James Ellroy - El gran desierto

Здесь есть возможность читать онлайн «James Ellroy - El gran desierto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El gran desierto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El gran desierto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los Ángeles, años cincuenta. Tres hombres se ven atrapados en una tupida red de ambiciones, perversión y mentiras: Danny Upshaw, ayudante del sheriff y punto de mira de intereses ajenos: Mal Considine, fiscal del distrito que intenta promocionarse profesionalmente y poner orden a su vida privada; Meeks, ex narco y hombre fiel a un único dios: el dinero. Por motivos distintos, los tres se verán vinculados a un grupo de comunistas entre los que un sádico asesino ha sembrado el pánico. Por motivos distintos, los tres habrán sacado billete para una pesadilla.

El gran desierto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El gran desierto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Señor Meeks?

Buzz le dio la mano con suavidad, temiendo romperle los huesos.

– Sí, doctor.

– ¿Y cuál es su rango?

– No soy policía.

– ¿No? ¿Y qué hacía con el gran jurado?

Buzz le dio cinco dólares al empleado y cogió las sillas de playa. El chico se fue sonriendo, Lesnick aferró el brazo de Buzz.

– ¿Por qué, entonces? Pensé que todos los esbirros de Ellis Loew eran policías.

Lesnick no pesaba casi nada. Una pequeña brisa hubiese arrastrado al viejo hasta Catalina.

– Lo hice por dinero -respondió Buzz-. ¿Quiere hablar en la playa?

Lesnick señaló un lugar, cerca de unas rocas, donde no había botellas ni envoltorios de golosinas. Buzz lo llevó hasta allí, y las sillas le resultaban más pesadas que el hombre. Puso las sillas una frente a otra, cerca, para poder oír si la voz del doctor se debilitaba; lo acomodó y vio cómo se arropaba en su bata.

– Señor Meeks, ¿sabe cómo me convencieron para que diera información?-dijo Lesnick.

Típica conducta de soplón: tenía que justificarse. Buzz se sentó y comentó:

– No estoy seguro.

Lesnick sonrió, satisfecho de poder contarlo.

– En 1939, representantes del gobierno federal me ofrecieron la oportunidad de permitir que mi hija saliera de la prisión de Tehachapi, donde estaba encerrada por haber atropellado a un hombre. Entonces yo era el analista oficial del PC de Los Ángeles, y seguí siéndolo. Me dijeron que si les brindaba acceso a mis archivos para una evaluación, para la investigación realizada en 1940 por el fiscal general del estado y otras investigaciones futuras, pondrían en libertad a Andrea de inmediato. Como mi hija debía pasar en prisión no menos de cuatro años más y me había contado historias terribles acerca de los abusos de las carceleras y sus compañeras, no vacilé un instante en aceptar.

Buzz dejó que Lesnick recuperara el aliento y habló de Coleman.

– Y la razón por la cual no entregó las fichas de Loftis del 42 al 44 era porque Coleman figuraba en todas partes. ¿Correcto?

– Sí. Habría significado mucho sufrimiento innecesario para Reynolds y Coleman. Antes de entregar los archivos, busqué otras referencias a Coleman. Chaz Minear aludía a él, pero sólo tangencialmente, así que entregué su ficha. Hice lo mismo cuando entregué mis archivos a los investigadores del HUAC, pero mentí y les dije que había perdido la ficha de Loftis. Pensé que Ellis Loew no se creería esta mentira, así que guardé la ficha de Reynolds con la esperanza de morir antes de que me la pidieran.

– ¿Por qué no quemó la maldita ficha?

Lesnick tosió y se arrebujó en la bata.

– Tenía que seguir estudiando el caso. Me apasionaba. ¿Por qué abandonó usted el gran jurado? ¿Escrúpulos morales ante los métodos de Ellis Loew?

– No creí que la UAES valiera la pena.

– Su declaración sobre los periódicos le da credibilidad, y me pregunto cuánto sabe usted exactamente.

Buzz elevó la voz sobre el repentino estrépito del oleaje.

– ¡Trabajé en los homicidios y en el gran jurado! ¡Lo que no sé es la historia!

El ruido del mar disminuyó. Lesnick tosió y preguntó:

– ¿Usted sabe…?

– Doctor, sé lo referente al incesto, la operación de cirugía plástica y el intento de Coleman de incriminar a su padre. La única otra persona que lo sabía era ese capitán de policía que murió en el club de jazz. Y creo que usted quiere contar lo que sabe, de lo contrario no habría hecho esa broma de estudiante con Trotski. ¿Qué opina?

Lesnick rió y tosió.

– Entiende usted el concepto de motivación subliminal, señor Meeks.

