Warren Fahy - Henders

Здесь есть возможность читать онлайн «Warren Fahy - Henders» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Henders: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Henders»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un equipo de científicos llega a una desconocida isla.
La isla de Henders se separó del resto del mundo hace cientos de millones de años, y desarrolló su propio ecosistema, de una agresividad nunca vista. Si una de estas criaturas consiguiera salir de la isla…seguramente destruiría todo el planeta. Henders es un intenso bio-thriller de ciencia ficción en el que hay cabida para la aventura, el peligro, la ciencia, la tecnología, el debate, la política, los intereses económicos, la amistad y el amor. Una novela para poner a prueba nuestra idea del mundo. ¿Qué haríamos si descubriéramos una especie, o varias, que puede ser utilizada como arma de destrucción masiva? ¿O si existiera la posibilidad de que nos barriera del planeta por superioridad de adaptación?

Henders — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Henders», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Hemos insertado los genes de la medusa en los ratones para que brillen en la oscuridad. Hemos manipulado genes Hox para que las moscas domésticas tengan cien patas, y los milpiés, seis. Hemos insertado genes de insectos en las plantas y genes de plantas en animales. En la Tierra no hay prácticamente nada que el hombre no use y nada que no «mejore» si tiene oportunidad de hacerlo. Y cualquier cosa que sobre la desechamos de forma irresponsable. La contaminación y el calentamiento global son simplemente precursores del Apocalipsis medioambiental que nos acecha. Antes de que acabe el siglo, si antes no nos hemos destruido a nosotros mismos, o incluso aunque lo hayamos hecho, probablemente habremos hundido el último clavo en el ataúd de la madre Tierra. Si sólo nos liquidáramos a nosotros, el problema no sería demasiado importante: sólo habríamos recibido nuestro merecido, al igual que les sucedió a muchas especies aborrecibles antes que a nosotros. Pero en las manos del simio racional, la vida en la Tierra y en sus mares probablemente sufrirá una extinción masiva cuando los virus genéticos de la nanoingeniería invadan las especies esenciales y produzcan el colapso de ecosistemas enteros, uno tras otro. Todos los organismos multicelulares desaparecerán cuando los organismos unicelulares sean obligados a regresar a la mesa de dibujo para reinventar lo que la humanidad ha saboteado mortalmente. Si eso es a lo que usted llama «dramático», profesor Stapleton, estoy de acuerdo. Y si eso es lo que me llama a mí por señalarlo, que así sea. La vida inteligente es el peligro biológico fundamental. Cualquier oponente valioso sería un agradecido descubrimiento para el planeta.

Unos tímidos aplausos coronaron el discurso de Thatcher.

– Mira, soy tan medioambientalista como cualquiera -dijo Stapleton-, a menos que ese cualquiera seas tú, supongo, ¿pero no crees que eso es un pellizco en el lado desahuciado?

Thatcher miró el vaso verde de plástico del que Stapleton comía su almuerzo.

– ¿Qué demonios es lo que está comiendo, profesor?

Stapleton tragó un buen bocado y se limpió los labios con una servilleta.

– Sesos de ternera y huevos revueltos. Es un plato que probé en París cuando estaba en el ejército. Mi esposa me lo prepara a veces.

Cogió una buena cantidad con la cuchara y se la llevó a la boca.

– Entiendo.

– Sigo la dieta Prisby.

Thatcher meneó la cabeza.

– Una dieta de curanderos.

– Eh, ya he perdido un par de kilos. Deberías probarla.

Stapleton comió otro bocado con aire desafiante.

– O sea, que ahora comes sesos de vaca.

– En realidad son sesos de ternera…, con salsa de mango -añadió Stapleton con la boca llena.

– Profesor, ha oído hablar del mal de las vacas locas, ¿verdad?

Stapleton tragó.

– Muy bien, digamos que tienes razón, Thatcher. De todos modos, dentro de veinte años, el tiempo medio de gestación de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, tú y yo estaremos en un geriátrico. Al menos yo seré quien se estará riendo.

Stapleton le guiñó un ojo y comió otro bocado.

Alrededor de la mesa se oyeron algunas risas y expresiones de disgusto.

– Profesor Stapleton -suspiró Thatcher-, es usted una lección viviente de la tesis de mi libro. ¿En qué escenario natural los sesos de un ternero domesticado, inyectado con hormonas, alimentado con productos Franken, genéticamente creado, se convertirían en parte de la dieta que su cuerpo de Homo sapiens evolucionó durante los últimos cinco millones de años para consumir?

– Thatcher -Stapleton meneó la cabeza-, lo maravilloso acerca de la inteligencia humana es que no tenemos que hacer las cosas de un modo o de otro. Los seres humanos podrían no hacer todas esas cosas que pronosticas. ¿No tienes en cuenta esa posibilidad?

Thatcher se quedó mirando el vacío mientras el recuerdo de su hijo sonriente, corriendo hacia la puerta corredera de cristal en dirección a la piscina, apareció como un fogonazo en su mente. Recordó la presión en el pie mientras hacía fuerza para abrir la puerta.

