelante.

– Aunque pueda parecer una pregunta tonta, ¿qué es exactamente el Concilio Vaticano segundo? Es como la teoría de la relatividad; todo el mundo ha oído hablar del tema, pero nadie sabe exactamente lo que es.

– Fue un momento crucial en la historia de la Iglesia -explicó Bepi.

– Una bomba de relojería -lo corrigió Massina. -Estuvo a punto de romper la Iglesia en mil pedazos. Bueno, me estoy poniendo melodramático. Realmente fue un concilio, una congregación de los líderes católicos de todo el mundo para modernizar la Iglesia; algunos dirían que para liberalizarla. Los tradicionalistas se opusieron a muchas de las reformas, así que formaron sus propias asociaciones: grupos como Umbra Domini o la Legión de Cristo. Luego, en Francia, surgió el cardenal Lefebvre.

Bepi miró a Lassiter.

– Parece usted confuso -comentó.

– Tal vez haya que ser católico para entender todo esto.

– Es posible -admitió Massina. -Pero no tiene por qué serlo. Algunas de esas personas son… inestables. Dicen que el papa es el anticristo. Dicen que el diablo está sentado en el trono de san Pedro. A la misa vernacular la llaman misa negra.

Lassiter sonrió.

– Y lo creen de verdad. Y, cuando se piensa así, cualquier cosa es posible -añadió Massina.

– ¿Y Umbra Domini en concreto?

– Umbra Domini es la peor asociación de todas. Al principio hicieron mucho ruido y todos pensamos que habría un cisma, que Roma los excomulgaría. Pero no fue así. Hubo conversaciones con el Vaticano y al final llegaron a una especie de acuerdo. Ahora, ellos dicen la misa en latín, con los hombres separados de las mujeres; hasta tienen sus propios colegios.

– El Vaticano no quiere que se produzca un cisma -acotó Bepi.

– Y a ellos les conviene mantenerse dentro de la Iglesia. Aun así, la prensa los llama «la Hezbolá católica».

Bepi se rió abiertamente.

– ¿La prensa? -preguntó.

Massina hizo una mueca y sonrió.

– ¡Está bien! ¡Yo los llamo así! ¿Qué más da? ¿Soy o no soy periodista? ¿Y qué son ellos? Hezbolá significa «partido de Dios». ¿Y qué es Umbra Domini? Son lo mismo: un grupo religioso radical con objetivos políticos. Así que yo los llamo la Hezbolá católica. ¡Mire esto! -Massina buscó en su cartera de colegial y sacó un librillo. – ¡Mire! Lo he traído para enseñárselo. ¡Crociata Décima!

Lassiter observó el librillo. Era el mismo que había visto en la habitación que tenía Grimaldi en la via Genova.

– Umbra Domini distribuyó miles de librillos como éste hace cuatro o cinco años -explicó Massina. -Es un reclutamiento para la Décima Cruzada.

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