• Пожаловаться

Jack Higgins: El Ojo Del Huracan

Здесь есть возможность читать онлайн «Jack Higgins: El Ojo Del Huracan» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Триллер / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Jack Higgins El Ojo Del Huracan

El Ojo Del Huracan: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Ojo Del Huracan»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una feroz guerra subterránea… y el más audaz de los atentados. Sean Dillon es un asesino. Quizá su atracción por la violencia surgiera de la convicción política cuando formó parte del IRA. Pero ya ha perdido las referencias y los escrúpulos. Dillon es un sicario, un carísimo sicario. Tan caro que sólo un magnate iraquí del petróleo puede pagarle. Son los tiempos de la guerra del Golfo, y un magnicidio puede afectar el equilibrio de los aliados. Se trata de un extraordinario desafío, que sólo Dillon puede abordar. Y él mismo fijará el blanco: el primer ministro británico, John Major. La minuciosa preparación del golpe, los ciegos esfuerzos del servicio secreto por evitarlo, forman el nudo de una obra tan inteligente como trepidante. La maestría de Jack Higgins -de quien Grijalbo ha publicado Ha llegado el águila y El águila emprende el vuelo- alcanza en esta obra la máxima sutileza, energía y verosimilitud.

Jack Higgins: другие книги автора


Кто написал El Ojo Del Huracan? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El Ojo Del Huracan — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Ojo Del Huracan», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sonrió por última vez, salió a la calle, bajo el aguacero, y cerró el portal a sus espaldas.

El Ojo Del Huracan - изображение 2

2

Por segunda vez aquella, noche Dillon se detuvo delante de Le Chat Noir, al extremo del pequeño malecón. Estaba casi desierto; en una mesa rinconera una pareja hacía manitas sobre una botella de vino. El acordeón tocaba quedo y el músico charlaba al mismo tiempo con el encargado de la barra. Eran los hermanos Jobert, gángsteres de poca monta en el hampa de París, cuyas actividades fueron a menos desde que Pierre, el de la barra, perdió una pierna en un desgraciado accidente de automóvil, tres años antes, durante un atraco a mano armada.

Cuando se abrió la puerta y entró Dillon, el otro hermano, dejó de tocar.

– ¡Ah! ¿Otra vez por aquí, monsieur Rocard?

– Hola, Gaston -le estrechó la mano Dillon y luego se volvió hacia el de la barra-. Hola, Pierre.

– Escuche. Todavía me acuerdo de esa canción, esa melodía irlandesa que le gusta a usted. -Gaston tocó unas notas en su instrumento.

– Muy bien. Eres un artista -dijo Dillon.

A espaldas de ellos, la parejita abandonó sus asientos y salió. Pierre sacó del frigorífico media botella de champaña.

– ¿Champaña como siempre, supongo? No es nada del otro jueves, amigo, pero aquí somos pobres.

– Conseguirás que me eche a llorar -replicó Dillon.

– ¿En qué podemos servirle? -inquirió Pierre.

– ¡Bah! Pensaba proponeros un pequeño negocio -hizo Dillon un ademán hacia la puerta-. Sería mejor cerrar, me parece.

Gaston dejó el acordeón sobre la barra y fue a bajar la persiana metálica. Luego corrió el cerrojo de la puerta y retornó a su taburete.

– ¿Y bien, amigo?

– Puede ser el negocio de vuestra vida, muchachos -dijo Dillon abriendo el maletín para sacar uno de los mapas de carreteras, con lo que descubrió al mismo tiempo los fajos de billetes de cien-. Veinte mil, americanos. Diez ahora y el resto después del trabajo -anunció.

– ¡Santo cielo! -exclamó Gaston, impresionado, pero Pierre no desfrunció el ceño-. ¿Qué hay que hacer a cambio de tanto dinero?

Por experiencia Dillon procuraba decir la verdad hasta donde fuese posible.

– Se me ha encargado por parte de la Unión Corsa resolver un pequeño problema -dijo mientras empezaba a desplegar el mapa, citando el nombre de la organización criminal más temida de Francia-. Un caso de rivalidad comercial, podríamos decir.

– ¡Ah! Entiendo -añadió Pierre-. Usted se ocupará de eliminar el problema.

– Exacto. Las personas en cuestión pasarán por esta carretera en dirección a Valenton mañana, poco después de las dos. Iré a su encuentro aquí, cerca del paso a nivel.

– ¿Y cómo se llevará a cabo el trabajo?

– Una sencilla encerrona. Todavía estáis en el negocio del transporte, ¿verdad? ¿Coches robados, camiones?

– Bien lo sabe usted, que nos los ha comprado tantas veces -contestó Pierre.

– Un par de camionetas no sería demasiado pedir, ¿no es cierto?

– Y luego, ¿qué?

– Esta noche iremos a inspeccionar el terreno -consultó su reloj-. Será a las once, saliendo de aquí. No nos llevará más de una hora.

Pierre meneó la cabeza.

