– No se preocupe -dijo el secretario del Partido Li cuando el inspector jefe Chen salió de su despacho-.
El inspector jefe Chen ni siquiera tuvo tiempo para preocuparse.
Abajo vio cómo lo esperaba un Volkswagen negro. El chófer, Xiao Zhou, era todo sonrisas. El secretario del Partido Li no había exagerado la urgencia de la misión.
– ¿Buenas noticias?
– No lo sé -dijo Chen-.
– Pues yo sí, ahora vamos a su nuevo despacho. El secretario del Partido Li acaba de decírmelo.
El tráfico era insoportable. Chen pensó en ello y en su nuevo puesto mientras el coche avanzaba a paso de tortuga por la calle Yen'an. Tardaron casi una hora en llegar a la Man sión Cuadrada, situada en la plaza del Pueblo.
– ¡Vaya sitio! Tendrá un coche y un chófer exclusivamente para usted -Xiao Zhou se asomó por la ventanilla antes de que Chen desapareciera-. ¡No se olvide de nosotros!
Su nuevo despacho era una suite de varias salas en la Man sión Cuadrada, en el centro de Shanghai. El Ayuntamiento tenía sus dependencias en el mismo edificio, junto a varios organismos importantes. Habrían escogido una sede tan impresionante para convencer a la gente de la atención que las autoridades prestaban a los atascos en las calles de Shanghai.
– Bienvenido, director Chen -una chica con gafas de marco plateado lo esperaba-. Soy Meiling, su secretaria.
De modo que tenía una secretaria para él solo en la zona de recepción, frente a su espacioso despacho. Meiling no perdió tiempo en ponerlo al día.
– La oficina no depende sólo de la policía de Shanghai, también del Ayuntamiento -le informó Mailing-, de modo que hasta el alcalde viene de vez en cuando a informarse.
– Comprendo -dijo él-, así que hay mucho trabajo.
– Sí, hemos estado terriblemente ocupados. A nuestro antiguo director lo han ingresado de urgencia…, y no nos han preparado para su llegada.
– A mí también me ha sorprendido. De hecho, no sabía nada de este nombramiento hasta hace sólo unas horas.
– Nuestro antiguo director lleva varios meses enfermo -se disculpó Mailing-. Hay un mucho trabajo atrasado.
Por tanto, tendría que familiarizarse con el trabajo cotidiano: leer documentos, asistir a reuniones con funcionarios, revisar informes y hacer llamadas. Varios documentos esperaban su firma. Siguiendo a Meiling, recorrió todo el Departamento. Había varios ordenadores en cada sala, y el conjunto formaba una red de control del tráfico. A pesar de sus clases nocturnas de informática, Chen necesitaría dos o tres semanas para entender el sistema. Las responsabilidades de un director consistían no sólo en organizar a la policía del tráfico, sino también en mantener una estrecha cooperación con la Oficina de Transporte Público y el Ayuntamiento.
Después del recorrido, Chen estaba aún más desorientado. A primera hora de la mañana había decidido dimitir, creyendo que su carrera tocaba a su fin. Ahora estaba sentado ante una mesa impresionante, con un gran ventanal a sus espaldas que dominaba la plaza del Pueblo, y la luz del atardecer brillando sobre la placa de bronce de su título de director, pero no tenía tiempo para pensar en aquellos cambios inesperados. Meiling le entregó una copia del boletín del Departamento.
– Es el último número que acaban de entregarnos.
Estaba dedicado a los casos de infracciones de tráfico. La mayoría de los infractores eran bastante jóvenes, pero a pesar de ello, se exponían a graves sanciones, ya que el tono político del informe parecía serio. Algunos infractores incluso podían ser condenados a diez o quince años de cárcel. Se reclinó en su silla giratoria, a la vez exhausto y emocionado, observando cómo Meiling ordenaba los papeles en un montón sobre la mesa. Su primera secretaria. Era maravilloso. Se sentía intrigado por la experiencia de contar con una presencia femenina en el despacho. Se sentó a trabajar. El día acabó siendo mucho más largo de lo esperado. A las seis comentó a Meiling que podía irse a casa. Cuando llegó el momento de dejar el despacho, eran más de las ocho. Xiao Zhou había acertado: Chen tenía un coche a su disposición. El chófer había llamado a su despacho para saber a qué hora lo necesitaría, pero Chen rechazó el ofrecimiento. Como director de la Ofi cina de Control del Tráfico de Shanghai, se sentía obligado a conocer la situación sobre el terreno.