– Eso ocurrirá porque puede ocurrir, profesor. Es sólo cuestión de tiempo. La probabilidad se autorrealiza del mismo modo que un juego de pachinko japonés siempre se llena con una curva de Bell de bolas de rodamiento. Si sólo hubiera uno de nosotros, o unos pocos, la virtud humana podría desempeñar un papel en todo esto, pero somos miles de millones. El efecto acumulativo de nuestro supuesto «libre» albedrío a lo largo de un período determinado no se puede diferenciar del instinto o la predestinación. Puesto que los seres sensibles pueden hacer cualquier cosa, harán cualquier cosa, no importa cuán destructiva sea, a lo largo del tiempo. Aún no ha leído usted mi libro, ¿verdad, profesor Stapleton? Me temo que mi conclusión optimista es que sólo un acontecimiento de extinción preventiva que elimine la vida inteligente puede salvar un medioambiente una vez que ha sido infectado.

– Hay muchas culturas -replicó Stapleton-, que han conseguido vivir en armonía con su medioambiente durante miles de años, Thatcher. ¿Qué me dices de los indios norteamericanos? ¿O de los polinesios?

– Los polinesios importaron virus de aves que diezmaron las poblaciones nativas allí donde viajaban, y los indios norteamericanos llegaron casualmente justo antes de que la mayor parte de la fauna de este país desapareciera. Pero debo señalar que uno de los medioambientes más puros habitados por el ser humano es Papúa Nueva Guinea, famosa por sus cazadores de cabezas, quienes podrían haber contribuido de una manera directa a la preservación de su hábitat natural.

– ¿Qué piensas entonces de nosotros, Thatcher? -preguntó Stapleton.

Él sonrió.

– Como dijo Jonathan Swift: «Todo mi amor es para los individuos, pero odio y detesto principalmente a ese animal llamado hombre.»

Esas palabras fueron recibidas con un coro de risas incómodas.

– Encantador. Haces quedar muy mal a los medioambientalistas, amigo mío.

– Bueno, lo siento, Frank. Pero los medioambientalistas también son personas.

Thatcher guiñó el ojo a los presentes.

– ¡Oh, ya entiendo! No merece la pena esforzarse, ¿verdad?

– No supondría diferencia alguna.

– Por Dios, eres como Casandra.

– Algo que la mayoría de las personas parece olvidar acerca de Casandra es que ella siempre tenía razón.

– Sin embargo, no se sentía feliz por ello.

– Yo soy feliz durante todo el camino que me lleva al banco, amigo mío.

Thatcher se echó a reír y los estudiantes aplaudieron su salida.

– ¡No creo que sea divertido! -protestó Sharon.

– Está bien. -Thatcher alzó la mano para calmar los ánimos-. Tiene razón, Frank. Coma sus sesos. Es inevitable.

Thatcher se encogió de hombros y todo el mundo se echó a reír excepto Sharon. Ella no podía entender cómo su mentor conservaba su elegante sentido del humor acerca de la más desoladora verdad.

– A menos, por supuesto, que lo sucedido en la isla Henders no sea un montaje -añadió Thatcher tranquilamente mientras le guiñaba un ojo a Sharon. Se puso en pie y levantó su vaso de plástico-. ¡Por la isla Hendéis!

Todos se pusieron de pie para brindar por la isla, y el Muddy Charles volvió a encenderse con los debates.

Thatcher reparó entonces en un hombre corpulento, que vestía traje y llevaba gafas de sol, que había permanecido solo durante el almuerzo bebiendo una coca-cola. Un fino cable blanco colgaba de un audífono y desaparecía debajo de la solapa de su chaqueta. Mientras lo estudiaba, el hombre se levantó de su mesa y se dirigió directamente hacia él.

El pulso de Thatcher se aceleró cuando el desconocido se le acercó, aparentemente a cámara lenta. «Aquí está», pensó, recordando lo que había mantenido en un nivel no verbal hasta el momento. Su «hijo», como resultó ser, se había convertido en una estadística después de todo, y ni siquiera Sedona lo había culpado por ello. Él sabía que existía una posibilidad de que estuvieran investigándolo a causa de la muerte del chico -incluso que sospecharan de él-, y lo mantenían discretamente para que experimentara una falsa sensación de seguridad. Sabía que no tenían ninguna prueba. Había colocado una servilleta entre su zapato y el quicio de la puerta corredera y luego había tirado la servilleta al llegar al aeropuerto. El chico se había ahogado en la piscina y no había ninguna pista que condujera hasta él.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Henders»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Henders» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Warren Hammond - Kop
Warren Hammond
libcat.ru: книга без обложки
Warren Murphy
libcat.ru: книга без обложки
Warren Murphy
libcat.ru: книга без обложки
Warren Murphy
libcat.ru: книга без обложки
Warren Murphy
libcat.ru: книга без обложки
Warren Murphy
libcat.ru: книга без обложки
Warren Murphy
libcat.ru: книга без обложки
Warren Murphy
libcat.ru: книга без обложки
Warren Murphy
libcat.ru: книга без обложки
Warren Murphy
Warren Fahy - Fragment
Warren Fahy
Отзывы о книге «Henders»

Обсуждение, отзывы о книге «Henders» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x