– Escuche. Puede que haya jaleo. Estoy demasiado mayor para andar a tiros por ahí.

– Estupendo -le replicó Dillon-. ¿A cuántos pelaste cuando andabas con los de la OAS?

– Entonces yo era joven.

– Sí, supongo que a todos nos espera lo mismo. Nada de tiros. Vosotros dos iréis y os largaréis en seguida, tan rápidos que ni siquiera os enteraréis de lo que ocurra. Un pedazo de tarta -sacó del portafolios varios fajos de billetes y los extendió con parsimonia sobre la barra-. Diez mil, ¿hay trato?

La codicia se impuso, como siempre, tan pronto como Pierre hubo acariciado los billetes con los dedos.

– Creo que sí, amigo.

– Bien. Hasta las once, pues.

Dillon cerró el maletín y Gaston fue a abrirle la puerta. Cuando el irlandés hubo salido, Gaston volvió a cerrar y luego se volvió.

– ¿Qué opinas?

Pierre sirvió dos copas de coñac.

– Opino que nuestro común amigo Rocard es un gran embustero.

– Pero también es un hombre muy peligroso -añadió Gaston-. ¿Qué hacemos?

– Esperar y ver -brindó Pierre con su copa-. Salut.

Dillon se encaminó a pie hacia el almacén de la calle de Helier, aunque no sin dar rodeos de unas calles a otras y refugiándose alguna que otra vez en la oscuridad para ver si le seguía alguien. Hacía tiempo había aprendido que todos los grupos políticos revolucionarios estaban plagados de facciones y de chivatos, lo cual era particularmente cierto en el caso del IRA. Por la misma razón, y tal como había explicado a Aroun, prefería recurrir a delincuentes profesionales siempre que necesitase ayuda, a hampones honrados que hacían las cosas sólo por dinero, como él solía decir. Por desgracia, ni siquiera esto era del todo seguro. Creyó adivinar algo raro en la actitud del gordo Pierre.

En la puerta del almacén se abría un portillón por donde entró Dillon tras descorrer la cerradura. Dentro guardaba un sedán Renault, un Ford Escort y una moto BMW de la policía cubierta con una lona. Tras verificar que todo estuviese en orden, enfiló la escala de madera y se metió en la vivienda del altillo. No era éste su único hogar, ya que tenía además una barcaza en el río, por si acaso.

Sobre una mesa de la salita encontró un petate de lona con una tarjeta que sólo decía: SU PEDIDO. Sonriendo, abrió la cremallera y halló una ametralladora Kalashnikov PK último modelo, con el trípode doblado y el cañón desmontado para mayor facilidad de transporte. En el petate venía además una caja con la cinta de cartuchos y, a su lado, otra caja similar. Dillon fue a abrir un cajón de la cómoda, sacó una manta plegada y la guardó en el petate; luego cerró la cremallera, se ajustó la Walther al cinto y salió hacia la escalera portando el voluminoso bulto.

Después de echar el cierre del portillón, regresó por donde había venido sintiéndose presa de excitación, como siempre le ocurría en tales ocasiones. Aquél era el momento más emocionante del mundo: cuando la acción se ponía en marcha. Salió a una calle principal y pocos instantes después hizo señas a un taxi que le llevó nuevamente a Le Chat Noir.

Salieron de París en dos camionetas Renault idénticas, excepto en que la una era negra y la otra blanca. Gaston abría camino, mientras Dillon viajaba en el asiento del acompañante y Pierre los seguía con el otro vehículo. Hacía mucho frío y seguía cayendo aguanieve, aunque no llegaba a cuajar. Apenas hablaron; Dillon se arrellanó en el asiento con los ojos cerrados para que el francés creyera que iba dormido.

No lejos de Choisy la camioneta patinó y Gaston soltó un juramento mientras luchaba con el volante.

– Tranquilo, hombre. No nos conviene ir a parar a la cuneta. ¿Dónde estamos?

– Acabamos de tomar la desviación hacia Choisy. Falta poco.

Dillon se incorporó. Había nieve en las cunetas pero no en la calzada.

– Cochina noche -dijo Gaston-. ¡Hay que ver!

– Recuerda esos hermosos billetes de cien dólares -le recordó Dillon-. Eso te ayudará a soportarla.

Al poco dejó de nevar y se aclaró el cielo, asomando la media luna. Al coronar una loma vieron abajo el semáforo del paso a nivel. Junto a éste se alzaba un barracón en desuso, las ventanas tapadas con tablones y un montón de adoquines delante, cubiertos de nieve en polvo.

– Para aquí -ordenó Dillon.

Gaston obedeció y frenó en el lugar indicado cortando al mismo tiempo el contacto. Pierre detuvo la camioneta blanca al lado y se apeó no sin dificultad, debido a la pierna artificial, para reunirse con ellos.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Ojo Del Huracan»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Ojo Del Huracan» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Ojo Del Huracan»

Обсуждение, отзывы о книге «El Ojo Del Huracan» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.