«Galopando jubiloso con mi caballo en el viento de la primavera, veo todas las flores de Luoyang en un día.»
La decisión de tomar el autobús, en lugar de volver a casa en coche, hizo que tardase una hora más. En la calle Henan el tráfico era tan intenso que el autobús avanzaba paso a paso.
Hacía calor y los pasajeros maldecían en silencio el aire viciado. Él también, sin explicárselo, se sentía cada vez más exasperado, inmerso en la angustia colectiva de la ciudad. Aun así, creía que era para él un deber moral conocer, como un habitante más, el suplicio del tráfico de Shanghai.
Tuvo que llegar a su piso y encender un cigarrillo para ponerse a pensar en los acontecimientos vividos durante el día. Lo normal sería que estuviera ilusionado con su inesperado nombramiento, pero precisamente le turbaba que se hubiese dado de improviso. ¿ Y por qué habrían de escogerlo a él, entre tantas personas, para un puesto tan importante?
«Quien ha padecido una mordedura de serpiente siempre
sentirá temor ante la sombra de una cuerda.»
Sin embargo, aquello no parecía una trampa. Pensó, a propósito de la llamada de larga distancia de Ling, en el último comentario del secretario del Partido Li cuando salió de su despacho. ¿Acaso lo habían ascendido por su familia? Eso era lo que más temía.
El inspector jefe Chen, el director Chen, no tardó mucho en ejercer su nueva autoridad sentado en la silla giratoria de cuero de su despacho, ante una pared tapizada de planos callejeros y de transporte público, observando el movimiento de la gente por la plaza del Pueblo. Una de las primeras instrucciones que Chen había dado a su secretaria fue la de llamar al Viejo cazador. El anciano trabajaba ahora como agente provisional de tráfico, y por lo tanto Mailing no tuvo dificultad alguna para encontrarlo. El Viejo cazador llegó al despacho justo cuando ella se iba. Chen le pidió que se quedara.
– Meiling, no te vayas. Por favor, tráeme las normas relativas al puesto de asesor para nuestro Departamento. Ya sabe…, compensaciones y otros beneficios.
– Todo está en el archivo. Iré a buscarlo.
– Enhorabuena, inspector jefe Chen. ¡Oh no!, director Chen -dijo el Viejo cazador mientras examinaba los impresionantes muebles del despacho-. Todos dicen que está haciendo un excelente trabajo.
– Gracias, viejo camarada Yu. Es mi segundo día. Como recién llegado, necesito su valiosa ayuda.
– Haré todo lo que pueda, director Chen.
– Usted ha trabajado como agente de tráfico. Supongo que habrá notado que los accidentes son nuestro mayor problema, pues no sólo causan heridos, sino que provocan graves atascos.
– Cierto -el Viejo cazador lanzó una mirada curiosa a Meiling, que estaba arrodillada en el suelo, buscando en uno de los cajones del archivador-. Creo que se debe en parte a que cada vez hay más gente que conduce sin carnet.
– Tiene razón. Conducir se ha convertido en una moda. Todo el mundo quiere ponerse al volante de un coche. Las autoescuelas son demasiado caras y los cursos duran mucho, así que algunas personas conducen sin permiso.
– Eso es verdaderamente peligroso.
– Así es. Hay muchos jóvenes que, al parecer, creen que son conductores natos. Son totalmente irresponsables.
– Por eso quiero que haga algo, una especie de experimento. Escoja una zona concreta, apóstese ahí y manténgase atento a esos conductores sin carnet. Si tiene una corazonada, detenga al coche y proceda a una revisión. No se limite a pasar una multa, sino que debe llevarlos detenidos sin importar quién pueda ser.
Читать дальше