– No soy tan tonto, jefe. ¿Quiere oír mi teoría de por qué usted retuvo los archivos que iban desde el verano del 49 en adelante?

– Expóngala, por favor.

– La gente de la UAES que sabía la historia hablaba de la boda de Reynolds y Claire y de cómo la tomaría Coleman. ¿Verdad?

– Sí. Yo temía que los investigadores captaran las referencias a Coleman y trataran de usarlo como testigo voluntario. Claire trató de evitar que la noticia de la boda llegara a los periódicos para que Coleman no se enterara, pero no lo consiguió. El precio fue terrible, como usted sabrá.

Buzz miró el agua, mudo como una piedra: su truco favorito para hacer hablar a los sospechosos. Al cabo de un minuto, Lesnick continuó:

– Cuando los periódicos sensacionalistas hablaron de las dos víctimas siguientes, supe que el asesino tenía que ser Coleman. Fue mi paciente en la época de Sleepy Lagoon. Sabía que tenía que estar viviendo cerca de los clubes de jazz de Central Avenue, y lo encontré. En el pasado habíamos estado cerca, y pensé que podría razonar con él, llevarlo a una institución y terminar con esa insensata matanza. Augie Duarte demostró mi error, pero lo intenté. ¡Lo intenté! Piense en eso antes de juzgarme con excesiva dureza.

Buzz miró a ese muerto viviente.

– Doctor, no juzgo a nadie en este jodido asunto. Es sólo que dentro de un par de días me iré de la ciudad, y me gustaría averiguar todo lo que no sé.

– ¿Y no se lo contará a nadie?

Buzz arrojó a Lesnick una migaja para tentarlo:

– Usted trató de proteger a sus amigos mientras seguía el juego, y yo también supe hacer lo mismo. Tengo un par de amigos que quisieran saber el porqué de todo, pero nunca van a saberlo. Por favor, cuéntemelo.

Saul Lesnick habló. Le llevó dos horas, con muchas y largas pausas para respirar y conservar la energía. A veces miraba a Buzz, a veces contemplaba el mar. Tartamudeaba en los episodios más conflictivos, pero nunca se interrumpía.

1942.

Cortes de luz en Los Ángeles por temor a los bombardeos, diez de la noche, toque de queda. Coleman tenía diecinueve años, y vivía en Bunker Hill con su loca madre Delores y dos hermanastras. Usaba el apellido «Masskie» porque la mamá criadora de esclavos necesitaba el nombre del padre para conseguir pagos del Servicio Social para el hijo y porque las siete letras concordaban con los enunciados numerológicos de la Hermana Aimee. Coleman dejó la escuela de Belmont porque no le permitieron tocar en la orquesta de la escuela; quedó abatido cuando el profesor de música le dijo que los estúpidos resuellos que lanzaba con el saxo eran sólo un ruido que no revelaba ningún talento, sólo buenos pulmones.

Coleman trató de enrolarse en el ejército dos meses después de Pearl Harbor. No aprobó el examen físico por problemas en las rodillas y un colon espástico. Repartía panfletos del Templo Angelus, ganó suficiente dinero para comprarse un nuevo saxo alto y pasó horas practicando acordes e improvisaciones que le gustaban sólo a él. Delores no lo dejaba tocar en casa, así que llevó el saxo a las colinas de Griffith Park y ofreció conciertos a las ardillas, los coyotes y los perros abandonados. A veces iba a la biblioteca y escuchaba discos con auriculares. Su pieza favorita era El blues del glotón , cantada por un viejo negro llamado Hudson Healy. El cantante masticaba las palabras, y apenas se le oía; Coleman inventó su propia letra, obscenidades sobre glotones follando, y a veces cantaba sin aliento. Escuchó tantas veces el disco que gastó los surcos al extremo de que apenas se podía oír, y empezó a cantar más alto para compensarlo. Finalmente, la anciana que estaba a cargo de la sala de audiciones oyó la letra y lo puso de patitas en la calle. Durante meses él se masturbó imaginando a Coleman el Glotón violando a la anciana por detrás.

Delores seguía pidiéndole dinero para la Hermana Aimee, Coleman consiguió un empleo en el taller dental Joredco, y le pasaba un porcentaje. El trabajo consistía en arrancar dientes de cabezas de animales, y le encantaba. Observó cómo los mecánicos más diestros hacían postizos con los dientes, transformando la argamasa y el plástico en dentaduras casi indestructibles. Robó unas mandíbulas de lince y jugó con ellas mientras tocaba el saxo en las colinas. Fingió que era un lince y que Delores y sus hermanastras le tenían miedo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El gran desierto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El gran desierto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El gran desierto»

Обсуждение, отзывы о книге «El gran desierto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x